La barbería museo de Caballito en la que reviven hábitos, objetos y tradiciones
Fue fundada hace 27 años en Primera Junta y hoy es todo un símbolo de un rubro que volvió a renacer
Miguel Ángel Barnes, alma mater de la barbería La Época
Miguel Ángel Barnes peluquero y barbero “Hace 27 años, me decían que estaba loco porque quería arreglar barbas y afeitar. era algo pasado de moda. ahora, en mis charlas, digo que la locura fue contagiosa porque está lleno de barberías” “además de los colegios, nos visitan muchos abuelos que traen a sus nietos”
Primera Junta es un ir y venir de transeúntes de paso ligero. El Mercado del Progreso se enfrenta a eso que enuncia dando un cachetazo de rigor histórico. Un poco más allá, las vías de los tranvías desafían los empedrados. A solo cien metros, sobre la camuflada Guayaquil al 800, también se libra una batalla contra el paso del tiempo y la modernidad: allí, un “conde” a capa y navaja se suma a la resistencia neocultural. Pasaron más de dos décadas desde que levantó, por primera vez, las persianas de su barbería La Época e hizo girar el “llamador” blanco y rojo de la puerta, todo un símbolo de un rubro que volvió a renacer, en gran medida, gracias a él.
El “conde de Caballito”, como lo apodaron, se llama Miguel Ángel Barnes y tiene 59 años. Su negocio le permite desarrollar sus dos pasiones: por un lado, la vocación por el cuidado y embellecimiento de los peinados y las barbas de los varones; por el otro, el coleccionismo de objetos que no solo remiten a su profesión, sino también a una Buenos Aires ya extinguida. Su barbería es todo un refugio donde reviven tradiciones, hábitos y objetos que se resisten a desaparecer.
“Hace 27 años, noté que los hombres habíamos perdido nuestro espacio en las peluquerías y teníamos que acudir a salones unisex. Pero a muchos no nos gustaba esa opción. Por otra parte, las barberías que quedaban eran obsoletas y no atractivas para visitar”, explica Barnes. Refundar el espíritu del tradicional salón masculino era el primer desafío trazado. Así fue como se decidió a aprender el oficio: “Hasta ese momento trabajaba en una curtiembre vendiendo suelas de zapatos”, recuerda. Antes de eso, había sido despachante de frutas y verduras en el negocio familiar que funcionaba donde hoy se levanta la barbería, allí mismo donde nació y creció, en la casa adosada al local.
“Durante siete años fui adquiriendo los distintos objetos y muebles que hoy se pueden ver, hasta que finalmente armé el rompecabezas. Abrí cuando tenía 39 años”, detalla. El primer objeto que adquirió fue el sillón de 1905 donde hoy rasura. Ingresar al local es encontrarse con teléfonos de principios del siglo pasado resguardados en sus cabinas originales, letreros de ordenanzas pretéritas, un piano con candelabro incorporado de 1907, sifones de soda tornasolados, una colección de jabones de tocador de marcas ya inexistentes, navajas de todo tipo y épocas, y fotos en blanco y negro con personalidades ilustres.
Los sillones son originales y la caja registradora dorada simboliza, por tamaño y prestancia, épocas de opulencia mercantil. Las llaves de la luz son de porcelana de giro continuo y el mobiliario de puro roble. Se lucen los fomenteros y una reliquia única: la máquina de posguerra para hacer crecer el cabello mediante una lámpara de mercurio.
“Tengo guardadas 10.000 piezas antiguas de este rubro. Y poseo 16 barberías desarmadas. No hay un coleccionista que tenga más que yo”, se ufana Barnes. “National Geographic considera nuestro salón el único museo viviente en el continente referido a barbería y peluquería. The New
York Times la tiene entre las diez mejores barberías del mundo. Y la BBC de Londres la ubica en el cuarto lugar”, agrega.
Siempre está dispuesto a saciar la consulta profesional de algún colega y organizar el contenido de Barberos Argentinos, la página de Facebook en la que se reúnen más de 28000 expertos. Muchos de ellos, quizá la mayoría, gente joven que busca perfeccionarse, pero también adentrarse en el historial de un universo que hoy revivió con cientos de locales dedicados a embellecer a caballeros coquetos. “Hace 27 años, me decían que estaba loco porque quería arreglar barbas y afeitar. Era algo pasado de moda. Ahora, en mis charlas, digo que la locura fue contagiosa porque está lleno de barberías. Me gusta transmitirles a los niños que llegan de excursión un mensaje positivo, decirles que se puede y que se animen a soñar fuerte lo que quieran ser el día de mañana”, relata.
Periódicamente, decenas de chicos llegan con sus maestros para viajar en el tiempo y encontrarse con ese mundo al que solo pueden acceder desde los libros. “Además de los colegios, nos visitan muchos abuelos que traen a sus nietos. Es muy fuerte ver cómo se van llorando”, explica Barnes, quien también es convocado para brindar charlas en instituciones y para asesorar a los nuevos representantes de este oficio.
En La Época, los jueves y viernes por la tarde se puede escuchar tango. El segundo sábado de cada mes, por la noche, se ofrece un espectáculo de stand-up. Y, desde mayo, se retomarán las funciones teatrales del Proyecto Posadas, creado por Andrés Binetti, con relatos que solo transcurren en peluquerías.
P. M.
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