viernes, 3 de febrero de 2017
HISTORIAS DE BUENOS AIRES; PALERMO CHICO
Un recorrido por las curiosidades de Palermo Chico
El barrio guarda una casa que parece homenajear a la Divina Comedia; un palacio que tuvo pista de carreras en la terraza; la única escultura de San Martín de civil y una réplica de su casa en el exilio en Francia, entre otras joyas.
Estamos acostumbrados a caminar derecho. Representamos al tiempo como una recta. Así que no es raro que al tomar las callecitas curvas de Palermo Chico, uno pierda la brújula, además del acelere. Y menos, que lo haga contento.
Es que el maestro Carlos Thays diseñó en 1912 este escenario de cuento, más o menos, entre lo que hoy es Libertador, Tagle, Cavia y las vías. Y lo creó con un espiral arbolado para dejarse llevar, libre de la cuadrícula que rige la mayor parte de Capital.
Después llegaron las casonas, los palacios y las torres. Vecinos ricos y poderosos. Políticos. Actores. Embajadas. Y museos.
Pero los pájaros nunca se fueron. Y si la tarde está gris y fresca para el verano es difícil no evocar a París.
Claro que entre tipas, ceibos y otras especies de árboles autóctonos, frondosos –y cámaras y cámaras de seguridad–, hay más que petit hoteles y balcones decorados con gárgolas. Hay incluso más que alusiones al tudor, la recreación de un estilo inglés medieval, con las que también se suele describir al lugar.
Aquí se guardan “chismes”, chismes de un barrio coqueto que terminaron convertidos en memorias porteñas.
El barrio guarda una casa, que como el Palacio Barolo del Centro, parece homenajear a la Divina Comedia de Dante Alighieri. Un palacio que tuvo pista de carreras en la terraza. La única escultura de San Martín de civil y una réplica de su casa en el exilio en Francia. Además, una vivienda blanca y despojada, tanto que hizo que los vecinos, dueños de mansiones, se ofuscaran. “¡Afea el barrio!”, se cuenta que gritaban.
Sin embargo, esa vivienda, pionera del racionalismo en la Ciudad de Buenos Aires, sigue ahí. Sólo hay que prestarle atención, igual que a los pájaros, a metros nomás del tránsito intenso de Libertador.
1) “Palacio autódromo”. El Palacio Alcorta fue diseñado en 1927 por el arquitecto italiano Mario Palanti -creador del Barolo, entre otras celebridades porteñas-. Lo construyó en una manzana entera para una concesionaria que vendía autos Chrysler. Por eso, tuvo una pista para probarlos en la terraza: ”el estadio olímpico”, donde se cuenta que podían correr hasta a 100 km/h, también de noche. Luego lo reciclaron como lofts y oficinas, con jardín y pileta en la forma hueca que dejó la pista. También albergó al Museo Renault. Y hoy funcionan locales. En Figueroa Alcorta 3351.
2) “La redonda”. También es obra del italiano Mario Palanti, esta vez, junto a su colega Algier. Además de la torre-coronita con curvas de sello hindú y rejas con aires Art Nouveau, el portón principal tiene relieves que, para muchos, evocan al Dante, autor de la Divina Comedia, y Beatrice, su protagonista. Es decir: el Barolo (Avenida de Mayo 1370), la gran obra de Palanti, con sus cien metros de alto como cien cantos tiene la Divina Comedia -entre otras misteriosas coincidencias- no es la única que le habría dedicado al Dante. En Ortiz de Ocampo y Eduardo Costa.
3) San Martín, el abuelo inmortal. Así, El abuelo inmortal, se titula justamente este monumento único: no hay otro en Capital que recuerde a San Martín (1778-1850) anciano y de civil. Fue realizado por el escultor Ángel Ibarra García (1892-1972) en bronce y emplazado en 1951 en la plazoleta que se ubica a metros del cruce entre Mariscal Castilla y Aguado.
El Libertador de Argentina, Perú y Chile no lleva el sable corvo, ni va a caballo ni viste el uniforme militar. Lo rodean María Mercedes y Josefina Dominga, hijas de Merceditas, su hija con Remedios de Escalada, y de Mariano Balcarce. Se trata de las “nietecitas cuyas gracias no dejan de contribuir a hacerme más llevaderos mis viejos días”, contó San Martín en Grand Bourg, Francia, donde vivió exiliado entre 1834 y 1848.
“Mercedes se pasa la vida lidiando con las chiquitas que están cada vez más traviesas. Pepa, sobre todo, anda por todas partes levantando una pierna para hacer lo que llama volatín; pero entiende muy bien el español y el francés. Merceditas está en la grande empresa de volver a aprender el a-b-c que tenía olvidado; pero el General siempre repite la observación de que no la ha visto un segundo quieta”, escribió Florencio Balcarce, cuñado de Mercedes, quien estudiaba en París e iba a visitarlos fin de semana por medio. Así que no cuesta imaginar al general prestándoles las condecoraciones para jugar. “Si no sirven para hacer callar a una nieta, de nada habrían valido”, comentó San Martín, según señala Enrique Mario Mayochi en un trabajo publicado por el Instituto Nacional Sanmartiniano.
Vale la pena ojear el pedestal. Dar la vuelta al monumento. Tiene bajorrelieves que evocan hechos de la vida cotidiana de San Martín: “cultivando sus dalias“, “en la ribera del Sena“ y “limpiando sus armas“.
4) Grand Bourg. Enfrente de El abuelo inmortal está la réplica de la casa que San Martín habitó entre 1834 y 1848 en Grand Bourg, Francia. Fue realizada por el arquitecto Julio Salas e inaugurada en 1946. Es más grande que la que el general ocupó allá y alberga el Instituto Sanmartiniano desde 1933.
Dato: El reverso del billete de $ 500 que circuló durante 1964-75 en el país estaba ilustrado con la réplica de la casa de Grand Bourg en Buenos Aires. El grabado fue realizado por Pietro Nicastro, de la Casa de Moneda de la Nación.
5) Moderna. Hecha de rectas, esta casa es pionera del racionalismo en la Ciudad. La construyó en 1928 el arquitecto Alejandro Bustillo (1889-1932), sobre la base de la obra del pope de esa vanguardia, Le Corbusier (1887-1965). La encargó Victoria Ocampo (1890-1979), escritora, traductora y creadora de la revista Sur, puente con intelectuales locales y del exterior.
Todavía llama la atención por la apariencia austera. Así que en aquellos años, cuando aún se levantaban palacios en Capital y el Art Nouveau estaba de moda, “Victoria tuvo que soportar la oposición del vecindario, que la acusó de afear el barrio“, recuerdan en Proyecto Villa Ocampo, dedicado a preservar su legado, con participación de la Unesco y otras entidades.
En los ’30, la casa se convirtió en sede de la redacción de Sur, en la que colaboraron Borges, José Ortega y Gasset y Octavio Paz, entre otras figuras. En 2005 abrió la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes. En Rufino Elizalde 2850. NR
J. S.
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