lunes, 1 de agosto de 2016

DIÁLOGO DE GENIOS; DIEGO GOLOMBEK Y MARTÍN HADIS

PARA LEER CON CALMA O.... DEJALO PARA DESPUÉS
Ciencia en ficción vs ciencia ficción
Martes de Eterna Cadencia
Diego Golombek y Martín Hadis compartieron una charla abierta en la que hablaron de la retroalimentación que se da entre ciencia y literatura. 


El encuentro estaba previsto para que abordaran la ciencia ficción, pero rápidamente nos dimos cuenta que saltaban el cerco. Unas semanas atrás, Diego Golombek y Martín Hadis, en un encuentro muy animado, mantuvieron una charla abierta en la que hablaron de la retroalimentación que se da entre ciencia y literatura. Casi sin esfuerzo dejaron algunas definiciones bastante interesantes, entre otras cosas distinguieron ciencia ficción de ciencia en ficción, criticaron el discurso escolarizado que elimina la belleza de la explicación científica y señalaron los dogmas que subyacen en ambos terrenos que se jactan de estar alejados del principio de autoridad que impone la religión.

Estos son algunos pasajes de la charla:

Diego Golombek: La ciencia y la religión definitivamente no se tocan y cuando se tocan es para mal. En todo caso puede haber una ciencia de la religión muy fructífera, pero los intentos de juntar ciencia y religión son absolutamente vanos e inútiles. No así ciencia y literatura: la suposición de que ciencia y literatura van por carriles separados responde a una idea muy fundada en la que la ciencia expone y explica cosas y como resultado eso les quita su belleza intrínseca, cosa que los literatos -o los artistas- le agregan. Yo estoy absolutamente en contra de esa visión, creo que, justamente, explicar y entender cosas las vuelve más bellas.
En el último disco de Fito Páez -que de paso no está muy bueno-una canción dice "parecés una flaca de Exactas explicando lo que no hay que explicar". Es exactamente lo que se suele pensar de la ciencia. Si explicás algo le quitás poesía, le quitás belleza. Yo creo que sucede lo contrario, lo que pasa es que estamos acostumbrados a una ciencia escolar que sí le quita belleza al mundo. Pero hay otra ciencia que le agrega y que al explica algo lo ilumina al igual que cuando leés un cuento, una poesía, una ficción. Se juntan mucho más de lo que podríamos pensar, más allá de las juntadas de facto cuando un escritor le brinda credibilidad a su trama porque se asesoró científicamente. Me fascina esa literatura: localmente Guillermo Martínez; Ian McEwan, David Logde. La maravilla de leer a esos tipos es que les creés inmediatamente porque hay un trasfondo, además de estar muy bien construido, están muy bien asesorado y muy bien construido científicamente.

Creo que las analogías son bastantes diferentes. Ciencia y religión no se tocan y no se deben tocar. En todo caso que se autotoquen y se autosatisfagan respectivamente, pero ciencia y literatura se tocan y se deberían tocar un poco más.

Martín Hadis: Me quedé pensando en esto de la belleza, la religión, la literatura. Estoy de acuerdo con Diego en que al explorar más y al descubrir más sobre cómo funcionan las cosas y cómo funciona el Universo, en realidad se descubre más elegancia. Es cierto que la ciencia escolarizada es muy aburrida, a mí siempre me fascinó la ciencia, pero en el colegio me aburría ¡muchísimo! Me aburría por el profesor, no por la disciplina.

Pero creo que entre ciencia y religión hay un punto de contacto. Entiendo por qué Diego dice que no deberían tocarse porque son sistemas de pensamiento totalmente distintos. La ciencia busca avanzar cuestionándose continuamente mientras que los sistemas religiosos en general tratan de evitar el cuestionamiento porque si no, en muchos casos, se desbaratarían. Pero hay un punto de contacto que tiene que con una sensación de maravilla que me hace acordar a lo que sentía cuando veía Cosmos de Carl Sagan.

DG: Pero si lo remitís a la religión, lo remitís a un sistema muy concreto de dogmas, milagros y verdades reveladas.

MH: Pero yo me refiero a la sensación de maravilla.

