martes, 1 de noviembre de 2022

OPINIÓN


Albertismo light, la política de obstrucción
Lejos de concentrarse en resolver la crisis, el objetivo de los integrantes del Frente de Todos se ha reducido a acotar los daños de un proceso que, suponen, terminará en derrota electoral
Francisco Olivera
Alberto Fernández, Cristina Fernández de Kirchner, Sergio Massa, en La Plata, Buenos Aires, el 11 de diciembre de 2019
El principal reproche que le hacen últimamente a Alberto Fernández en el Instituto Patria es que entorpece y, a veces, bloquea deliberadamente un rumbo cuyo trazado no debería estar ya en duda, porque corresponde a Cristina Kirchner. Dicen que, por ejemplo, se resiste a firmar decisiones en las que no ha estado involucrado. Y que todo se hace más difícil porque sigue sin hablar con la vicepresidenta, con quien solo se comunica a través de Massa o Máximo Kirchner. Nada que llame demasiado la atención porque la Argentina está habituada a lo extravagante, e incluso a la inestabilidad argumental: hasta hace poco, era la expresidenta la que le pedía en público al jefe del Estado exactamente lo contrario, que usara la lapicera.
El Presidente también trastocó su discurso. Pasó de pronosticar que nunca se pelearía, a forzar y exponer contrastes con su compañera de fórmula. ¿Para qué preguntarles a empresarios si alguien les había pedido alguna coima en su nombre, como lo hizo en IDEA, si no tiene acusaciones de esa índole? Esa alusión tiene nombre y destino y forma parte de un cambio personal del que advierten quienes trabajan con él. No cambia los hechos. Son pataletas de índole formal, casi de protocolo, solo relevantes porque parten de una intención. ¿Por qué ahora?, cabría preguntarse, y ahí las respuestas difieren. Algunos de sus asesores lo atribuyen a una cuestión de timing versus riesgo: dado lo poco que le queda para despedirse, tampoco tiene tantos costos por pagar. Mandato jugado, albertismo light. “Tarde, pero con dignidad”, celebró alguien que valora a Fernández.
Los kirchneristas no le dan demasiada vida a este rapto de autonomía, pero protestan en voz baja. Andrés Larroque volvió a plantearlo anteayer a propósito del aniversario de la muerte de Kirchner. “Honrar a Néstor es bancar a Cristina”, escribió en Twitter. Ellos quisieran, por ejemplo, tener a todo el Gobierno trabajando para eliminar las primarias. Si no se puede, al menos retrasarlas a días antes de la general, para que la sociedad advierta lo innecesario del gasto. Y tampoco creen que el Presidente tenga posibilidades de competir en una lista por la reelección.
Son fricciones no inocuas para el funcionamiento del Gobierno. Porque, lejos de concentrarse en resolver la crisis, el objetivo de los integrantes del Frente de Todos se ha reducido a acotar los daños de un proceso que, suponen, termina casi seguro en derrota electoral. Si es que se pierde, que sea por poco y con las consignas intactas. A eso apuntan, por ejemplo, mensajes como el de Cristina Kirchner sobre los aumentos en la medicina prepaga. Es cierto que ella tiene viejas diferencias con Claudio Belocopitt, dueño de Swiss Medical y convertido en vocero del sistema privado de salud. Desencuentros que vienen del año en que su marido, Néstor, estuvo internado dos veces en Los Arcos y que no responden necesariamente a la calidad de la atención. Pero lo más relevante del tuit de la expresidenta fue que objetaba una decisión tomada por Alberto Fernández –la fórmula polinómica con que se calculan desde agosto las cuotas de las prepagas– y en la que trabajaron Claudio Moroni, Juan Manzur, Martín Guzmán y Héctor Daer. Parte de la escudería del Presidente. Con los tres aumentos dispuestos desde entonces hasta fines de este año, el Gobierno se propuso normalizar las cuentas de estas empresas luego del golpazo de la pandemia. Si el programa se cumple, las mejor administradas podrían incluso arañar el equilibrio operativo después de marzo.
Esa versión de Fernández es la que ilusionó en 2019 al establishment económico: el líder que entiende la necesidad de un sector privado pujante, conoce el Estado y toma decisiones oyendo a todos los actores del sistema. La lapicera activa.
