Depresión infantil. Un trastorno frecuente y mal diagnosticado

Los especialistas advierten que afecta a una cantidad considerable de niños, niñas y adolescentes, incluso desde antes del primer año de vida; los riesgos para su desarrollo y la importancia de leer a tiempo las señales de alerta
Elunei tenía nueve meses cuando su mamá, Eliana, la llevó a un control pediátrico al Hospital de Clínicas. A los médicos les llamó la atención que la beba les daba la espalada si intentaban jugar con ella, la dificultad que tenía para sostener la mirada, la poca expresión de su rostro y su falta de motivación. A través de espacios de juego y de un trabajo conjunto con la mamá, llegaron al diagnóstico: Elunei estaba deprimida.
Según los pediatras, psicólogos y psiquiatras infantojuveniles, la depresión en chicos -incluso desde antes del primer año de vida- es una problemática sobre la que en general se conoce y se habla poco.
Aunque en el país no hay estadísticas oficiales, afirman que este trastorno del estado de ánimo afecta a una cantidad considerable de niños, niñas y adolescentes de cualquier condición socioeconómica, y que si bien la detección temprana y el tratamiento adecuado son fundamentales para garantizar su adecuado desarrollo y evitar que la problemática escale, lo que hoy prevalece es el subdiagnóstico.

La dificultad de los padres para identificar conductas que muchas veces se naturalizan o minimizan, así como de los pediatras para leer los síntomas -que en una gran cantidad de casos no son los que suelen asociarse a esa condición, "disfrazándola"-, son algunos de los motivos.
"En niños, la depresión es claramente más difícil de diagnosticar que en adultos, porque en estos últimos se suelen presentar los síntomas clásicos que conocemos: están tristes, no quieren hacer nada y se quedan todo el día en la cama. En cambio, en los chicos y mientras más pequeños aún más, estos indicadores inicialmente no se manifiestan", explica Eduardo Silvestre, pediatra, jefe del Área Ambulatoria del Hospital Garrahan y divulgador científico de Grupo Medihome.
Desde chicos que no tienden a agarrar los juguetes o que demandan poca atención, hasta los que lloran de forma constante sin nada que los calme; desde los que no puede conciliar el sueño, hasta los que duermen todo el día; desde los que están desvitalizados a aquellos que presentan hiperactividad. Mónica Oliver, psiquiatra, psicoanalista infantil y exjefa del Servicio de Salud Mental Pediátrica del Hospital Alemán, sostiene que la depresión tiene síntomas polares, que varían según la edad.

"El diagnóstico de un niño nunca se puede hacer por un listado de síntomas. Estos funcionan como alarmas para hacer una consulta, donde se realizará un psicodiagnóstico de su estado emocional y del desarrollo, que en los más pequeños es mediante el juego, reconstruyendo su historia y la de su familia", aclara la psiquiatra, quien actualmente integra el Comité de Familia y Salud Mental de la Sociedad Argentina de Pediatría.
Para Oliver, los dos pilares claves para detectar la problemática son la alteración del estado de ánimo y la falta de iniciativa o placer en el jugar. Silvestre subraya que, en general, los pediatras "muy pocas veces consideran la depresión dentro de sus diagnósticos diferenciales"; y, por ende, no se deriva a los niños a un especialista en salud mental, que es quien puede indicar que se está en presencia de ese trastorno e iniciar el tratamiento adecuado.
"La mayoría de los chicos dan vueltas por un montón de profesionales, como gastroenterólogos o neurólogos (ya que los dolores de panza o cabeza frecuentes son algunos de los síntomas), sin que se tenga conciencia de que en realidad tienen una depresión, que en algunos casos recién se diagnostica cuando son adultos", describe el especialista, para quien esa enfermedad es un grave problema de salud pública "que requiere mejor y mayor atención".
"La presencia de la depresión en la niñez cuadriplica las posibilidades de tenerla en la edad adulta. Por otro lado, en más del 60% de los casos de los adultos con este trastorno, se puede llegar a la conclusión de que comenzó en la infancia o en la adolescencia", detalla Silvestre, aclarando que, en la adultez, se convierte en factor de riesgo para enfermedades graves, como el accidente cerebro vascular, el infarto agudo de miocardio o la hipertensión arterial.
Mucho más que tristeza
"En niños, la depresión es claramente más difícil de diagnosticar que en adultos, porque en estos últimos se suelen presentar los síntomas clásicos que conocemos: están tristes, no quieren hacer nada y se quedan todo el día en la cama. En cambio, en los chicos y mientras más pequeños aún más, estos indicadores inicialmente no se manifiestan", explica Eduardo Silvestre, pediatra, jefe del Área Ambulatoria del Hospital Garrahan y divulgador científico de Grupo Medihome.
Desde chicos que no tienden a agarrar los juguetes o que demandan poca atención, hasta los que lloran de forma constante sin nada que los calme; desde los que no puede conciliar el sueño, hasta los que duermen todo el día; desde los que están desvitalizados a aquellos que presentan hiperactividad. Mónica Oliver, psiquiatra, psicoanalista infantil y exjefa del Servicio de Salud Mental Pediátrica del Hospital Alemán, sostiene que la depresión tiene síntomas polares, que varían según la edad.