DG: La sensación de maravilla e iluminación no sólo se comparte con la religión sino con cualquier fenómeno cultural que te brinde esa sensación: ver una obra artística, un fenómeno social, estar con tus hijos... Lo comparte con cualquier sensación de descubrimiento. La gran diferencia es que la religión se basa en lo que la ciencia del siglo XVIII viene a romper, que es el principio de autoridad. Para la religión las cosas son así porque las dice el Papa, para el laburo las cosas son así porque las dice tu jefe, para la familia son así porque te las dice tu esposo [Risas]: para la ciencia son así porque alguien las demuestra. Esa es una revolución enorme que se opone tanto a la religión que por eso a la ciencia le costó tanto despegar, estuvo apagada durante toda la Edad Media y recién cuando aparecieron algunos huecos apareció una ciencia que llegaba con tanto empuje que no se pudo detener.

Estoy de acuerdo con la sensación de descubrimiento de iluminación, que, de hecho, es una sensación que explica la ciencia. En lugar de hablar de ciencia o religión o ciencia vs religión, hablemos de ciencia de la religión: qué le pasa a un cerebro religioso. Es una ciencia relativamente reciente, la llaman la neuroteología. Cuando una persona está rezando o tiene una iluminación o siente a un ser superior se prende ciertos cachos de cerebro. No sólo eso: podemos agarrar a cualquier descreído, estimularle esos cachos de cerebro y se vuelve religioso por ese rato. Eso me parece maravilloso, no entiendo cómo la Iglesia todavía no se percató de esta técnica para captar adeptos. [Risas]

[Intervención del público] Es una sensación de epifanía.

DG: La sensación de epifanía es una sensación de epilepsia. Los grandes visionarios, Juana de Arco, eran epilépticos. Cuando leés lo que les pasaba ves claramente que eran epilépticos. No sólo epilépticos: epilépticos temporales izquierdos. Eso no quita que hayan sido personajes impresionantes, pero de nuevo: ¿qué pasa si explicás científicamente una epifanía? ¿Le quitás valor? No, claro que no.
MH: Lo interesante de la literatura y en particular de la ciencia ficción es que se puede tomar ciertas licencias y asumir que cuestiones que no están resueltas efectivamente lo están y a partir de eso empezar a hacer hipótesis. Es como saltearse varios pasos. Eso es un experimento mental fascinante pensar cómo va a ser la tecnología de acá a tres siglos. Obviamente no podemos saberlo y la calidad de una predicción se deteriora cuanto más adelante nos lleva, así que funciona como ejercicio mental, pero creo que por eso es interesante. También es interesante pensar que muchas de las ideas que aparecen como fantasía terminan volviéndose realidad por una razón o por otra.

DG: Uno está acostumbrado a pensar a los científicos como muy cuadrados -hay algo de eso-, muy nerds, muy enfocados en un tema y que tienen un lenguaje unívoco ergo difícil, pero la ciencia también tiene su retórica y ese es otro camino de ida y vuelta. Un científico tiene que convencer, no puede escribir cualquier cosa y pensar que todos van a decirle que sí, van a poner dinero a su disposición para realizar experimentos. El paper es un género literario: el paper es nuestra carta de presentación. Nos juzgan por lo que publicamos en revistas internacionales o en libros. Eso también es literatura. La ciencia tiene una faceta de retórica, de persuasión. En ese sentido los científicos más leídos o más literatos tienen cierta ventaja.

Por otro lado, en literatura la vertiente que me interesa es la que señaló Carl Jderassi. Jderassi es el inventor de la píldora anticonceptiva, un austríaco que vive en Estados Unidos que se llenó de guita con la píldora y se dedicó a ser mecenas de arte y a escribir. El habla de un género llamado "ciencia en ficción" a diferencia de la "ciencia ficción", que es una literatura de anticipación. La ciencia en ficción básicamente significa utilizar la ciencia dentro de la trama. El ha escrito una serie de novelas, ha escrito teatro. Y cuando leés eso y está bien hecho, lo leés con la misma pasión que cuando leés cualquier otra obra literaria. Hay algo que te atrapa. Hay muchos ejemplos de esto. Por ejemplo: Houellebecq. Era bioquímico o biotecnólogo antes de dedicarse a escribir y sus novelas se basan en eso, en la esencia de lo humano visto por un científico. Jorge Volpi, un mexicano que me encanta, tiene una novela sobre física, se llama En busca de Klingsor, que editó Seix Barral. Es la historia de cómo los nazis buscaron la bomba atómica. Y vos lo leés y más allá de que te interese la ciencia, lo leés con la pasión que el tipo destina por el objeto de lo que está hablando. Habla de lo profundamente humano en la competencia entre voluntades en una historia de guerra y pasiones. La ciencia tiene mucho que decir de eso. Eso me interesa aún más que la ciencia ficción, la literatura de anticipación. Ese momento de encuentro entre ciencia y literatura es raro, pero que cuando se da, como lector me fascina.

