Okasan, de Mori Ponsowy
Viaje a un país enigmático al encuentro del hijo
Es de noche, el primer día de un viaje que durará catorce, madre e hijo caminan entre la multitud. Están en Shinjuku, ese "Times Square multiplicado por mil" cuyas calles están atestadas de carteles de neón imposibles de descifrar para cualquiera que no sepa leer alguno de los tres sistemas de escritura japonesa. Mori Ponsowy, la autora de Oka san, libro singular y conmovedor, ha viajado a Tokio para visitar a su único hijo, que estudia hace casi un año en Japón. "¿Y si de pronto lo pierdo?", dice. "Tengo miedo, pero no sé a qué exactamente. Quisiera tomarle la mano pero no me atrevo. Quizá dentro de unos años, cuando él sea adulto del todo, pueda hacerlo. Pero ahora le incomodaría. Al fin, me agarro de una punta del extraño chaleco que lleva puesto. ?Tengo miedo de perderme', le explico."
Perderse entre la multitud, perder al hijo, perderse en el amor por ese hijo pero también, perderse en el recuerdo o mejor dicho en la ficción que se construye en torno a la propia vida -"Ma, ¿tú de verdad crees que las cosas pasaron así? o sabés que estás inventando?", le dice el hijo cuando lee algo de lo que su madre escribe-, perderse, finalmente, en la soledad de la escritura. De todo esto habla Oka san, construido a partir de las crónicas que Ponsowy fue posteando en Facebook durante su viaje, en tiempo real -aunque esto en literatura siempre implica un desfasaje, una distancia-, escribiendo a la noche, con los pulgares sobre el celular y que, luego, corrigió e hilvanó con una historia familiar más amplia.
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C. E.
C. E.
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