"El diagnóstico de un niño nunca se puede hacer por un listado de síntomas. Estos funcionan como alarmas para hacer una consulta, donde se realizará un psicodiagnóstico de su estado emocional y del desarrollo, que en los más pequeños es mediante el juego, reconstruyendo su historia y la de su familia", aclara la psiquiatra, quien actualmente integra el Comité de Familia y Salud Mental de la Sociedad Argentina de Pediatría.
Para Oliver, los dos pilares claves para detectar la problemática son la alteración del estado de ánimo y la falta de iniciativa o placer en el jugar. Silvestre subraya que, en general, los pediatras "muy pocas veces consideran la depresión dentro de sus diagnósticos diferenciales"; y, por ende, no se deriva a los niños a un especialista en salud mental, que es quien puede indicar que se está en presencia de ese trastorno e iniciar el tratamiento adecuado.
"La mayoría de los chicos dan vueltas por un montón de profesionales, como gastroenterólogos o neurólogos (ya que los dolores de panza o cabeza frecuentes son algunos de los síntomas), sin que se tenga conciencia de que en realidad tienen una depresión, que en algunos casos recién se diagnostica cuando son adultos", describe el especialista, para quien esa enfermedad es un grave problema de salud pública "que requiere mejor y mayor atención".
"La presencia de la depresión en la niñez cuadriplica las posibilidades de tenerla en la edad adulta. Por otro lado, en más del 60% de los casos de los adultos con este trastorno, se puede llegar a la conclusión de que comenzó en la infancia o en la adolescencia", detalla Silvestre, aclarando que, en la adultez, se convierte en factor de riesgo para enfermedades graves, como el accidente cerebro vascular, el infarto agudo de miocardio o la hipertensión arterial.
Mucho más que tristeza
Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del Departamento de Pediatría del Hospital de Clínicas, explica que si bien muchas veces se usa el término 'está deprimido' como sinónimo de 'está bajón', cuando se habla de depresión en salud mental se hace referencia a "un trastorno que afecta toda la vida del individuo".
Con respecto a los chicos, la médica describe que no solo incide negativamente sobre su estado de ánimo, sino también sobre sus funciones cognitivas y emocionales, claves para poder desarrollarse adecuadamente. "En el caso de los adolescentes, muchas veces se detecta cuando el semáforo ya está rojo y aparecen, por ejemplo, las autolesiones o los trastornos de la alimentación", advierte.
Desde hace tres años, en el Hospital de Clínicas, los profesionales vienen trabajando en la detección del retraimiento emocional durante la primera infancia, que implica una disminución en la interacción social del niño con el ambiente. "Se utiliza una escala llamada ADBB (alerta de retraimiento en el bebé) en niños de hasta dos años. Es una observación muy simple, con pocos ítems, que tiene que hacer el pediatra y que nos permite detectar tempranamente la depresión y trastornos del espectro autista, entre otros", cuenta Ongini.
Algunas de las cuestiones en que se pone el foco son la expresión facial del niño, en si hace o no contacto ocular, en su actividad corporal y en si intenta comunicarse mediante vocalizaciones.
Para todos los referentes consultados, la información y la formación de los pediatras y los profesionales de la salud en general es clave para la detección temprana, que cambia exponencialmente la calidad de vida del chico y su trayectoria.

Ese fue el caso de Elunei, que hoy tiene tres años. Guido Luppi, pediatra del Clínicas, cuenta que, luego de detectar en la beba el retraimiento emocional y mediante una terapia con ella y su mamá, advirtieron que había una serie de "factores ambientales que iban en contra de su desarrollo".
"Cuando me dijeron que lo que mi hija tenía era depresión, me pegó bastante: durante el embarazo y después de que nació, vivió varias escenas de violencia del padre hacia mí", recuerda Eliana, su mamá. "La crié como mamá soltera, yo era muy joven y no sabía cómo jugar o comunicarme con ella".
Gracias al tratamiento (que continúa una vez por semana y que incluye un trabajo con Elunei y su mamá, por separado y juntas), Eliana dice que su hija es otra: "Ella tenía mucho atraso en el lenguaje: prácticamente no hablaba. Ahora se expresa mucho más. Cuando la llevo a la consulta pediátrica siempre se hace amiguitos, cuando antes no quería y casi no jugaba. Era una Elunei apagada y hoy la veo mucho más extrovertida y alegre".
A la hora de explicar las posibles causas de la depresión en chicos, Silvestre pone el acento en el "concepto bio-psico-social". "En principio, hay una carga genética predisponente: hay personas que nacen con más o menos tendencia a tener depresión. Por otro lado, está lo psicológico, donde los antecedentes de situaciones traumáticas de envergadura a edades tempranas son un factor de riesgo importante. Pero no solo depende de la magnitud de la experiencia adversa, sino del sostén vincular de ese chico", explica el pediatra.

