Amnesia política, método para tergiversar la historia
El PJ-K busca desvirtuar el pasado para sumar votos, ya que cada crisis es tapada por otra y parte de la sociedad olvida causas y responsables
Si no fuera porque en la Argentina pasan tantas cosas insólitas, una frase de José Luis Gioja estaría destinada a sumarse al listado de disparates de dirigentes políticos y sindicales. "Hay un claro plan de Macri para quedarse con el país", dijo sin inmutarse el titular formal del PJ tras el relanzamiento electoral de Cristina Kirchner en la sede partidaria, que nunca había pisado en sus años como presidenta de la Nación.
Tal vez haya sido un lapsus y el veterano exgobernador sanjuanino confundió el país con el Estado, en su entusiasmo por apoyar a CFK como cabeza del "Gran Frente Patriótico" que debería evitar la reelección de Macri y frustrar ese imaginario plan. La foto de Cristina en la mesa "pejotista" podría avalar esa presunción: casi todos los presentes llevan muchísimos años viviendo del Estado -directa o indirectamente, por derecha e izquierda- e incluso los que no amasaron fortunas lo harán si alguna vez optan por su jubilación de privilegio. Sin ir más lejos, su ladero Gildo Insfran hace tres décadas que gobierna Formosa, la provincia menos productiva del país, donde el 95% del empleo depende del sector público y perpetúa un feudo de clientelismo cautivo. Lo mismo vale para intendentes del conurbano que buscan su propia reelección y para el alineamiento incondicional de legisladores que deben renovar sus bancas.
No fue el único rasgo distintivo de esa reunión. Otro es la típica asociación del peronismo con el concepto de Patria, el eslabón del ADN partidario que confina a los votantes no peronistas a un imaginario rol antipatriótico, por más que cumplan con todas sus obligaciones, no hayan tocado un peso que no fuera suyo o tengan menos derechos. Es el mismo nombre que eligió CFK para el instituto donde se refugió en estos años, tras haber sido derrotada con su sigla Unión Ciudadana y desistido de la franquicia marca PJ para uso electoral. No parece que en la cumbre de la calle Matheu haya habido algún reproche en este sentido, pese a las notorias diferencias ideológicas entre caudillos territoriales, militantes de La Cámpora e intelectuales pseudo progresistas que siguen apoyando al régimen de Nicolás Maduro. Ni que pueda prosperar la intención de presentarse en las PASO de Daniel Scioli, a quien el kircherismo responsabilizó por la derrota de 2015.
Ante la ausencia de cualquier autocrítica y de otro liderazgo con chances electorales, el PJ vuelve a hacer suyas las tácticas del cristinismo en el terreno judicial. Es más fácil victimizarse, acusar al que acusa y hablar de presos políticos, que probar inocencia en casos de corrupción sistemática, coimas y retornos, bolsos y cajas de seguridad con millones de dólares o propiedades no declaradas en el exterior, incluso con acusados confesos. A favor de esta estrategia juegan los interminables recursos y recusaciones judiciales y también los fueros parlamentarios hasta que se dicten sentencias firmes, que nunca llegan o lo hacen después de décadas según la dirección del viento político. A tal punto que la propia Corte Suprema estuvo al borde de abandonar su carácter de última instancia para inaugurar un procedimiento preventivo de juicio, reñido con esos antecedentes, la demanda social y el sentido común: evitar la presentación de CFK esta semana en la causa por obras viales adjudicadas a Lázaro Báez, que lleva tres años, bajo el argumento de evitar inciertas demoras posteriores.
A esto se agrega que la sucesión de escándalos por corrupción hace que cada uno de ellos se vaya diluyendo en la memoria colectiva. Hace menos de nueve meses que estalló el de los cuadernos, descubierto y denunciado por Diego Cabot (que derivó en la detención de exfuncionarios kirchneristas y empresarios que confesaron el pago de coimas) y parece que hiciera años. CFK busca desacreditarla como una operación mediática basada en fotocopias, aunque su excontador la desmiente. No es extraño además que Hugo Moyano acompañara a Cristina en el PJ. Pocos recuerdan que en 2015 inauguró con ella la clínica del gremio de camioneros en el ex Sanatorio Antártida (lo repitió dos años después con el exministro Triaca) y que ese edificio en pleno Caballito permanece tapiado.
