Jack Kerouac: el rebelde conservador, 50 años después
Lejos de los hippies, el autor de En el camino era católico y nacionalista
El padre de la generación beat murió hace medio siglo y, a pesar de su fama, su figura y sus libros son víctimas del malentendido
Cuando murió, el 21 de octubre de 1969, tenía apenas 47 años, pero esa palabra -"apenas"- quiere decir bastante poco, se queda corta. Jack Kerouac había vivido ya varias vidas, como si esos desplazamientos en el espacio (las rutas de Estados Unidos, incesantes y migrañosas, los trenes, Europa y Tánger) hubieran tenido un correlato temporal, o debería decirse mejor: existencial.
Igual que pasa con casi todos los escritores que ganan una fama súbita -perseguida primero con desesperación y después desesperadamente indeseable-, la fama terminó traicionándolo.
La publicación de En el camino, en 1957, propició el equívoco, adulteró a Kerouac -tan saturnino, tan indeciso- y lo convirtió en el ídolo desenfrenado de una morralla de protohippies. Justamente a él, que contó más tarde: "Di cientos de entrevistas en las que tuve que responder por el 'significado' de la beat generation.
La gente empezó a llamarse a sí misma beatniks, beats, jazzniks, bopniks, bugniks y a mí se me definió como el 'avatar' de todo esto. Pero fue como simple católico, y no por la insistencia de ninguno de estos 'niks' ni para buscar su aprobación, que fui una tarde a la iglesia de mi infancia (a una de ellas), Ste. Jeanne d'Arc, en Lowell, Mass., y de pronto, con los ojos llenos de lágrimas, tuve una visión de lo que realmente había querido decir con beat mientras escuchaba el silencio sagrado de la iglesia".
Beat: otra manera, muy propia, de decir beatífico.
Bastante temprano, Kerouac había visto con claridad su situación en el panorama de la época. Escribió en 1960, aunque con una mirada retrospectiva: "Mi situación en el panorama literario norteamericano de esta época consiste en que estoy harto, enfermo, de la oración inglesa convencional; sus reglas me parecen tan inflexibles, tan inadmisibles para la disposición actual de mi psiquis tal como aprendí a sondearla y conocerla en el espíritu de Freud y Jung que ya no puedo expresarme por medio de esa forma".
El cambio fue lo que el propio Kerouac llamó "prosa espontánea". En Kerouac's Spontaneous Poetics, uno de los pocos estudios que se desentienden de la biografía y examinan la obra, Regina Weinreich observa: "El único acontecimiento genuino en la literatura de Kerouac es la lengua. Su escritura tiende al descubrimiento de una forma, no a la imitación de una ya existente".
El método era una respiración indetenible, indetenida, una frase cuya longitud la dicta el aire, una frase hecha de tiempo. El modelo de la prosa espontánea fue el jazz; singularmente, los músicos de vientos, saxofonistas y trompetistas. Tal vez por eso la prosa de Kerouac tiende a la melodía; es menos polifónica que monofónica. Aseguraba que cada una de sus novelas de la saga de los Duluoz, la serie entera (con sus puntos más altos, aparte de En el camino: Los subterráneos, Los vagabundos del Dharma, Visiones de Cody, Big Sur) quería ser un "vasto libro semejante al de Proust".
Pero Kerouac nunca terminó de leer la Recherche, y por otro lado su deliberada desidia léxica (efecto adverso de la espontaneidad) no le debe nada a la microscopía proustiana.
Pero algo los unía. Kerouac era un rebelde que escribía en rollos de teletipo para no entrecortar la respiración, es cierto, pero, acuciado por la fugacidad sacrificaba la voluntad de estilo en el altar de la memoria, la forma de conservadurismo suprema y más desinteresada. No hay que pasar por alto que Kerouac era católico, republicano, nacionalista y que posiblemente -aunque eso nunca lo sabremos- si estuviera vivo sería ahora partidario de Donald Trump.
Dijo Kerouac acerca de las fotos de Robert Frank que eran "el poema más triste de los Estados Unidos". Como suele pasar con los artistas en serio, esa tristeza no es un "tema" de la escritura; es más bien un standard sobre el que se improvisa.
La tristeza del poema de Kerouac no se lee; es pura prosodia, se escucha. Son pocos los que conquistan que los sobreviva una voz.
Tres libros fundamentales para tres aniversarios
A 50 años de la muerte de Kerouac y un siglo de los nacimientos de Doris Lessing y J. D. Salinger, los títulos esenciales para celebrar a cada autor
En el camino
Autor: Jack Kerouac
Editorial: Anagrama
Año de publicación: 1957
Es la novela más emblemática del autor y la que dio el nacimiento a los beats
El cuaderno dorado
Autor: Doris Lessing
Editorial: Debolsillo
Año: 1962
Novela autobiográfica estructurada con el formato de cuatro diarios íntimos
El guardián entre el centeno
Autor: J. D. Salinger
Editorial: Edhasa
Año: 1951
Una novela que marcó a varias generaciones: fue lo último que leyó el asesino de John Lennon
P. G.
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