martes, 2 de julio de 2019

HISTORIA DE AMOR SOLIDARIO, COLABORÁ COMO PUEDAS

posaderos@lumenor.org
www.lumencor.org
Ser un sostén: la fórmula para sacar a personas de una situación de calle
inclusión. La clave de Lumen Cor consiste en construir vínculos, estar presentes y hacer seguimiento de los casos; 100 hombres y mujeres lograron reinsertarse socialmente
Jorge (izq.), de Lumen Cor, junto a Marcos, uno de los beneficiarios
Vi morir a mucha gente en la calle, sola y triste, entonces pensaba ‘yo no quiero terminar así’”, confiesa Marcos que estuvo sin techo desde los 19 años hasta los 30. Durante ese tiempo, el asfalto se convirtió en su colchón: dormía a la intemperie en distintos barrios de la ciudad de Buenos Aires, en plazas, estaciones de tren o donde la noche lo encontrara. “Andaba perdido y estaba tan triste que no aguantaba un minuto sin drogarme”, recuerda este salteño, que tocó fondo y logró transformar su vida hace tres años, cuando, gracias al trabajo de la Fundación Lumen Cor, se sintió “acompañado por primera vez”.
Marcos (33) es una de las más de 100 personas que esta organización que brinda asistencia integral e interdisciplinaria a quienes están en situación de calle logró acompañar, ayudar a conseguir un trabajo estable, un lugar digno donde vivir y retomar el vínculo con su familia.
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Jorge  (40) fundó Lumen Cor en 2014. Antes de eso, era voluntario de las Noches de la Caridad, una iniciativa surgida del seno de diferentes parroquias porteñas que se propone llevar un plato de comida caliente a las personas en situación de calle. Pero quiso dar un paso más. “Para poder darle solución a un problema multicausal había que abordarlo desde una mirada integral y a largo plazo”, explica Jorge. Así, desarrolló un modelo basado en la asistencia social, el tratamiento de la salud y lo jurídico a través de un equipo multidisciplinario de profesionales que hacen un seguimiento de los casos y brindan un acompañamiento “cuerpo a cuerpo” (ver aparte).
Hoy cuentan con 70 voluntarios propios, que articulan con los que tienen los 64 centros de las Noches de la Caridad. En la calle, son ellos quienes hacen el contacto inicial con las personas (llevan relevados 900 casos). Luego, los derivan a alguno de los 13 grupos interdisciplinarios de la ONG –a los que llaman Posaderos– y allí se crea un registro sobre las necesidades y características del caso. El equipo elabora un primer diagnóstico y se empieza a trabajar para la reinserción y contención, con seguimiento y reuniones periódicas para hacer un monitoreo de cada situación.
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Muchas veces, antes de irse a dormir, Marcos llora de felicidad pensando en su presente; sabe el esfuerzo que significó llegar hasta aquí. “A los diez ya consumía alcohol y a los 12 me había dado cuenta de que mi vida era un desastre”, cuenta, tratando de armar el rompecabezas de su historia, marcada por la adicción a todo tipo de drogas y la soledad. Por miedo a convertirse en un mal ejemplo para sus ocho hermanos, se fue de su provincia natal y llegó a Buenos Aires, ilusionado con encontrar trabajo y cambiar su suerte.
Los primeros meses se instaló en la villa 1-11-14, del Bajo Flores, pero pronto la adicción lo empujó a las calles de la ciudad, donde actualmente viven y duermen unas 4394 personas, de acuerdo con el Primer Censo Popular, realizado recientemente por más de 40 organizaciones sociales, con el apoyo del Ministerio Público Fiscal, la Defensoría del Pueblo y la Auditoría General. Allí se las rebuscó para sobrevivir haciendo changas, cartoneando, cuidando autos, realizando trabajos de albañilería y armando la feria de San Telmo. Mientras tanto, peleaba para dejar atrás las drogas y de vez en cuando se refugiaba en alguna iglesia para rezar y encontrar un momento de paz.
Apuntalar el vínculo
Fue ese deseo el que acercó a Marcos a los grupos de La Noche de la Caridad, y allí conoció a Jorge. Al principio desconfiaba de los voluntarios, pero poco a poco, con insistencia y paciencia, se ganaron su confianza.
“Es como la gota que perfora la piedra. La calle es consecuencia de una herida emocional y de un problema psicológico. Por eso, con un plato de comida o con una solución habitacional no alcanza. Las ganas de cambiar surgen cuando existe una transformación interior, y eso se logra a través del vínculo que generamos”, afirma el fundador de la ONG.
“Cuando estás en la calle lo que menos necesitás es un sándwich o comida, eso lo conseguís. Lo que más te falta es afecto, alguien que se interese por vos, alguien que te escuche”, expresa Marcos convencido. La carencia pasaba por otro lado. Justamente, el acompañamiento y el foco en lo emocional son lo que caracteriza el trabajo de Lumen Cor: buscan devolverles la confianza a hombres y a mujeres que la perdieron y a los que les cuesta mucho volver a tenerla.
“La vulnerabilidad es tan grande que muchas veces vuelven a caer. A veces son recurrentes porque muchos tienen adicciones o problemas de salud mental. Por eso es tan necesario un seguimiento”, advierte Jorge, y señala que las necesidades no son solo materiales. “Lo más difícil –agrega– es trabajar sobre la frustración y remontar las recaídas”. Recuerda el día, después de más de un año de haberlo conocido, en que Marcos se metió la mano en el bolsillo y, sin vueltas, le entregó la droga que tenía encima. Así fue como lo ayudaron a ingresar a la comunidad terapéutica Cenacolo, ubicada en Villa Rosa, en Pilar, para tratar su adicción, de la que salió hace casi dos meses.
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Marcos actualmente trabaja realizando tareas rurales en un campo en las afueras de la ciudad, a donde viaja todos los días desde su hogar que alquila en la villa 31 y tiene dos grandes sueños: desarrollar un emprendimiento para hacer artesanías de cuero crudo como billeteras y cinturones y, también, ayudar a Jorge con un nuevo proyecto de la fundación. Tienen la idea de construir casas urbanas para la reinserción de personas en situación de calle, donde además de un techo y comida puedan brindarles un acompañamiento integral y la oportunidad de involucrarse en actividades artísticas, deportivas y que participen de La Noches de la Caridad para rescatar a otros.

T. Z.

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