martes, 7 de febrero de 2017

CUESTIONES MÉDICAS

INVESTIGADOR, DR. RICARDO " EL MORDAZ "

ALTIBAJOS EN LA INFORMACIÓN MÉDICA
Es indudable que en el caso de las ciencias médicas, toda investigación realizada a nivel experimental o clínico, necesita ser difundida con el objeto de informar el nuevo avance o hallazgo, para conocimiento de los demás investigadores y de los profesionales médicos.
Este artículo tiene por objeto analizar algunos aspectos negativos de las publicaciones científicas, que consisten en información agobiante, de escasa o nula utilidad, tendenciosa y en muchos casos respondiendo a los intereses de la industria farmacéutica.
La desbordante producción científica
Las primeras revistas científicas surgieron en el siglo XVII y fueron solo 2, una francesa el Journal des Savants y una inglesa la Philosophical Transactions of the Royal Society. Con el transcurso de las décadas, el número fue aumentando y últimamente alcanzó un ritmo de 3,5 nuevas publicaciones por año.
En la actualidad existen más de 25.000 revistas científicas, de las cuales alrededor de 6000 están abocadas al campo de la medicina y ciencias biológicas, que desde 1940 aproximadamente publicaron más de veinte millones de artículos. Si nos restringimos a la disciplina de la cardiología, vemos que existen más de cien publicaciones sobre la especialidad y son numerosas las que solo tratan aspectos específicos. Es así que nos encontramos con revistas dedicadas exclusivamente a la hipertensión arterial, la insuficiencia cardíaca, la cirugía, los estudios por imágenes, el electrocardiograma, o el colesterol, para citar algunos ejemplos.
El médico se encuentra ante una oferta exuberante de artículos, donde el exceso de información termina produciendo desinformación.



Utilidad de los estudios publicados
Es ocioso señalar, que dentro de esta enorme producción científica hay trabajos excelentes, buenos, regulares y malos. La validez de un estudio se mide por los siguientes parámetros:
La calidad de la metodología empleada.
El aporte novedoso o la utilidad que ofrece a la sociedad.
El número de pacientes incorporados en el protocolo (no es lo mismo un estudio sobre 20 pacientes que uno que incluye a 500 o más casos).
La independencia de los autores respecto de la industria farmacéutica.
Este último aspecto es relevante porque las compañías farmacéuticas patrocinan muchas investigaciones y no solo promocionan sus fármacos sino también las enfermedades que puedan ser tratadas con sus productos. En este aspecto siguen la lógica comercial de cualquier empresa que es crear una demanda para satisfacer una necesidad.
Richard Smith fue, durante 13 años, director del British Medical Journal, una prestigiosa publicación de medicina. Durante ese período, además de ser uno de los primeros promotores de la edición electrónica de la revista, se preocupó para que mantuviera un nivel de excelencia científica, junto con la amenidad de sus contenidos. Su experiencia lo califica para expresar juicios sobre los manuscritos que se publican y una de sus sentencias es lapidaria. Smith sostiene que de los miles y miles de estudios originales que figuran en las revistas, solo el 1% aproximadamente es a la vez válido y relevante para los profesionales médicos.
Presión para publicar
El jefe de un departamento médico, cualquiera sea la especialidad, es evaluado por la universidad a la que pertenece, a través de diversos parámetros que determinan su nivel de desempeño. Uno de estos parámetros es el número de manuscritos publicados. Si el rendimiento anual fue de 3 o 4, corre serio peligro de ser reemplazado en el cargo.
Por lo tanto, está obligado a producir el mayor número de trabajos científicos. Esto significa que no produce estudios en forma espontánea sino bajo presión, lo que impacta en la calidad de las publicaciones.
Se puede citar el ejemplo del doctor FV, un reconocido cardiólogo de un prestigioso centro de Estados Unidos. FV es uno de los más prolíficos ya que publica un promedio de 50 trabajos por año, lo que implica dedicar 8 horas diarias todos los días hábiles para producir un estudio por semana. 


