domingo, 7 de mayo de 2017
BALLETS PARA NIÑOS
Ballet para chicos: ingredientes clave de una buena receta
Generar nuevos públicos no es tarea sencilla, pero con propuestas de calidad enfocadas en el cuento, la duración y los personajes la experiencia de la primera vez puede ser definitiva
Alumnos de escuelas públicas en una función de Sylvia
"Cuando tenía 8 años vine por primera vez al Teatro Colón en una visita guiada. Me enamoré del edificio. Y quiero que eso les pase cada vez a más chicos." La que habla es Eugenia Schvartzman, coordinadora del Área de Formación de Nuevos Públicos del gran coliseo argentino. De ella depende, por ejemplo, el programa Vamos al Colón, en el marco del cual la semana pasada 1760 alumnos de escuelas primarias de la ciudad asistieron a una función del ballet Sylvia. La cuestión es: ¿cómo garantizar que estos espectadores de guardapolvo blanco vuelvan, cómo hacer para que sean parte de un nuevo público de ballet? Este año la cartelera reserva varias propuestas del género para ver en familia. Consultados por la nacion en busca de la receta perfecta para un ballet infantil, los creadores de estos espectáculos dieron con tres ingredientes clave.
Que la duración permita sostener la atención
Sin pensar en casos de hiperactividad, es evidente que la atención es un bien escaso. "El acceso de los chicos a la tecnología es cada vez más temprano. Creo que eso ha acortado la atención para el formato teatral en general -advierte el coreógrafo Alejandro Cervera, quien este año pondrá en escena Alicia en el País de las Maravillas-. Por eso las situaciones dramáticas deben ser claras y atractivas visualmente. Y las escenas, coreográficamente dinámicas."
La tendencia mundial en ballet para chicos es que duren entre 45 y 80 minutos. Que los intervalos se eliminen. Y que las tecnologías de proyección e interacción se hagan cada vez más necesarias. Por ejemplo, la reciente suite de Sylvia, de Ashton, fue acortada para la ocasión a 70 minutos de los 120 originales.
¿Cómo se encuentra la síntesis? Quitando danzas grupales que no son imprescindibles. O momentos de presentación de los personajes. O las partes instrumentales que introducen cada acto.
Federico Fernández firma autógrafos para chicos.
Que haya un cuento para contar
El primer ballet que se ve muchas veces se convierte en el favorito. Así le pasó a Juan Lavanga, adaptador y guionista del Ballet Metropolitano para el ciclo infantil que lleva varias temporadas exitosas en el Konex. Vio a Olga Ferri en Las sílfides y, aunque a lo largo de su vida ha conocido muchas otras obras, a ésa le tiene un cariño muy especial. "El grande puede tener sus pruritos y efectuar toda una elaboración; el chico no, si le gusta lo toma, caso contrario la deja", advierte el productor.
El rol del programa de mano es fundamental. En el caso de las funciones de Vamos al Colón, los personajes principales son presentados visualmente y el argumento se detalla también de manera gráfica. En la propuesta del Metropolitano, el argumento está contado con un formato de cuento. "Tratamos de ser fieles a la esencia del relato, pero lógicamente nos tomamos licencias para atrapar al espectador, porque siempre tenemos un mago o un hada que va narrando el argumento en escena", comenta Lavanga.
Personajes claramente identificables
Es bueno contar con un narrador en escena que cuente lo que se baila. El público suele desarrollar empatía con ellos. Y mucha fascinación por los malvados. En la función de Sylvia, el cazador Orión terminó fuertemente abucheado, una señal de que Emanuel Abruzzo había encarnado muy bien su malo.
Alejandro Cervera recuerda la primera función de ballet que vio de chico, El lago de los cisnes, en el Colón: "Me fascinaron los efectos de maquinaria y luz: no me podía explicar cómo cambiaban el piso para el tercer acto o la desaparición del brujo por la trampa en el final. Me marcó para siempre. Los malvados son el contrapeso necesario en todo relato clásico. En «mi» Alicia en el País... la Reina de Corazones es malvada y también ridícula. Da un poco de miedo y un poco de risa. ¡Por eso la adoran! Creo que los chicos se dan cuenta de que es un hombre disfrazado y esto produce cierta hilaridad".
Este año también podrá verse una lucha entre el bien y el mal, con los límites menos definidos, en El niño y los sortilegios, de Oscar Araiz, que vuelve al escenario del San Martín para vacaciones de invierno. El teatro la presenta como una propuesta para grandes y chicos, aunque su autor piensa que "no parece una obra para niños, los temas son la crueldad, la destrucción de la naturaleza, de la cultura y del arte. Al final aparece la redención, que es la parte menos creíble para mí. Este niño es un pequeño Hitler y sobrevive en nosotros".
Cuando el niño Araiz vio la película Fantasía, de Disney, cayó bajo el embrujo de la música de Stravinski, a la que volvería muchas veces a lo largo de su carrera. Las historias que nos cuentan de pequeños nos marcan para siempre. Y si son contadas con movimiento perduran también en la memoria de nuestro cuerpo.
Para agendar
Vamos a la música
El Ballet Metropolitano presentará La bella durmiente y las hadas encantadas, en el Konex, desde el 14 de mayo.
Colón en familia
Habrá cinco funciones de Alicia en el país de las maravillas, desde el 28 de junio. Y en octubre, serán cuatro funciones de La bella durmiente.
El niño y los sortilegios
De Oscar Araiz, se presentará del 15 al 30 de julio en el Teatro San Martín.
L. CH.
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