Lo que hay que saber del Festival de la Luz
Los Encuentros Abiertos, principal cita internacional con la fotografía que se realiza en la Argentina, tuvieron ayer su campana de largada. Hasta el 30 de septiembre se celebrará el Festival de la Luz, con conferencias y exposiciones gratuitas a cargo de artistas locales y extranjeros, talleres, mesas redondas, intervenciones urbanas, proyecciones, presentaciones de libros, concursos y más. Serán 110 muestras de más de 300 autores de 26 países. Prácticamente inabarcable es la programación, que se puede navegar en www.encuentrosabiertos.com.ar.
Cuándo. El Festival de la Luz se inauguró ayer y se extenderá durante este mes y el próximo.
Dónde Las exposiciones y el resto de actividades se realizan en diversos puntos de la ciudad (el Cultural San Martín, C. C. Haroldo Conti, Museo de Bellas Artes, Alianza Francesa, Museo Sívori y MARQ, entre otros) y en centros culturales de las provincias.
El tema. Rastros de irrealidad es el lema y el foco de los trabajos que se verán este año.
Participantes. Entre muchos otros imperdibles, en el Bellas Artes se exhibirá la muestra Nadie es de Nadie, de Rogério Reis (Brasil), y Maestros: el Bosque y el Árbol, de Gaby Messina. En el Centro Conti: ¿Desaparecidos?, de Pablo Ortiz Monasterio (México), alude a la tragedia de los estudiantes de Ayotzinapa; Afganistán 2002-2007, de Tomás Munita (Chile); Meng Wi, de Wei Bi (China), y El Norte Argentino, de Marcos Zimmermann. Galería invitada de esta edición, el Espacio Caballero expondrá Irrealidades Globalizadas, de Juan Caballero. Y en la Fotogalería de la Casa de la Cultura de Almirante Brown, colgarán Treinta y Tres Tristes Trípticos, fotografías de Daniel Caldirola con poemas de Guillermo Saavedra.
Asia en el centro. Varios fotógrafos de Corea, país invitado, expondrán en los centros de la ciudad. Además, siete artistas participan de la exposición Yuen Yeung, de fotografía contemporánea procedentes de Hong Kong, hasta el 15 de agosto.
Ciclos de cine. En el C.C. Conti: Universos de la Fotografía Alemana, los días 14, 21 y 28 de agosto. En la Alianza Francesa: Maestros de la Fotografía, con proyecciones diarias del 8 al 12 de agosto.
Foro de portfolios. En estas clínicas, editores y curadores de todo el mundo orientan a fotógrafos locales para encontrar la mejor forma de difusión de sus trabajos. Se realizará en la Alianza Francesa, del 8 al 12 de este mes, con la presencia de directores de museos y festivales, curadores, galeristas y editores
El retrato latinoamericano que Bischof tomó antes de morir
Como contracara de las imágenes bélicas que lo hicieron célebre, en los años 50 el fotógrafo de Magnum viajó por el continente para conocer a los anónimos protagonistas de la vida en la región
A mediados de los años cincuenta, mientras Robert Frank emprendía en Nueva York, seguramente sin saberlo, el más grande desafío al lenguaje fotográfico de su época -que cristalizaría en un libro llamado Los americanos-, otro fotógrafo también suizo de origen, pero unos diez años mayor, huía de la gran metrópoli norteamericana con destino a América del Sur, en busca de otras formas de vida en sociedad que no fueran ni la locura consumista de los norteamericanos ni el recuerdo espantoso de la guerra.
Werner Bischof tenía 37 años y era uno de los mejores fotógrafos de la legendaria agencia Magnum. Atrás había dejado a su familia y su trabajo como fotoperiodista, que lo había llevado a documentar la destrucción de Europa y su posterior reconstrucción. Su temprana formación en bellas artes y diseño gráfico lo incitaba ahora a buscar temas más relacionados con sus inquietudes estéticas. Y las imágenes que capturó del horror bélico encontraron la contracara perfecta en la convulsionada vida de nuestros países. No era el paraíso, pero sí podía sentir una energía nueva que lo impulsaba a fotografiar con la vitalidad de sus primeros años.
Al poco tiempo de cruzar a México, su compañera Roselina regresó a Zurich para dar a luz a Marco, el segundo hijo de la pareja. Desde ese momento, Bischof emprendió una larga travesía en la que se proponía llegar hasta Tierra del Fuego y desde ahí cruzar el Atlántico hacia el continente africano. Pero en mayo de 1954 murió en un accidente en la cordillera de los Andes, en Perú.