En esa línea, Oliver, suma: "La vida nos enfrenta constantemente a duelos, cambios, pérdidas. Que los chicos pueden salir de esa situación y hasta fortalecidos, o no, dependerá en gran medida de cómo cada familia tramite esas experiencias". La falta de sostén ambiental, de amor, el clima emocional depresivo en las personas que cuidan al niño, son para ella otros factores de riesgo.
"Lo ambiental tiene muchísimo peso: es en lo que más hay que prestar atención y en muchísimos casos se mira para otro lado. Incluyendo la violencia familiar, que tiene distintas formas, como psicológica, física y sexual", sostiene Oliver.
Adriana Ingratta, jefa de Servicio de Salud Mental del hospital Elizalde, destaca la importancia de la consulta preventiva para orientar y detecta a tiempo. "Es importante que los chicos sean vistos por profesionales de la salud mental. Hay que desmitificar que al psiquiatra se va cuando se está grave o 'loco'. Por el contrario, los psiquiatras infantiles tenemos una mirada psicoeducativa e integradora de las afecciones del cuerpo y la mente", relata. Y concluye: "No siempre ir al médico significa que la persona va a ser medicada, sino que con guía y orientación a padres el problema puede resolverse".

Algunos de los síntomas
En menores de 2 años
.Sonríen poco o nada
.Llanto permanente o demanda constante
.Desinterés por las personas
.Poco o breve contacto ocular
.Pasividad, poco interés en objetos, falta o disminución del juego esperable para la edad
.Alteraciones o retraso del lenguaje
.Alteraciones del sueño
De 2 a 6 años
.Irritabilidad o tristeza
.Problemas de conducta
.Aburrimiento (menos juego) o hiperactividad
.Dificultades con pares, aislamiento o peleas frecuentes
.Alteraciones del sueño, pesadillas, dificultades para ir a la cama
.Alteraciones en la comunicación
.Dificultades con la alimentación, aumento de peso brusco, hiperselectividad o restricción
.Autoagresiones en la cabeza, arañazos, tragarse objetos

De 6 a 12 años
.Tristeza
.Aislamiento o problemas de conducta
.Quejas somáticas
.Problemas en la atención, en el aprendizaje y afectación del rendimiento escolar
.Baja autoestima, sentimientos de inadecuación
.Cambios en la forma de relacionarse con pares (por ejemplo, cambios de grupos de amistades)
.Trastornos alimentarios restrictivos o por incremento de peso
.Ideación suicida
Depresión en adolescentes: la importancia de detectarla a tiempo

Consejos para alentar a los chicos frente a ciertas dificultades
Sentimientos de culpabilidad
Ayudar a los chicos a distinguir entre los acontecimientos que pueden controlar y los que están fuera de su alcance, ayudándolos a que comiencen a hablar positivamente de sí mismos
Baja autoestima
Si son niños con tendencia a criticarse a sí mismos, elogiarlos frecuentemente con sinceridad; acentuando lo positivo y estimulando las próximas acciones que llevarán adelante
Conductas agresivas
Siempre rechazar el comportamiento destructivo de una manera amable, pero firme; estimular a los hijos a expresar sus sentimientos de enojo apropiadamente, sin ira ni violencia
Si les cuesta comer y dormir
Ante pérdida de apetito, no obligarlos a comer y ofrecerles sus platos favoritos. Si tiene problemas para dormir, mantener un horario constante y generar actividades relajantes, como leer
Falta de interés
Preparar una actividad interesante al día; planificar acontecimientos especiales; comentar temas agradables y pedirle al niño que anote sus pensamientos placenteros varias veces al día
Interconsulta preventiva
Es muy importante contar con un pediatra que conozca al niño y lo acompañe en el cuidado físico, pero también en lo emocional; así, ante una sospecha podrá aconsejar una interconsulta preventiva
Fuente: Adriana Ingratta, Hospital Elizalde
Más información
. Hospital de Clínicas
. Hospital Garrahan
. Hospital Elizalde
. Fundación Encuentro entre Padres
M. A.
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