Sabios consejos desde la Madre Patria
La alcaldesa de Madrid puntualizó con meridiana claridad el daño que las políticas populistas del peronismo le han hecho a la Argentina
Las declaraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en el sentido de que no desea para los españoles un “populismo fiscal como el de los peronistas, que primero crea la pobreza para luego crear dependencia del Estado, quitándole a la gente para repartirlo en pagas, ayudas y subsidios”, provocaron en importantes dirigentes kirchneristas reacciones esperables: ninguna autocrítica, agotadoras victimizaciones, falaces analogías, peligrosas chicanas y la ya constante necesidad de reversionar la historia a gusto del relato que intentan imponer desde hace años, aunque cada vez con menos réditos.
No son nuevas las críticas de la alcaldesa de Madrid al actual gobierno argentino y al peronismo en general. Durante la pandemia por coronavirus, defendió la apertura de comercios y de escuelas. “Apostamos a ir contra el virus, no quedarnos de brazos cruzados y optar por el cierre masivo, que a lo único que lleva es a la ruina de muchas familias y no soluciona el problema de los contagios”, había dicho respecto de los países que obraran de forma contraria.La realidad le dio la razón.
Más recientemente, al criticar la decisión del gobierno de Pedro Sánchez de crear el impuesto de “solidaridad” para las grandes fortunas, Díaz Ayuso dijo que se negaba a que “el peronismo arruine el motor económico de España” y que no le resultaba una casualidad que más argentinos se estén yendo a Madrid “a vivir en paz, sin ver cómo casi todo lo que han conseguido es pisoteado por la máquina de la subvención”, al tiempo que describía a la Argentina como uno de los países que fueron ricos y que ahora “lleva décadas estancada por políticas intervencionistas al servicio del poder político: gasto público desbocado, inflación que supera el 50%, desánimo, desincentivo”.
Más allá de que ha dicho una suma de duras verdades, varios dirigentes del kirchnerismo le han respondido atacados por una sobreactuada ofensa que los ha llevado incluso a la advertencia y a la agresión, como si la señora Díaz Ayuso no tuviera siquiera permitido el derecho de ser libre para expresarse.
“Demonizar a una fuerza política nacional y popular, que actúa en democracia y representa los intereses de las mayorías, siempre termina mal, y quienes sufren las consecuencias son los más débiles”, se pronunció públicamente el Partido Justicialista respecto de lo que consideraron un “insulto” de la dirigente española, en una mezcla de rancia victimización y velada amenaza.
No menos impresentable ha sido la reacción de la portavoz del Gobierno, Gabriela Cerruti, al utilizar una de sus improductivas peroratas para responderle que mejor se fijara en que “está siendo investigada por la Fiscalía europea porque, durante lo peor de la pandemia, el negocio de las mascarillas [tapabocas] lo llevó adelante su hermano” y agregar que “tal vez eso de dejar todo para los ricos y quedarse los negocios del Estado para las familias es algo que tienen en común la señora Ayuso y el señor Macri”. Más allá de que Díaz Ayuso ya ha hablado del tema de su hermano y de que deja que avance la Justicia para determinar responsabilidades, resulta entre alarmante y grotesco que se exprese en esos términos la portavoz de un gobierno cuya vicepresidenta –entre otros muchos funcionarios y exfuncionarios– está acusada de corrupción y de gravísimos delitos contra el Estado.
En un exceso de ridiculez sin retorno, ha dicho también la portavoz presidencial que si Ayuso cree que es mejor para España “tener macrismo que peronismo”, ella le recuerda que “el macrismo en la Argentina dejó una deuda de 40.000 millones de dólares, el país se encuentra endeudado por los próximos cien años, con una inflación del 50% y con altísimas tasas de desempleo”. Acaso subestima la inteligencia de la alcaldesa madrileña, que ya sabe del desastre recibido por el gobierno macrista después de más de 12 años de populismo kirchnerista, que la inflación va a llegar este año al 100%, con un crecimiento exponencial de la precariedad laboral, con una tasa de informalidad de casi el 38%, con trabajadores cada vez más pobres y una dolorosa suba del número de argentinos en la indigencia.
No han sido menos categóricas en sus acomodaticias defensas ante la crítica de la alcaldesa la senadora nacional kirchnerista Juliana Di Tullio y la entonces diputada oficialista –hoy ministra de Desarrollo Social de la Nación– Victoria Tolosa Paz. “Sea agradecida”, le reclamó Di Tullio en referencia a la inmigración que recibió la Argentina desde España. En términos similares, Tolosa Paz pretendió recordarle “el gesto humanitario de Juan Perón, quien no dudó en ayudar al pueblo español en la hambruna de la posguerra”.
Vale la pena detenerse en este punto. En primer lugar, porque predomina en la mente de muchos kirchneristas la idea de que los pueblos deben agradecer constantemente a los gobernantes por deberes que los gobernantes están llamados a cumplir en representación de los mismos pueblos que les otorgan poder. En segundo lugar, porque si bien Perón, en su primer gobierno, reflotó el movimiento migratorio interrumpido bruscamente en 1930 con la gran crisis mundial, está largamente documentado por distintos historiadores que su política migratoria buscaba el arribo fundamentalmente de italianos y españoles para satisfacer la demanda de mano de obra, para el estímulo de la colonización rural y el aumento de la natalidad, entre otras funciones que debía cumplir la inmigración, que quedaron plasmadas en el Primer Plan Quinquenal, de 1947.
Parte de esa miopía política, basada en el reduccionismo y la readaptación informativa, es la que también ha llevado a la titular del área de Migraciones, Florencia Carignano, a desmentir al expresidente Macri cuando se lamentó recientemente del “éxodo de jóvenes” hacia otros países. Según la funcionaria, entre 2016 y 2019, durante el gobierno de Cambiemos, se fue del país un promedio diario de 50 argentinos, mientras que, entre 2020 y 2021, se fueron 18 personas por día. Lo que no se aclara –acaso si hace falta– es que, desde marzo de 2020 y por largos meses, nadie tenía permitido salir siquiera de su casa como consecuencia de la pandemia y que el Gobierno fue sumando desde un principio trabas de todo tipo para impedir los viajes al exterior.
Otro dato de la realidad pone en serias dudas lo expresado por las autoridades. Las solicitudes para obtener la ciudadanía española e italiana por parte de argentinos fueron récord el año pasado: tan solo España recibió 33.600 pedidos de ciudadanos nacidos en la Argentina, la mayor cantidad desde 2008 y tres veces más que hace seis años, según el Instituto Nacional de Estadística de ese país. A esa cifra hay que agregar todos los argentinos que no fueron contabilizados allí por tener pasaportes europeos por descendencia.
Victimización, datos amañados, groseras tergiversaciones y teatrales indignaciones. Echar la culpa de todos los males a poderosas conspiraciones internacionales –aunque provengan de la opinión de una alcaldesa madrileña– ya no le alcanza al Gobierno para intentar desviar la atención y rehuir responsabilidades. Como ha dicho con acierto Díaz Ayuso, “está muy bien ayudar a quien lo necesita, pero lo que quieren esas personas es salir adelante, sin necesidad de tener que estar dependiendo de un Estado que pretende hacerles dependientes y dirigirles sus vidas”.
Victimización, datos amañados, groseras tergiversaciones y teatrales indignaciones. Echar la culpa de todos los males a poderosas conspiraciones internacionales –aunque provengan de la opinión de una alcaldesa madrileña– ya no le alcanza al Gobierno para intentar desviar la atención y rehuir responsabilidades
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