A propósito de los cien años del nacimiento de este gran fotógrafo, el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco inaugura hoy la muestra Werner Bischof, Fotografías de América, con curaduría de Marco Bischof, Jorge Cometti y Laila Makarius. En suma, cincuenta escenas de aquel breve recorrido por México, Panamá, Perú y Chile. Las impresiones, en tamaños no superiores a los 40 x 50 centímetros, fueron realizadas en Suiza con la directa supervisión de su hijo Marco, que desde la muerte de su madre, en 1986, está a cargo del cuidado, la investigación y la difusión del archivo de su padre.
Coincidentemente, el ciclo de exhibiciones del museo cumple quince años en el quehacer fotográfico argentino. En este tiempo, se enfocó en mostrar la realidad del continente a través de la mirada de artistas americanos, de origen o por adopción, y de viajeros que ayudaron a construir nuestro acervo visual. De Marc Ferrez, Edward Curtis, Martin Chambi, Leo Matiz y Pierre Verger a Juan Rulfo, Liborio Justo o Robert Frank, han ido dibujando un camino visual en consonancia con la colección hispanoamericana que alberga la institución. Jorge Cometti, director del museo, subraya en su texto introductorio del catálogo la línea ideológica que atraviesa este ciclo: "Tratamos a través de este pertinaz camino museográfico de recordar(nos) y presentar a las nuevas generaciones aquellos lazos identitarios y estéticos que nos distinguen y que contrastan con las tendencias hegemónicas de la imagen que impone el mundo moderno".Cometti agrega: "Con sus fotografías americanas, Bischof descubre subjetividades. Su mirada nos permite abrir una ventana y encontrarles múltiples significados a esas imágenes. Encontrarnos con verdaderos sujetos. Bischof era primero que nada un fotógrafo de personas".
Las fotografías de Bischof dejan ver su necesidad de orden visual, utilizando con precisión las herramientas del encuadre y el desenfoque. Su visión es celebratoria de las culturas que retrata. La pobreza que muestra nunca es miseria. La vida rural domina el conjunto. Son pocas las imágenes de personajes conocidos o de la vida en las ciudades. Dos retratos de Frida Kahlo en la intimidad de su casa son casi la excepción notoria entre los numerosos rostros de hombres, mujeres y niños anónimos. Bischof se desencanta de lo que encuentra en el México transformador que imaginaba. En una carta a su amigo Ernst Scheidegger en Zurich, escribe: "De la revolución quedó poco; los generales se construyeron casas señoriales, los reaccionarios volvieron del extranjero y sería bueno que despierte un nuevo Zapata. Me parece que los pobres, los campesinos, se han resignado a esto, que todo en la política son hermosas palabras que no llevan a nada nuevo".
El desencanto se confirma cuando llega al Machu Picchu, en Perú. Allí lo sorprende con desagrado cómo la industria del turismo ha contaminado la herencia arquitectónica de la cultura incaica. "Sagrada civilización, ¡te odio!", le escribe a Roselina.
En esta búsqueda de lo que todavía no ha sido corrompido, Bischof expone la inocencia de los rostros de jóvenes y niños en sus travesías en la montaña o en las rutinas cotidianas de pueblitos perdidos donde la civilización occidental apenas se insinúa. La foto del niño peruano tocando su flauta es el emblema de la muestra.
En la foto de un hombre negro vestido de blanco que contempla desde un ferry el canal de Panamá durante la celebración de su 50° aniversario, Bischof deja ver esa tensión entre nuestros pueblos originarios y la civilización incontenible que viene a transformarlos sin miramientos. "Necesito de la naturaleza, odio la vida civilizada, quiero volver aquí otra vez y filmar." Así cierra la última carta a su mujer, días antes de su muerte.
Las personas, en primer plano
Foto: Museo Fernández Blanco
Emblemática. Una de las imágenes más famosas de este autor es la del niño con su flauta de camino en Cuzco, y representa, paradójicamente, el menos extenso de sus proyectos fotográficos: el sueño de una América del Sur incontaminada por la era de las guerras del siglo XX
Sencillamente Frida. Entre tantos seres anónimos, se exponen dos retratos de la artista mexicana en la intimidad de su casa
Contemplación en Panamá. Sentado en la cabina de un Ferry, un hombre observa la celebración del 50° aniversario del gran canal
PARA AGENDAR
Museo Fernández Blanco, Palacio Noel Suipacha 1422. De martes a domingos; $ 10; miércoles, gratis
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