viernes, 12 de febrero de 2016

HISTORIA DE VIDA....



Alexandre Jollien tiene 40 años, es suizo, y desde su nacimiento padece de atetosis, una suerte de parálisis cerebral que le impide coordinar los movimientos de sus pies, manos y cabeza. Está casado (su esposa se llama Corinne), tiene dos hijas (una de 10 años y la otra de 4) y un hijo (de 9 años). Jollien es autor de los libros Elogio de la debilidad, El oficio de ser hombre y El filósofo desnudo. No oculta sus ataques de envidia por el cuerpo normal y articulado de sus amigos y conocidos y de la enorme mayoría de las personas que circulan a su alrededor en el mundo. Confiesa que muchas veces, al cruzarse en la calle con un muchacho bien hecho lo odia y piensa de inmediato ¡qué cabrón!


Alexandre Jollien es filósofo. Escribe y piensa sobre el arte de vivir, explora, como su quehacer lo indica, respuestas a las grandes preguntas de la vida. Y, como un buen filósofo, las busca en el mundo y en la misma vida, lugares a los que llegó en evidente desventaja. Cuando le preguntan de dónde nacen los recursos que le permiten ejercer como padre, desarrollar una vida social, pensar y escribir como filósofo, responde que los extrae de su propia debilidad. "En la fragilidad está la fortaleza", afirma. Desde hace un tiempo, dice, intenta habitar ese cuerpo que tanto despreció por no ser como el de los demás, y que no sintió como propio. Cuenta que aprendió mirando a un amigo sepulturero. La conclusión es que, al final, como en el viejo dicho español, todos los cuerpos van al hoyo. Piensa, también, que acaso con otro cuerpo no hubiera tenido todo lo que valora de su vida.



En las mañanas, según palabras del mismo Jollien, le cuesta levantarse y enfrentar un nuevo día de dificultades. Luego los pensamientos tristes se alejan a medida que trabaja. Por la tarde temprano se encuentra con amigos y luego se dedica a su familia. "La vida no tiene solución -sostiene-, porque la vida no es un problema."

Esta afirmación de Alexandre Jollien conecta con otra, muy enfática, que el psiquiatra británico Steve Peters repite una y otra vez a lo largo de su libro La paradoja del chimpancé (una atractiva mirada sobre los mecanismos de la mente durante el acto de pensar). "Recuerde que la vida es injusta", insiste Peters. Se refiere a que no se ajusta a nuestros deseos, no cumple con nuestras expectativas y nos obliga a desarrollar recursos, a tomar decisiones, a hacer elecciones mientras la transitamos, y todo sin garantizar resultados. De eso, precisamente, trataba una clásica novela de los años 70, titulada Nunca te prometí un jardín de rosas, de Hannah Green, que narraba la historia de una adolescente refugiada en un mundo ilusorio, creado desde la esquizofrenia (el mundo de Yri), del que se niega a salir hasta que logra rescatarla una psicoanalista, la doctora Fried. La novela se convirtió en película, dirigida por Anthony Page, con Kathleen Quinlan como la adolescente y Bibi Andersson (una de las grandes actrices de Bergman) como la doctora Fried.




La actitud existencial de Jollien, y la de tantos otros como él y como quienes se abstienen de pedirle a la vida conductas morales de las cuales ella está exenta, se encuadra dentro de lo que Viktor Frankl (pensador y médico vienés que enfocó su tarea en resaltar la trascendencia y el poder terapéutico de la respuesta a la pregunta ¿para qué vivo?), llamó la libertad última. Ésta es la libertad intransferible de elegir una actitud ante las situaciones que la vida nos plantea. Como la consigna sartreana que reza: no es la vida que recibí lo que importa, sino lo que hago con ella. Y nadie puede hacerlo por mí, cabría agregar.

S. S. 

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