Fijación de precios, en Suiza y en la Argentina
Juan Carlos de Pablo
Si usted tuviera que abrir su panadería a las seis de la mañana de cada día, ¿qué haría con los precios de los productos que desea vender? En la Argentina de 2019 cuenta con información muy vieja, la que corresponde a ayer, y las radios y la TV recién están comenzando sus noticieros. Pero algo tiene que hacer, porque no puede no abrir el local y están entrando los primeros clientes. Este es el desafío que, cotidianamente, enfrentan muchos miles de oferentes.
Buscando alguna explicación, o guía decisoria, conversé con el austríaco Richard Lieben (1842-1919), quien trabajó en colaboración con Rudolf Auspitz, su primo y cuñado. Según Gerhard Tintner, " Investigaciones sobre la teoría de los precios, publicado en 1889, es una de las primeras y la más importante obra matemática sobre economía, escrita en alemán, después del notable aporte realizado por Johann Heinrich von Thunen. Analiza los precios en un contexto de equilibrio parcial. Lieben y Auspitz plantearon además el concepto de curvas de indiferencia".
Jürg Niehans, por su parte, agrega que "aunque la obra les aseguró a sus autores un merecido lugar entre los eminentes economistas matemáticos, nunca desarrollaron la destreza requerida para utilizar atractivas terminología y herramientas expositivas, las cuales en el análisis económico son tan importantes para tener éxito profesional". Influyeron sobre Vilfredo Pareto, Francis Ysidro Edgeworth e Irving Fisher.
-¿Qué fundamento real tienen quienes dicen que "los oferentes cobran lo que quieren"?
-En sentido estricto, ninguno. Porque para cobrar es preciso encontrar alguien dispuesto a pagar. Supongo que a usted le encantaría cobrar un millón de dólares por dictar cada conferencia, pero mucho me temo que a ese precio no pronunciará ninguna. Pero si no nos ponemos tan estrictos, la afirmación contiene un gramo de verdad.
-Lo escucho.
-Un monopolista no puede cobrar cualquier precio, pero en igualdad de condiciones puede cobrar un precio más que los competidores. Por eso cabe pensar que quienes compiten son, en realidad, monopolistas frustrados. Pero supongo que, pensando en la Argentina de 2019, a usted no le interesa principalmente la distinción entre los casos monopólico y competitivo, sino cómo unos y otros fijan sus precios en contextos macroeconómicos calmos y turbulentos.
-Acertó.
-Le propongo que imaginemos, primero, un país donde todos los días son iguales y los comercios están muy próximos, de manera que los compradores pueden fácilmente hacer comparaciones. Con la tecnología actual, la proximidad no tiene por qué ser geográfica, sino que alude a la facilidad con la que se consigue la información. Alberto Felipe Cavallo y Roberto Rigobon estiman online la tasa de inflación, sobre la base de la información que se publica por internet.
-¿Y entonces?
-En un país donde todos los días son iguales y los demandantes están muy bien informados, el oferente que pretenda fijar su precio por encima del de los demás simplemente no venderá nada. Su desafío consiste en fabricar a costos inferiores al precio que existe o dedicarse a otra cosa. Durante la segunda mitad de la década de 1980 probablemente su padre recordara cuánto costaban un diario, un viaje en subte, un café, etc., en 1930, pero seguramente no recordaba cuánto costaban un año antes. La inflación oscurece el rol que cumplen los precios, como señal de escasez.
-¿Existe el país que acaba de describir en el mundo actual?
-Probablemente no. El análisis de la competencia perfecta, como el estudio de la gravedad en ausencia de fricciones, ilustra el funcionamiento en condiciones extremas, con el cual se contrastan los casos reales. Desde el punto de vista empírico, la respuesta a lo que usted me pregunta es que el grado de incertidumbre que rodea las decisiones no es igual en todos los países. El que existe en el suyo, lamentablemente, no es de los menores.
-Y esto significa...
-Que los criterios con los cuales los oferentes fijan sus precios están muy lejos de los que se usan en condiciones ideales. Muchos, por ejemplo, los modifican "por las dudas". ¿Por las dudas de qué?, preguntará usted. La esencia de las dudas es que no se sabe.
-Entiendo, pero ¿por qué demoran en corregir para abajo quienes al fijar los precios "por las dudas" encuentran que se les fue la mano?
-Porque lleva su tiempo darse cuenta de esto. La velocidad también depende del costo de permanecer en el error. Quien pretende por un inmueble un precio al cual no encuentra comprador probablemente no tenga apuro en realizar la transacción, mientras que quien vende pescado fresco o flores tiene que ajustar el precio mucho más rápido.
-¿Y si le encargamos al Estado que apure esas correcciones?
-Si lo que usted está sugiriendo es encargarle esa tarea a la Secretaría de Comercio, le diría que no porque podríamos estar delante de otro ejemplo de que el remedio es peor que la enfermedad. Pero si lo que usted quiere decir es que las políticas públicas tienen que disminuir la incertidumbre que le ponen al contexto en el cual se adoptan las decisiones, cuenta con todo mi apoyo.
-Don Richard, muchas gracias.
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