Parques nacionales: ¿podríamos ser una potencia verde?
Iberá podría sumarse al rentable circuito de los safaris fotográficos
Manuel Torino
Atardece en la inmensidad de la sabana. De pronto, una panthera onca se asoma entre los pastizales. Extasiado, un turista extranjero saca su cámara, apunta y dispara. De regreso al campamento, donde los lugareños lo esperan con música y comidas típicas, comparte orgulloso su foto de uno de los grandes felinos del mundo.
La secuencia no pertenece a un safari en Sudáfrica. Tampoco es una expedición de la National Geographic en el Serengeti. Es sencillamente lo que podría suceder en unos pocos años en Iberá, provincia de Corrientes, gracias al regreso del yaguareté.
Con la reintroducción de esta y otras icónicas especies en marcha, algunos de los conservacionistas más prestigiosos de la región se ilusionan con que Argentina pueda sumarse al rentable circuito global de los safaris fotográficos, en el que amantes de la naturaleza pagan fortunas por retratar a animales salvajes en su hábitat.
Esta es apenas una de las tantas variantes del llamado turismo de naturaleza, un mercado que según cifras de la Organización Mundial del Turismo mueve 263.000 millones de dólares anuales -casi medio PBI nacional- pero que la Argentina -el paraíso de los recursos naturales, el país de los cuatro climas- hoy desaprovecha.
Porque si hablamos de climas, suele predominar el electoral. Y mientras que por estos días debatimos dos modelos económicos en pugna, pocos toman nota de una tendencia global que parece ofrecer una solución sustentable al esquivo desarrollo económico: el modelo de producción de naturaleza.
Se trata, ni más ni menos, que de aprovechar el poder de la naturaleza para potenciar el turismo y encender así un nuevo motor económico que, además, sea amigable con el medio ambiente.
Todavía estamos lejos de este nuevo paradigma, o quizás no tanto: el ocio ya juega un rol protagónico en las cuentas nacionales. Un informe de la consultora Elypsis revela que durante 2017 en la Argentina, la industria del turismo en su conjunto movilizó 15.000 millones de dólares. La cifra equivale a una campaña entera de soja. O a la producción anual de petróleo y gas.
Sin embargo, y a pesar de contar con 47 áreas protegidas que albergan algunas de las maravillas naturales más fascinantes del mundo, casi la mitad de los argentinos nunca pisó un Parque Nacional.
"El desafío pasa por desarrollar el turismo vinculado a la naturaleza, potenciando a las economías regionales y creando un legado para las nuevas generaciones. Y en este sentido no hay mejor figura que los Parques Nacionales", explica Sofía Heinonen, bióloga y directora ejecutiva de The Conservation Land Trust, la fundación creada por Douglas y Kristine Tompkins, que funciona en un inspirador loop: adquieren grandes extensiones de tierra, las preparan para su conservación y luego las donan al Estado para que se creen nuevos Parques Nacionales. De ahí, todo vuelve a empezar.
Al respecto, el gobierno de Mauricio Macri viene haciendo su parte. La política de creación de Parques Nacionales es una promesa de campaña cumplida de la que se puede jactar Cambiemos. De hecho, en 2018 se rompió un récord histórico, con seis nuevas áreas naturales protegidas. Para encontrar un boom de conservación semejante hay que retrotraerse a principios del siglo XX, tiempos de un tal Francisco Pascasio Moreno.
"Estamos preservando un capital ambiental que será un legado para las futuras generaciones; más parques que nos permitan asumir nuestra identidad como argentinos orgullosos de este bien común, y de esta manera, preservar la naturaleza y asegurar un desarrollo sustentable", dice al respecto Sergio Bergman, secretario de Gobierno de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación.
Potencia verde
Colonia Carlos Pellegrini no sólo es un bucólico pueblo de 1.000 habitantes que sirve de puerta al Parque Nacional Iberá, una extensión de 159.800 hectáreas con humedales y una biodiversidad que llena los ojos. También es un leading case del modelo de producción de naturaleza que instauró el fallecido Tompkins en el país hace más de 15 años y que hoy continúa, hidalga, su esposa.
Tiempo atrás, esta localidad correntina expulsaba a sus pocos habitantes, amenazados por los fertilizantes de las arroceras y por los cazadores furtivos que habían extinguido a sus especies nativas. "La gente se iba del pueblo por falta de oportunidades. Y a las mujeres nos tenían olvidadas, cuidando a los chicos. Con la llegada del ecoturismo se empezaron a ver los frutos de aliarse con la naturaleza. Hoy los jóvenes se quieren quedar", cuenta Sara Medina, que hoy trabaja de guía cultural y de cocinera en un comedor para los miles de visitantes que colman Pellegrini cada fin de semana largo.
Mientras el modelo de producción de naturaleza avanza silencioso en otros puntos del país, podemos encontrar inspiración en los grandes sistemas de conservación del mundo: desde el pionero Estados Unidos - "Los Parques Nacionales son la mejor idea que hemos tenido", escribió alguna vez el historiador y ambientalista Wallace Stegner -, pasando por la transformación sustentable de Sudáfrica, hasta, sin ir más lejos, la flamante ruta escénica de Chile, que conecta 17 parques.
Todavía resta mucho por proteger. Aunque algunas señas de época invitan a ser optimistas: el vertiginoso ritmo actual empuja a encontrar refugio en la naturaleza. Y si no que lo digan los millennials y los centennials, cada vez más conscientes y comprometidos con el medio ambiente. Porque al final, vamos cayendo en la cuenta de que no hay mejor negocio que cuidar el medio ambiente.
El autor es periodista y fundador de Aconcagua.lat
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