Esto es imposible porque FV debe atender funciones administrativas, asistenciales y ateneos del servicio. Como se ha transformado en un referente importante de la cardiología, una parte sustancial de su tiempo la agota asistiendo a prácticamente la mayoría de los eventos sobre la especialidad que anualmente tienen lugar en su país y en el mundo, donde es invitado y debe preparar sus conferencias. FV logra este sorprendente rendimiento de la siguiente forma: distribuye las distintas líneas de investigaciones entre los miembros de su equipo, quienes a su vez hacen trabajar a los residentes.
El resultado es que se pueden contar con los dedos de una mano las publicaciones cuya información es de aplicación útil para el cardiólogo que las lee. Es probable que algunos de sus trabajos serían rechazados si estuvieran firmados por un investigador poco o nada conocido, pero como se trata de FV, el comité de evaluación de la correspondiente revista que recibe su manuscrito, lo evalúa con ligereza y lo aprueba.
Otra forma de incrementar el número de publicaciones es recurrir a los “refritos”, es decir que a un trabajo que ya fue publicado en una revista, se le cambia el título, se modifica el texto y si es posible se aumenta el número de casos y se lo envía a otra revista.
También están de moda los llamados “metaanálisis”. Se trata de hacer una tarea de búsqueda sobre todas la publicaciones que se realizaron sobre un determinado medicamento, sumar los resultados y definir su eficacia, seguridad y tolerabilidad. Quienes realizan el metaanálisis no aportan novedad alguna, se limitan exclusivamente a una actividad de pesquisa y el resultado tiene valor cuando los estudios incluidos fueron sometidos a una selección exigente basada en la calidad de la metodología y el número de pacientes. Si un metanálisis incluyó estudios donde hay gran disparidad de casos, o distintos criterios metodológicos, los resultados tendrán un valor muy relativo. 


Los antiestudios
Se me ocurre llamar así a las publicaciones que no solo son inútiles, sino que también pueden ser perjudiciales para la sociedad.
En 1998 la prestigiosa revista inglesa The Lancet, publicó un artículo que demuestra, la ligereza con que los revisores científicos pueden evaluar un manuscrito incluso en revistas de ese calibre. El artículo que tenía la firma de Andrew Wakefield, junto con una docena de autores, denunciaba la aparición de 12 casos de niños que recibieron la triple vacuna (sarampión, paperas y rubéola) y presentaron un trastorno intestinal indefinido asociado con cuadros de autismo.
Si bien la publicación no establecía una relación de causa-efecto entre la vacuna y el autismo, el periodismo metió las narices y consideró que podía ser una “noticia bomba”. El resultado fue un descrédito por parte de un sector de la sociedad, hacia las vacunas en general. Se trataba a todas luces de un fenómeno casual y no causal y con el tiempo se supo que Wakefield, ocultó lo que se llama “conflicto de intereses”, o sea que recibió dinero de un grupo de padres para ver si existía alguna base científica que permitiera emprender acciones legales contra el laboratorio productor de la vacuna.
Al poco tiempo,diez de los trece actores se retractaron de la interpretación sobre una posible relación causal entre la vacuna y el autismo, pero a semejanza de la calumnia, una vez difundida la idea es muy difícil borrarla de la mente de las personas. La cruzada antivacunación se mantuvo en el tiempo y la consecuencia grave es que en los Estados Unidos aumentó en forma alarmante la tasa de niños no vacunados. Recién cuando se produzcan numerosas muertes por enfermedades que pudieron prevenirse con las vacunas, se logrará revertir esta histeria colectiva.
Veracidad de los estudios científicos 


Han salido varias voces de alarma que cuestionan la veracidad de un número importante de estudios científicos. Por ahora la balanza entre el aporte útil y veraz de las publicaciones científicas y la producción falsa o irrelevante, parece inclinarse a favor del primer platillo. Sin embargo es innegable que existe demasiada investigación superflua, confusa e inservible. También existen sospechas fundadas de que los resultados de muchos trabajos, especialmente aquellos patrocinados por la industria farmacéutica, exageraron las ventajas y minimizaron los efectos adversos de un determinado fármaco.
El epidemiólogo griego John P. A. Ioannidis en el número de agosto de 2005 de la revista PLoS Medicine, fue contundente al sentenciar que la mayoría de los hallazgos biomédicos son decididamente falsos.
Esta situación difícilmente se revierta mientras exista un exceso de producción de artículos, producto de la vanidad de algunos para adquirir renombre o de la presión a que son sometidos otros por la institución a la que pertenecen o por la influencia de la omnipotente industria farmacéutica.
Gonzalo Casino. Escepticemia. Cuaderno 34 de la Fundación Antonio Esteve.
Savović J, Jones H, Altman D, et al. Influence of reported study design characteristics on intervention effect estimates from randomised controlled trials: combined analysis of meta-epidemiological studies. Health Technol Assess 2012;16:1-82.
Smith R. Problems with peer review and alternatives. Br Med J (Clin Res Ed). 1988;296:774-7.
Wakefield AJ. MMR vaccination and autism. Lancet. 1999;354:949-50.

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