Pero todo salió al revés. Para los empresarios y para el Frente de Todos. Asustó la corrida, viene el ajuste y eso obliga al kirchnerismo a tomar distancia. Eso explica las renuncias. ¿Qué sentido tenía para Jorge Ferraresi, vicepresidente del Instituto Patria, seguir al frente de un ministerio al que el presupuesto pretende quitarle 37% de los fondos? En el Instituto Patria dicen que podría no ser el último caso. Salud, el área de Carla Vizzotti, está también comprometida y con restricciones múltiples. Anteayer, en el Ministerio de Trabajo, un piso abajo de la oficina en donde se cerraba la paritaria de Camioneros, Daer no solo planteó reabrir la del gremio de Sanidad, además convocó al estado de alerta y movilización. ¿Habrá mejoras salariales, como pretende, si alguien interrumpe el sendero acordado con las prepagas? Este sector funciona en cadena. Sin esas alzas tampoco habrá traslado a los precios de las internaciones en las clínicas ni, por lo tanto, subas para los trabajadores. El 15 de septiembre, en un encuentro con empresarios en Los Cardales, Daer había advertido esta necesidad. La inflación de agosto ya proyectaba un fin de año complicado. “Este 7% del mes pasado nos deja con una pauta de que la inflación va a ser superior al 85%, con lo cual sepan que tenemos que ir buscando el financiamiento para llevar adelante la modificación de octubre de los salarios”, dijo, y señaló a Héctor Cherro, presidente de la Asociación de Clínicas y Sanatorios, que miraba incómodo desde la primera fila. “El amigo Cherro se cruza de piernas”, sonrió. “Ir buscando financiamiento” es, en la jerga sanitaria, autorizar incrementos para las prepagas. Típico de los tiempos de inflación: que la patronal y el sindicato coincidan en objetivo y enemigo. El problema quedará para el afiliado.
Cristina Kirchner conoce estos dilemas. Incluso desde su lugar de clienta: como la mayor parte de los dirigentes políticos, ella paga el plan más alto de una prepaga líder. Pero necesita volver a hablarles a sus votantes. Un problema para Kelly Olmos, ministra de Trabajo, que debe resolver el conflicto y a quien el tuit tomó por sorpresa. “¿Por qué me meten en este quilombo que heredé?”, protestó ante empresarios.
Las señales de esta discusión y la atmósfera de derrota generalizada en el oficialismo empobrecen indudablemente la gestión de Massa. Por lo pronto porque quien tiene poder de veto, Cristina Kirchner, está menos para pensar en programas de estabilización que para encontrar las razones por las cuales no dieron resultado. El ministro de Economía quedó además en medio de la interna. Debe decidir sobre un bono de compensación para trabajadores que pide La Cámpora y que no convence al Presidente. “Ya lo arreglamos con Massa”, provocó esta semana De Pedro en radio El Destape.
Es entendible que en el equipo económico haya a estas alturas frustración. Lamentan no haber podido iniciar un plan de fondo no bien asumidos, cuando tenían el respaldo incuestionable de la vicepresidenta. ¿Habrá que esperar a otra corrida para que ella se vuelva a asustar?
Massa tiene poco tiempo y menos recursos. Parte del recorte en el presupuesto se tomó por los 2000 millones de dólares de vencimientos que habrá en enero. Como espera un 2023 con 20% menos de divisas, el Gobierno confía en el éxito del acuerdo que la AFIP firmará con el Internal Revenue Service de Estados Unidos y que permitirá levantar el secreto fiscal de Delaware y tres Estados más a partir del 1º de enero. Será una buena herramienta para pedir amablemente la colaboración de contribuyentes esquivos. Y, desde ya, para atender algunos pedidos de empresas que no pueden importar. En las próximas dos semanas empezarán a vencer los plazos de 180 días que les dio a las que requerían dólares en mayo. Les propondrá renegociar 60% de esa deuda comercial con los proveedores. “¿Se imagina la reacción del proveedor cuando vayamos a pedirle un segundo préstamo?”, se lamentó un fabricante.
El nuevo sistema de administración de divisas es un cepo más duro. Está a cargo de un desconocido, el subsecretario Germán Cervantes. “Veremos qué me dice”, dijo un empresario que debe verlo la semana próxima. Debería entrar al encuentro con bajas expectativas. Los recursos son escasos y Cervantes autoriza según la disponibilidad del Banco Central. Es además un verdadero verticalista del Frente Renovador. Su cuenta de Twitter muestra que, desde fines de 2019, cuando asumió, casi no tiene posteos propios: se limita a retuitear a Massa y a su jefe directo, Matías Tombolini. Esa ausencia de prosa, rara en un Cervantes, parece una lección aprendida en el Frente de Todos: cuando no se puede dar respuestas, levantar la voz solo conduce al ridículo.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.