Otra estrategia clave avalada por el PJ se apoya en la economía, bajo el argumento "con Cristina estábamos mejor" irrefutable para una mayoría de consumidores, pero cuya política ocultaba una herencia explosiva. Durante sus dos mandatos convirtió los superávits gemelos (fiscal y externo) en déficits; aumentó fenomenalmente el gasto público inflexible (moratorias previsionales), el empleo estatal y los subsidios; dejó una presión tributaria récord y asfixiante para el sector privado; también inflación reprimida por atraso cambiario y tarifario y redujo los stocks de energía, carnes y granos pese a limitar o prohibir exportaciones.
Macri pagó un triple costo por esta herencia. Primero, por no describir su gravedad. Luego, al fracasar su apuesta de corregirla gradualmente con crédito (externo) que, tras cortarse, gatilló el shock cambiario de 2018 y lo obligó a recurrir al FMI a cambio del viraje hacia un fuerte ajuste fiscal y monetario para evitar una crisis mayor, sorteada dos años antes. Y, finalmente, al no dominar la inflación, reducir la pobreza ni impulsar el crecimiento a partir de mayor inversión y empleo privado, reposicionó a CFK, elevó la incertidumbre electoral y, por carácter transitivo, el riesgo país. Los mercados externos la asocian con un retorno del populismo, pero con menor caja fiscal (sin la soja a US$600 con altas retenciones), mayores intereses de la deuda y presumible deterioro institucional.
Estas expectativas tienen poco que ver con la premisa lanzada por el gobernador Juan Schiaretti tras su triunfo en Córdoba, a favor de un Peronismo Federal republicano y un país sin déficit estatal. De todos modos, este sector sigue sin definir su liderazgo y eventuales alianzas ante la reticencia de Roberto Lavagna de competir en una interna.
Mientras tanto, el PJ kirchnerista aprovecha la "memoria corta" de buena parte de los argentinos para reivindicarse políticamente y endosar a otros sus culpas del pasado. Este fenómeno es explicable por la sucesión de crisis económicas en las últimas décadas y el hecho de que, salvo pocas excepciones, cada una fue más grave que la anterior, por lo cual muchos olvidan causas y responsables. De ahí que no pocos dirigentes peronistas recurran a la amnesia política como método para tergiversar esa historia.
Lo cierto es que, en los últimos 70 años, la Argentina fue el segundo país de menor crecimiento del PBI per cápita en el mundo (apenas 0,7% anual) detrás de Sudáfrica; tuvo una recesión cada tres años; una inflación promedio de 62% anual (sin contar tres hiperinflaciones); multiplicó por ocho la pobreza (de 4% a 32%) y registró déficit fiscal salvo en tres años. Con sus dispares vertientes ideológicas, hubo gobiernos peronistas durante la mitad de dicho período (35 años) y evidentemente algo tuvieron que ver con esos decepcionantes resultados. Aun así, pocos mencionan el ajuste ortodoxo del segundo gobierno de Perón (1952/55); el "Rodrigazo" de Isabel Perón (1975, primera híper); la hiperinflación de Menem (1990/91, un año después de la de Alfonsín); la convertibilidad de Cavallo en los dos mandatos de Menem (1991/1999), que le estalló a su propio autor diez años después y puso fin a la presidencia de Fernando de la Rúa (2001); el mayor default de la historia proclamado con "papelitos" desde el Congreso por Adolfo Rodríguez Saá (2001); la "pesificación asimétrica" de Eduardo Duhalde (2002, promovida por el entonces ministro José Ignacio de Mendiguren para empresas endeudadas en dólares) y el "campo minado" que dejaron CFK y Axel Kicillof (sin reservas de libre disponibilidad, atrasos en pagos y cuantiosas ventas de dólares a futuro) para retardar deliberadamente el estallido de otra crisis. Con todos sus errores de diagnóstico y mala praxis, Macri podría ser reelecto y hacerse cargo de su propia herencia, para lo cual deberá emprender reformas de fondo o legársela a quien lo suceda. Pero en este último caso habrá gobernado apenas 4,2% de ese período en el que ningún presidente no peronista logró concluir su mandato.
N. O. Sc.
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