miércoles, 17 de abril de 2019
OPINIÓN
Dos propuestas diferentes para eliminar la pobreza y subir el salario real
Gastón Pérez Izquierdo
Es sorprendente observar la escasa rigurosidad analítica de las críticas a la política económica, como también la ausencia de propuestas específicas sobre qué debería modificarse. Intentaré resumir mi interpretación de lo que ejecutó Cambiemos en estos últimos tres años, con el objetivo de compararlo con las propuestas de sus opositores más relevantes.
La coalición Cambiemos enunció claramente que su estrategia económica estaría fundada en el aumento de la inversión privada y pública como el único mecanismo que permitiría eliminar la pobreza y satisfacer las expectativas de progreso de todas las clases sociales. Este fue el concepto básico detrás de todas sus decisiones.
A continuación, identificaron como principal impedimento para cumplir este objetivo el enorme déficit público y su financiamiento vía el impuesto inflacionario. Tenían solo tres opciones para cubrir el déficit heredado: un ajuste brutal inmediato del gasto público, la suba de impuestos o el endeudamiento. Optaron por reducir el gasto gradualmente y endeudarse.
Con el gradualismo, todo anduvo bien hasta marzo de 2018: un crecimiento al 4% anual, el dólar a $20 y el riesgo país en 418 puntos. Las críticas a la política económica solo se referían a temas complejos de teoría monetaria muy controvertidos en los ambientes académicos. Pero en abril de ese año hubo una inesperada corrida cambiaria cuya causa todavía no se ha analizado profundamente. El dueño de un importante fondo de inversión norteamericano me comentó, a mediados de 2017: "En la Argentina no invertiría ni un dólar. Recuerdo perfectamente diciembre de 2001, cuando se festejó en el Congreso Nacional la declaración de default; ellos representaban la cultura de un país que festejaba no pagar sus deudas". Habíamos acumulado internacionalmente la fama de mal pagador con un default gigante en 2001, una quita salvaje y, a continuación, un juicio interminable con aquellos acreedores externos que no habían aceptado la oferta.
Una historia de país mal pagador: ese fue esencialmente el trágico tropezón de Cambiemos. La devaluación se trasladó a los precios y, así, una inflación más elevada y la recesión derivaron en un proceso explosivo que solo pudo ser detenido cuando se prometieron déficit público cero y crecimiento de base monetaria también cero. Aprobado el presupuesto por el Congreso, lo previsto es un déficit y una expansión monetaria cero en este 2019. Esta es la historia de los últimos tres años: un enorme déficit público heredado, un no al ajuste brutal inmediato, endeudarse para no usar el impuesto inflacionario y corrida cambiaria originada en nuestra histórica fama de mal pagador.
La propuesta de la oposición comienza con la afirmación de que el problema económico argentino no se resuelve por la vía del ajuste, lo que implica decir que el crecimiento del gasto público no importa y tampoco el modo de financiarlo. Tal vez han considerado que este gobierno dejará un déficit primario cero y que la deuda pública podrá ser renovada. O tal vez imaginarán incrementarla. Pero la deuda actual es elevadísima porque acumula el financiamiento de los déficits anteriores a 2018. Cambiemos no hizo el ajuste brutal necesario inmediato; lo postergó al hacerlo de manera gradual y tomar mientras tanto deuda, pero muy pronto habrá que pagar, de capital más intereses. Y, lamentablemente, será difícil que le renueven los vencimientos de la deuda a una oposición que hoy proclama de viva voz que renegociará lo acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y que arrastra la triste historia de mal pagador del plan Bonex y del default de 2001.
Sin exponerlo abiertamente, parecería que la oposición no vacilaría en recurrir al impuesto inflacionario para financiar el déficit. Gravísimo error. Las consecuencias de haber utilizado este impuesto se ven nítidamente en estos días, cuando se necesita disminuir los aumentos de precios. La gestión de Cambiemos está viviendo el drama de cómo reducir la tasa de inflación sin recurrir a más recesión y sin incrementar la expansión monetaria. Esta es una enseñanza que los políticos argentinos deberían aprender: lo más grave de iniciar la inflación para financiar un déficit son los costos de eliminarla, los costos recesivos, que pueden resultar enormes.
Otro razonamiento de la oposición es que no hay que hablar de ajuste porque podríamos pagar más gasto público si lográramos un crecimiento de la economía. Simultáneamente, comentan que en lugar de ver cuánto viene del exterior hay que ver cómo prevenir que no se vaya lo que se está yendo. Un "cepo cambiario". Sin embargo, nadie discute que para crecer se requiere más inversión pública o privada y es obvio concluir que los principales enemigos del que invierte son la inflación y el control de cambios. Para los empresarios que invierten, pequeños medianos o grandes, nacionales o extranjeros, es una condición básica que exista un mercado libre de cambios, sin regulación estatal.
Dadas estas consideraciones, quedan definidas dos propuestas diferentes, aunque ambas supuestamente con el mismo objetivo: eliminar la pobreza e incrementar el salario real por la vía de una mayor inversión.
La estrategia de Cambiemos es conocida y todo indica que eligieron el único camino posible, si se tiene en cuenta su disminuido poder político al ser minoría en el Congreso. Nadie se ha atrevido a criticar la implementación técnica de su política económica, excepto aquellos que pedían un ajuste brutal inmediato en 2016. Cambiemos hizo todo lo factible para promover la inversión respetando el rol orientador de los mercados. La estrategia de la oposición frente a las próximas elecciones vuelve a proponer prácticas anteriores a 2016: mantener o incrementar los subsidios, financiar gasto público vía impuesto inflacionario, default o plan Bonex y cepo cambiario.
Las dos propuestas son más o menos conocidas y los economistas de renombre deberían esforzarse en estudiarlas y compararlas, exponiendo las consecuencias futuras de su implementación. Los empresarios y los votantes necesitamos que estas discrepancias se discutan al más alto nivel profesional y que se publiquen las conclusiones.
El autor es empresario vitivinícola
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