INVESTIGADOR; DR. RICARDO "EL MORDAZ" |
Alguien me dijo una vez
Que yo me fui de mi barrio.
¿Cuándo?...¿Cuándo?
Si siempre estoy llegando.
Aníbal Troilo.
Hace pocos días se cumplieron 102 años del nacimiento de Aníbal Troilo “Pichuco”. Este artículo recuerda su trayectoria y su aporte a la música ciudadana.
Aníbal Troilo (1914-1975) Dibujo de Hermenegildo Sabat
Infancia y familia
Así como el centauro es una parte caballo y otra parte humano, en un solo cuerpo que los hace inseparables, con Troilo se puede decir lo mismo sobre el bandoneon, es imposible imaginarlo sin el instrumento, como si hubiera nacido con él. A los 9 años junto a la tumba de su padre, que había muerto poco antes, el niño Troilo, con un manojo de flores en la mano recogidas en el patio de su casa, se juramentó ser bandoneonista.
Es justo agregar los comentarios que Troilo hizo sobre sus padres de quienes guardó un enorme cariño. Aníbal, era guitarrero y cantor como su abuelo. Sobre aquel, Troilo tiene una memoria borrosa porque lo perdió cuando tenía 8 años, pero señalaba que le dio la amistad y la hombría de bien. Alcanzó a recordar que cuando venía algo encopado abría las ventanas lo agarraba entre sus brazos, cualquiera fuese la hora y exclamaba “¡Este es mi hijo, este es mi hijo! Le gritaba a la gente, a la noche, a la luna, que sé yo…”, recuerda Troilo. Respecto de su madre, lo sintetizó en tres palabras: “Mi madre es todo”. En otra oportunidad dijo: “el día más triste de mi vida fue cuando perdí a mi madre”. Tenía un fuerte cordón umbilical con ella y fue la que paró la olla a partir de la temprana muerte del padre.
Aparentemente, el “berretín” por el instrumento le vino cuando lo escuchó sonar en los cafés de su barrio y tanto insistió en la casa, que su madre le compró a un ruso por 12 cuotas de 10 pesos el primer bandoneon. Solo pagaron cuatro, porque el ruso no volvió. Troilo lo llamó “cadenero” y lo conservó durante toda su vida.
El cariño y el talento volcado sobre el bandoneon
A pesar de que tuvo una educación musical insuficiente, es sorprendente la calidad de Troilo como ejecutante. Tocaba el bandoneón acariciándolo y le desprendía un sonido cálido y único. Cuando tuvo su propia orquesta les transmitió a sus músicos el mismo sentimiento. Según el doctor Luis Adolfo Sierra, bandoneonista y erudito en la temática tanguera, al referirse a Troilo señaló: “Como director de orquesta impuso un estilo instrumental de insobornable autenticidad tanguera, con marcado equilibrio en las formas musicales, sin afectaciones distorsivas ni concesiones efectistas, haciendo privar siempre su inconfundible personalidad artística sustentada a la vez en un claro, directo concepto estético y jamás desmentido buen gusto.”
Cuando Troilo formó su propia orquesta ya estaba fogueado de trabajar en conjuntos. Su primera actuación ocurrió en 1928, cuando sus amigos del barrio del Abasto, casi como en broma le dijeron en cuanto bajó del colectivo que lo traía del colegio: “Pichuco, te conseguimos laburo en el cine Petit Colón”. Los films de entonces eran mudos y el sonido los hacía un piano y a veces un conjunto. En este caso integró un trío que tocó entre bambalinas y Troilo, era por supuesto, el único de pantalones cortos. El dueño del cine le había prometido a la madre que “estaría en casa antes de la medianoche”.
Troilo se mantuvo un tiempo en el Petit Colón de la calle Córdoba entre Agüero y Anchorena, pero no pudo aguantar el ritmo de madrugar al día siguiente para ir a la escuela, tenía que optar y se quedó con el bandoneon.
De pantalones cortos
Entre 1925 y 1932 y siempre de pantalones cortos y con permiso de su mamá, pasó por varias etapas de aprendizaje: integró una orquesta de señoritas, formó su primer conjunto que tocó en el cine Palace Medrano y se incorporó al grupo de fueyes de la gigantesca orquesta de Julio De Caro. Después ingresó en el sexteto de Elvino Vardaro que tocaba en Radio Belgrano.
En 1937 Troilo era un respetado y admirado bandoneonista y fue convocado por Juan Carlos Cobián para tocar en el teatro Politeama y más tarde en Radio El Mundo. Súbitamente, Cobián disolvió el conjunto y Troilo se quedó sin trabajo. “Fue en ese momento cuando advertí que era mi hora- se dijo a sí mismo-, que yo también podía tirarme a la aventura de formar mi propia orquesta”. Esta se constituyó con Toto Rodríguez y Alfredo Yanitelli en bandoneones, Orlando Goñí en piano, José Stilman, Reynaldo Nichele y Pedro Schapocnik en violines y Tito Fassio en contrabajo. El cantor fue Francisco Fiorentino.
Troilo con Fiorentino, el cantante de su primera orquesta
Troilo fue siempre tan cuidadoso cono certero para elegir a cantantes y músicos. Entre los primeros, todos los que pasaron por su orquesta hicieron carreras exitosas: Francisco Fiorentino, Alberto Marino, Floreal Ruiz, Edmundo Rivero, Jorge Casal, Raúl Berón, Roberto Rufino, Ángel Cárdenas y Roberto Goyeneche. Entre los músicos se destacaron Orlando Goñi, José Basso, Osvaldo Manzi, Osvaldo Berlingieri, José Colángelo y Astor Piazzola.
