jueves, 3 de octubre de 2019

LA OPINIÓN DE FEDERICO ANDAHAZI, PARTE 2º,

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Psicódromo: “La familia política”, por Federico Andahazi
El martes presentamos un tema que despierta más de una discusión a lo largo de toda la vida: la familia política, o sea, la parentela de la pareja.
El martes decíamos que cuando uno forma pareja, elige a esa persona por muchos motivos; sea una pareja reciente o de larga data, en todos los casos, lo que seguro no se elige es a la familia del otro.
La pareja no viene sola. Viene con un paquete y al desenvolverlo, nos encontramos con un precioso regalo: madre, padre, hermanos, primos, amigos. Y cuando lo examinamos, descubrimos que, además, todo eso viene con instrucciones muy difíciles de entender.
Es un manual que funciona con reglas y códigos diferentes de los nuestros. No solemos ser conscientes de esta pequeña trama de características familiares, están ahí como una base de nuestros comportamientos.
Cuando una persona nueva ingresa al grupo familiar como pareja de uno de los integrantes, las fichas se mueven y una cantidad de humores se empiezan a sentir en el subsuelo.
Veamos un ejemplo conocido: la nena de la casa, veinteañera, preciosa, a la que todos consideran una joya, trae por primera vez a cenar a su nuevo novio.
Ocurre una serie de cosas que rozan la típica comedia costumbrista. El padre marca terreno y da clases de cómo hacer un asado como si expusiera la teoría de la relatividad. El hermano mayor le contesta mal al padre como para que quede claro que hay varios machos alpha y el ingresante tiene el último número.
La hermanita adolescente hace una escena de caprichito con la comida para que nadie olvide que ella es la menor y el foco de atención no se negocia.
Y la madre se hace la piola para que el tipo sepa que las redes de esa familia las teje ella, y es tan macanuda y moderna que su hija le cuenta todo, pero “todo”.
¿Está claro? El pibe termina de cenar con la sensación de que son todos muy agradables, pero, se pregunta si valdrá la pena volver. Al menos, piensa, deberá aprender muchas cosas para poder llevarse bien con esa gente.
Lo cierto es que en estos asuntos la clave es el respeto. La suegra debe respetar a la nuera: la forma de organizar su casa, de educar a sus hijos, de repartir su tiempo, de tratar a su marido. Pero claro, el marido de la nuera es su hijo, y los hijos de la nuera son sus nietos.
¿Cómo soportar la tentación de explicarle a esa inexperta como se lleva adelante una familia feliz? Hay una respuesta: entender que no hay una sola manera de llevar una familia ni de ser feliz. Entonces el hijo y esa mujer están construyendo la suya propia y se hace el camino al andar.
Hay que ser delicado para sugerir los cómo y los cuándo y, por el lado de las nueras y yernos, es bueno también escuchar la voz de la experiencia sabiendo marcar los límites con amabilidad.
Pero es innegable que el rol fundamental en estas relaciones de potencial conflictividad lo tiene una persona. ¿y quién es esta persona?
Es el eslabón que unió a una señora sesentona con una mujer treintañera, que hasta hace un año no se conocían y ahora comparten situaciones familiares, privadas y los afectos más importantes.
Lo que quiero decir es que es muy importante que el hombre o la mujer le dé el lugar que corresponde a su pareja y sea capaz de advertir cuando su madre o su padre no están respetando a la persona que eligieron, o su forma de hacer las cosas.
También es importantísimo que una persona acepte y dé un lugar trascendental a la familia de su pareja porque además de ser el núcleo familiar de quien ama, el día de mañana pueden convertirse en abuelos y tíos de sus hijos, y esos vínculos son muy importantes y juegan un papel relevante en la vida de los chicos.
Resumiendo: respeto, límites claros, evitar actitudes invasivas, permitir las distintas formas del cariño, entender que cada grupo familiar tiene sus formas y sus costumbres y hay que hacer algún esfuerzo para convivir en armonía, evitar los celos, evitar estar a la defensiva o marcando terreno.

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