sábado, 4 de junio de 2016
HABÍA UNA VEZ...
LA LAGUNA DE EPECUÉN
por Susana Carmen Otero
La laguna de Epecuén está enclavada en el sudeste de Buenos Aires, Argentina, muy próxima a la ciudad de Carué.
Las aguas de esta laguna tienen la particularidad de ser saladas y de un alto nivel terapéutico para tratar diferentes dolencias como reumatismo y la artritis entre otros lo que llevo al lugar a adquirir fama como centro turístico.
Debido a una lamentable inundación acaecida en el mes de Noviembre de 1985, a las aguas de la laguna se sumaron elevadas cantidades de aguas recogidas de ríos vecinos trastocando los valores y la naturaleza de dicha laguna.
Este lamentable suceso ha sido considerado como una verdadera catástrofe.
Dicen que dicen ...que un cacique pampa conocido por su ecuanimidad, tenía una hija de una flagrante belleza cuyo nombre era Epecuén.
Eran varios los jóvenes de la comunidad que deseaban compartir con ella las lunas venideras.
Según su padre, era hora de elegir su pareja pero como Epecuén no se decidía, su padre resolvió que aquel que triunfara en un torneo de lanzas y escudos y siempre que la joven aceptara, sería la futura pareja de Epecuén.
Entre los contendientes se encontraba Carué, al que todos conocían por su corazón puro y al que Epecuén había dedicado varias sonrisas durante la disputa.
Alentado por la aceptación implícita de la joven, Carué resultó ser el vencedor.
Epecuén y Carué formaban una linda pareja y por muchas lunas vivieron felices.
Sin embargo, a veces, cuando uno menos se lo espera, algo sucede que empaña esa felicidad.
De buenas a primeras Carué fue afectado por un extraño mal que poco a poco iba cercenando sus movimientos.
Epecuén que tanto amaba a Carué fue aplastada por un inmenso dolor , sólo atinaba a llorar y llorar y suplicar a los dioses , de ese abundante llanto surgió una laguna. Carué, atraído por el incesante llanto y los tristes lamentos de su amada se llego, no sin esfuerzo, hasta el lugar pero, al llegar a la orilla de la laguna, debido al fuerte dolos de sus huesos, trastabilló y cayó en las aguas de la laguna, cuyas aguas no eran, ni más ni menos, que las lágrimas de Epecuén.
Varios de sus amigos lo trajeron nuevamente a tierra firme.
Pero cual no sería la sorpresa al ver que milagrosamente los miembros enfermos y adoloridos habían sido aliviados.
El lugar fue adquiriendo fama y muchas personas concurrían allí en busca de esas milagrosas aguas que tenían el poder de curar las dolencias.
Ese poder fue transmitido de generación en generación hasta nuestros días.
Ahhhhh!!!!!, me olvidaba, Epecuén y Carué tuvieron varios hijos y vivieron felices por infinitas lunas.
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