martes, 15 de octubre de 2019

ALBERTO BENEGAS LYNCH (H).OPINA Y RAZONA


Tomar por las astas el toro de las reformas

Alberto Benegas Lynch (h)
Todos los argentinos estamos en el mismo barco, así como los hermanos extranjeros que habitan nuestro suelo. No hay excepción en cuanto al deseo de que el país salga a flote después de décadas de zozobra por una persistente bancarrota moral y material. Estábamos a la vanguardia de las naciones civilizadas desde que se selló la organización nacional en 1853 hasta el golpe fascista de los años 30, en el que se intentó una reforma constitucional corporativa, se quebró el federalismo fiscal, se creó la banca central, se estableció el impuesto progresivo y se establecieron las juntas reguladoras.
Esta situación se agravó notablemente a partir del golpe militar del 43, estableciendo un sistema estatista asfixiante que se reflejó en la inconstitucional Constitución del 49, que se promulgó por decreto, puesto que no cumplió con los procedimientos parlamentarios requeridos. Aun restablecida la Carta Magna fundadora con engendros varios que contradecían su espíritu original, la nave argentina fue a los tumbos hasta el presente bajo las más variadas etiquetas.
Antes del derrumbe, los salarios e ingresos en términos reales del peón rural y del obrero de la incipiente industria eran superiores a los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España y estaban muy poco por debajo de los de Inglaterra y EE.UU. Las oleadas inmigratorias se duplicaban cada 10 años. El volumen exportador era igual al de Canadá y en el Centenario miembros de la Academia Francesa compararon los debates en nuestro Congreso con los que tenían lugar en aquella institución, debido a la formación de los legisladores argentinos.
Se avecina la primera vuelta electoral luego del resultado adverso de las PASO. Resulta patente el inmenso peligro de las propuestas de los partidarios del gobierno anterior, que, de llevarse a la práctica, significarían un punto de no retorno. Confiamos en que en la contienda definitiva, la actual gestión resulte ganadora, en la esperanza de que prevalezca la democracia. Esto no quita que a juicio de no pocos compatriotas se estima que la actual gestión comenzó mal su primer período con un bailecito impropio de un sistema republicano con la banda presidencial en la Casa Rosada. Acto seguido se incrementaron los ministerios y se pretendió designar a dos miembros de la Corte Suprema de Justicia por decreto.
En el balance de la actual administración se destaca el incremento del gasto público en valores absolutos desde una marca ya insólitamente alta. Y no aludo a ratios con el producto bruto interno, puesto que este guarismo no justifica ampliaciones en el Leviatán. También se elevó el neto tributario en el contexto de un embrollo fiscal que no tiene parangón en las naciones civilizadas. Asimismo, se disparó el déficit total, fruto de un endeudamiento estatal que pone en peligro la situación financiera inmediata junto al empapelamiento de los bancos con títulos públicos y una inflación mensual que está a tono con la anual en las naciones más prósperas.
La buena relación con otros gobiernos del mundo libre abre esperanzas de una rectificación, un acercamiento que no producirá ningún resultado si no se modifica lo anterior, eliminando funciones incompatibles con un sistema republicano. Lo mismo puede decirse de los eventuales acuerdos comerciales, puesto que es imposible comerciar con una carga tan brutal sobre las espaldas de quienes producen, a lo que se agregan legislaciones laborales que imposibilitan el trabajo, al tiempo que los llamados "agentes de retención" se ven obligados a sustraer tajadas sustanciales del fruto del trabajo ajeno.
De nada vale contar con rutas si no se puede competir y transportar mercadería que está recargada de gravámenes y cortapisas. La buena voluntad y la decencia no son suficientes; se necesitan urgentes medidas de fondo para revertir la decadencia. El federalismo genuino se basa en la autonomía de cada jurisdicción provincial para administrar los impuestos y coparticipar al gobierno central al solo efecto de la Justicia Federal, las relaciones exteriores y la defensa. Son las provincias las que constituyen la Nación y no el gobierno central.
Tenemos que dejar de lado la manía de la guillotina horizontal en la busca de igualitarismos inconducentes. La única igualdad en una sociedad abierta es la igualdad ante la ley. La macabra tendencia al igualitarismo patrimonial y de rentas derrumba la cooperación social y la consiguiente división del trabajo. Las diferencias resultan esenciales a los efectos de atender muy diversas ocupaciones y vocaciones. La tan mentada redistribución de ingresos significa que los aparatos estatales vuelven a distribuir por la fuerza lo que pacíficamente distribuyó la gente en los supermercados y afines.
Somos uno de los países más cerrados del orbe, el comercio internacional no consiste solo en formular declaraciones y suscribir documentos, sino que se concreta cuando se abren las fronteras para permitir la disminución del fenomenal gasto por unidad de producto, que a su vez hace posible la mejora en el nivel de vida de los locales. Años de investigación para reducir costos de transporte aéreo, marítimo y terrestre para que en las aduanas se anulen de un plumazo esos progresos tecnológicos.
Por supuesto que lo dicho implica procesos competitivos que son lo contrario de lo que practican los disfrazados de empresarios que operan sobre la base de alianzas hediondas con el poder de turno para usufructuar privilegios y mercados cautivos que se traducen en la explotación de sus congéneres. En una sociedad libre, quienes se enriquecen lo hacen exclusivamente porque sirven al prójimo con bienes y servicios por ellos demandados y los que yerran en este proceso incurren en quebrantos. Las consecuentes tasas de capitalización constituyen las únicas causas de salarios e ingresos en términos reales. Toda política desacertada de despilfarro inexorablemente contrae ingresos, muy especialmente de los más necesitados, puesto que el impacto recae con más fuerza sobre ellos, dado lo expuestos que están a los vaivenes de las medidas antieconómicas.
Nada se gana con arengas vacías ni con insistir en rumbos errados. Se necesita coraje para ir al fondo de los problemas. No pretendo que se adopten todas las recetas por las que los liberales venimos bregando desde hace tiempo, pero sí esperamos que algunos toros se tomen por las astas, puesto que no se toleraría otro fracaso, elevando la pobreza. Confiamos en que este gobierno reaccionará y no defraudará a los que creemos en la República. Las anécdotas y las explicaciones son irrelevantes, lo importante son los resultados.

Presidente de la sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires y miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas

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