MH: Lo que más me interesa en la literatura de anticipación es ver qué le pasa a la humanidad cuando se enfrenta a ciertos cambios bruscos. Me gusta leer sobre tecnologías disruptivas, esas tecnologías que cambian todas las reglas del juego. Hay muchos escritores que, más que interesarse por el cómo se puede implementar una tecnología, echan a rodar ideas sobre cómo puede llegar a ser el mundo del futuro partiendo de ideas que son muy alocadas, pero que te obligan a pensar. ¿Qué pasa si funciona la fusión nuclear y la energía se vuelve gratuita para todo el mundo? Esto cambia absolutamente todo.

Lo que aporta la ciencia es la posibilidad de ver la trayectoria de la humanidad como una serie de cambios disruptivos. Cómo le explicaríamos las cosas que hacemos en el día a día a gente que vivió hace diez mil años. Es lo mismo que me pregunto cuando juego con la posibilidad de que existan otras civilizaciones en otras estrellas: cuáles serán sus problemas.

DG: Hay cánones en ciencias también. Hay modas; si te apartás de las modas lo pagás. Si mandás un paper a una revista top de algo que va en contra del -no lo querría llamar dogma pero eso- el dogma, no te lo publican. Tenés que hacer chiquicientos millones de experimentos para mostrar que puede haber algo de cierto en lo que estás diciendo porque no estás cumpliendo con la forma de lectura del momento. Eso lo vivimos todo el tiempo: no sólo que lo vivimos sino que nos censuramos por eso. Cuando hacés un experimento que estás repitiendo de algo ya conocido y te da distinto no te gusta nada. Te decís "pará no me lo va a creer nadie".

MH: Me hacés acordar de una frase de Sagan que decía que las afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias.

DG: Sin duda. Y también requieren muchísima grandeza para aceptarlas. Quien evalúa eso tiene que tener la grandeza de ponerse por arriba y ver que puede ser posible. A cualquiera de nosotros le llega un paper que va contra el dogma y... Dogma en el sentido de paradigma de Kuhn, si bien se supone que el dogma no existe en ciencia, utilizamos la analogía permanentemente. La biología molecular tiene el llamado dogma central que es un gen, una proteína. Ya no se usa porque se vio que no alcanza para describirlo, pero durante décadas se lo llamó dogma central de la biología. Hace un rato yo dije que la ciencia no responde al principio de autoridad: hay contradicciones.

MH: Tal vez es un parámetro de inercia. En la religión el parámetro es absoluto, en la ciencia tiene un valor inferior. Si lo llevamos a la ciencia ficción, últimamente esto parece haberse perdido. Pero yo creo que el arte tiene que ver con romper los dogmas. En todas las disciplinas, no sólo la literatura. Al mismo tiempo, creo que una de las formas de lograr la elegancia es saber variar aunque manteniendo cierta estructura. Mantenerse en una estructura sin salirse de ciertas reglas pero allí adentro conseguir jugar: es en ese juego donde entra la verdadera creatividad. Si uno puede hacer cualquier cosa no es divertido. Hay experimentos literarios que se toman cualquier licencia, eso no me atrapa para nada. Aunque es completamente subjetivo, creo que la gracia está en innovar con ciertos parámetros.

DG: Estoy de acuerdo aunque me parece que es difícil en ciencia ficción porque estamos limitados para imaginar otras realidades. Yo no soy un gran lector de ciencia ficción, es algo que leo poco, pero la gran mayoría de las otras realidades son tan parecidas a la nuestra que en el fondo son analogías. Todos los extraterrestres -o el 90%- son antropomorfos de simetría bilateral: dos patas, dos ojos, si tienen antenas tienen dos. Nos cuesta mucho romper con nuestra historia natural e imaginar mundos distintos. Las veces que aparecen uno se queda impresionado. Y a veces aparecen en el lugar menos pensado: Michael Crichton, que también era médico investigador de Harvard, tiene una novela en donde hay una invasión extraterrestre que son bacterias. Eso es mucho más verosímil y más aterrorizador a que vengan marcianitos verdes con dos ojos. Seguramente muchas veces llegaron bacterias si uno asume que hay bacterias en el universo.