Los años con Piazzolla
En 1939 Astor Piazzolla tenía 18 años y se moría de ganas por ingresar en el conjunto de Troilo. Se pasaba las noches en el café Germinal escuchando al gordo. Fue así que memorizó todo el repertorio y se lo comentó a su amigo Hugo Baralis, uno de los violinistas de la orquesta. Un día que se enfermó el Toto Rodríguez, Piazzolla lo encaró a Troilo y se ofreció como reemplazante. “¿Así que vos sos el pibe que conoce todo mi repertorio? Bueno subí y tocá”. Piazzolla no se hizo rogar y ejecutó varias piezas, cuando terminó, Troilo le dijo: “Pibe, nosotros actuamos de frac, ya lo sabe”.
El ingreso de Piazzolla en la orquesta fue un torbellino que desató celos, odios y amores. De fuerte personalidad y mucho talento desequilibraba el grupo de músicos con su capacidad y sus ideas. Estuvo 5 largos años en la orquesta donde incluso hasta llegó a hacerle arreglos a Troilo. Su habilidad con el bandoneón y su carácter difícil lo hizo impopular entre algunos miembros del conjunto. Además, Troilo le tachaba gran parte de los arreglos porque decía que eso no era tango y no le faltaba razón, porque tenían mucha influencia de Ginastera, con quien Piazzolla se estaba perfeccionando. Finalmente en 1944 se retiró de la orquesta, más que nada para seguir su propio camino y desarrollar el estilo que lo llevó a la fama, que no es tango porque no es bailable pero es único y genial.
Piazzolla y Troilo se admiraban y respetaban mutuamente y cuando el Gordo murió, Piazzolla que estaba en Roma agarró el bandoneón y se puso a tocar La última curda, mientras empapaba el fueye con sus lágrimas. Pocos días después, en homenaje a su amigo compuso la Suite troileana, una obra donde están los cuatro amores que tuvo Troilo: Bandoneón, Zita (su esposa de toda la vida), Whisky y Escolazo.
Estando en Buenos Aires, Zita lo visitó una noche y le regaló uno de los bandoneones de Troilo que Piazzolla lo guardó como una reliquia. Jamás se atrevió a pulsar sus dedos sobre los botones del instrumento, porque era el fueye del Gordo y hubiera sido un sacrilegio o violación tocarlo.
Piazzolla, Zita y Troilo en la Rambla de Mar del Plata
Su aporte al tango
Un día le preguntaron a Troilo cuál es su mejor amigo y la respuesta inmediata fue: “Mi mejor amigo se murió, se llamaba Homero Manzi”. El Gordo le puso música a las siguientes letras de Manzi: Barrio de tango, Romance de barrio, Sur, Recordando, Ché bandoneón y Discepolín.
Para Cátulo Castillo musicalizó: María, Una canción, Patio mío, La retrecha, Vuelve la serenata, Milonga del mayoral, A Pedro Mafia, La última curda, A Homero, Desencuentro, Y a mí qué, La Parda, La patraña y El último farol.
La lista es larga e incluye a letristas como Enrique Cadícamo, José M. Contursi, Enrique Dizeo, Homero Expósito y varios más.
En cuanto a otros directores, Troilo tenía especial admiración por Carlos Di Sarli, Osvaldo Fresedo, Julio de Caro, Horacio Salgán, Osvaldo Pugliese y Alfredo Gobbi.
El repertorio de Troilo estuvo compuesto por 82 tangos, pero grabó muchos más.
Opiniones
Troilo no escatimaba los conceptos que tenía sobre otros personajes del mundo tanguero, sin medias tintas podía ser lapidario o endiosarlos.
Sobre Borges, manifestó: “Creo que Borges en lo que atañe a lo mío es un bluff. Él no sabe nada de lo mío…No sabe ni donde vive…Escribió el Hombre de la esquina rosada y nada más. De tango no sabe nada, que escriba letras para Piazzolla que tampoco tiene nada que ver con el tango. Y lo digo con el respeto que se merecen Piazzolla como músico y Borges como escritor”. Pese a estos duros conceptos, le musicalizó a Borges la letra de Milonga de Manuel Flores.
Cuando un periodista le preguntó sobre Carlos Gardel, Troilo fue contundente: “Carlos Gardel, pibe era el tango, era Buenos Aires, era la noche, era el día, era el sol, era la copa. ¡Pobre del que no lo conoció! y a mí no me la contó Nelson, yo si lo conocí, como hombre, como cantante y como jailaife”.
Sobre Buenos Aires: “Nunca me pude concebir lejos de Buenos Aires. A Discépolo le pasaba lo mismo. Una vez que volvió de París le pregunté si traía un tango nuevo. “Ninguno”, me contestó y agregó: “Y eso que estuve meses y tuve tiempo para realizar algunos, pero sabés, lejos de Buenos Aires yo no sé escribir ni siquiera un saludo en el lomo de una tarjeta postal”. Y a mí me pasa lo mismo.
Homenaje a Troilo. Edición especial de colección. La Maga, 1995, número 10.
Néstor Pinsón. Aníbal Troilo. Todo tango. http://www.todotango.com/creadores/ficha/32/Anibal-Troilo/
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