Cuesta mucho salir de la vida tal cual la conocemos. Los grandísimos escritores de ciencia ficción lo han logrado. Y otros, dentro del esquema antropomorfo, han logrado innovar. Bradbury es absolutamente antropomorfo. En las crónicas marcianas no se podría dividir gente vs. extraterrestres, pero sin embargo logra escindir la realidad que tenemos y ponerte en otro lado. Eso es lo que deslumbra. Que el tipo pueda ponerte ahí.

MH: Arthur Clarke tiene un libro que se llama Cita con Rama y es genial porque rompe el paradigma de contacto con una civilización extraterrestre. Llega un asteroide al sistema solar que luego resulta ser artificial, logran abordarlo y hacen toman contacto con algo, pero no se entiende si lo que hay ahí son seres biológicos o robots o algo que esté en el medio. Finalmente se van sin entender realmente qué pasó. No sucede nada de lo que se esperaría. ¡Además tienen simetría triple! Finalmente no se sabe si hubo contacto o no.

Otra rotura de paradigma que me gustó mucho fue con una película -que no tuvo demasiado éxito aquí- que se llama District 9, donde los extraterrestres son una especie de exiliados pobres, terminan aislados en un gueto de Sudáfrica, comen comida para gatos. Siguen siendo antropomorfos pero me gustan esas vueltas.

Seguramente, si alguna vez sucede dentro de muchos siglos, cuando hagamos contacto con una civilización extraterrestre, no se va a parecer en nada a lo que nos imaginemos.

DG: ¡Ni siquiera vamos a saber si están vivos! Hay una disciplina relativamente reciente que es la exobiología. Justamente se trata de imaginar cómo sería la vida extraterrestre. Eso conlleva una definición de vida y no tenemos una buena definición de vida. No sabemos qué es la vida en términos que podamos poner en ecuaciones o en reacciones químicas. Algo tan básico como la pregunta "qué es la vida" no tiene respuesta: tiene múltiples respuestas, lo que es lo mismo que decir que no tiene ninguna. El trabajo de los exobiólogos es doble: por un lado imaginar cómo podrían vivir los seres humanos fuera de la Tierra y la biosfera -ese, me parece, es trivial-; y por otro lado, te encontrás con algo: ¿está vivo o no? Esa pregunta es absolutamente de ciencia ficción. Muchas veces se resuelve fácil porque lo vivo es lo que nosotros reconocemos como vivo (dos patas, dos brazos, lo que fuera); pero hay veces que no. Los exobiológos tienen que ocuparse cuando no es tan obvio como que se te acerque un coso que te diga "llevame a tu líder". [Risas]

Es fascinante imaginarte qué es la vida fuera de lo que vos conocés como vida. Es dificilísimo, es escindirte de tu propio sistema de realidades e imaginarte otro. Ahí la literatura es fundamental: sin literatura no se puede definir.

DG: La clonación es un concepto que los científicos no hemos sabido comunicar. Cuando salió el proyecto Genoma Humano y se dijo que conocíamos todos los genes, los científicos, la prensa, los escritores lo tomamos como "ahora nos conocemos", ahora sabemos de qué estamos hechos. Sabemos más -qué duda cabe-, pero no es todo lo que sabemos. Por ejemplo, somos 98,5% chimpancés porque nuestro genoma es un 98,5% igual a los chimpancés, pero en todo caso, eso no nos define. Somos 50% bananas, porque el 50% de nuestros genes es igual al de las bananas. Es erróneo el concepto de "somos nuestros genes", es erróneo y choto, porque es un concepto determinista: sos así y se acabó.

En parte somos lo que traemos de fábrica y en parte (una parte mucho más grande) lo que hacemos cuando eso que traemos de fábrica. En general eso no aparece en la literatura, no aparece en la ciencia ficción, los clones que he leído o visto en películas son iguales, exactamente iguales. Y si uno piensa en clones como gemelos idénticos, no son iguales: son muy diferentes. Eso es algo en que hemos fallado en la comunicación de la ciencia, hemos sido muy vanidosos al decir "sabemos de qué se trata, sabemos todo lo que hay que saber de los seres humanos".

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