Sofia Tolstaia, en contra del matrimonio como sacrificio
A partir de una reciente traducción, se revaloriza la obra de una mujer que, a la sombra de Tolstói, se adelantó a su tiempo
Tal como explican en su epílogo Ferran Mateo y Marta Rebón -la traducción de Rebón es estupenda-, Sofia Tolstaia interpretó Sonata a Kreuzer (1889) como un ataque de Tolstói. Entonces escribió este libro en unos cuadernos que no fueron publicados hasta 1994. La tardía fecha de aparición de ¿De quién es la culpa? se coloca en paralelo a la trayectoria de Tolstaia, escritora, copista y fotógrafa, que se casa con Tolstói y se dedica al cuidado de sus 13 hijos y del legado de su esposo.
Es necesaria la recuperación de diarios y textos tan singulares como este, que nos ayudan a entender el desarrollo frustrado de ciertas identidades femeninas: un concepto espiritual de la creatividad se enfrenta al ideal de madre. A su vez, los elementos del binomio anterior se oponen al disfrute del propio cuerpo. La supuesta delicadeza del placer femenino resulta incompatible con la depredación del padre-esposo que revive tragándose a Caperucita. "Debo poseer a esta niña", piensa el príncipe, educador castrante y maduro, seducido por la precocidad de un cuerpo en el que conjurar la vejez. El marido destruye la mejor parte de la esposa y Tolstaia, metamorfoseada en una Anna de "lucidez intrépida", se pregunta: "¿Dónde está mi yo?", pero decide conservar a cualquier precio a su marido.
La modernidad de las contradicciones que anidan, por imperativo cultural, en el corazón de muchas mujeres sobresale en esta novela; lo mismo que la certidumbre de que esas contradicciones y deseos pueden conducirnos a la muerte. En la tachadura de la identidad de la protagonista, en el extremo luctuoso de esa tachadura, Tolstaia diagnostica; lanza el anzuelo de una venganza, que no culminará hasta 1994; y resulta profética. El germen del adulterio femenino, tan presente en esa novela decimonónica protagonizada por mujeres que, frente a los corsés, responden a la llamada rebelde de sus pulsiones contrariadas -Anna Karenina sin ir más lejos-, forma parte de una venganza secreta y simultáneamente se reconvierte en un modo de culpa sexual: cuando Anna desea lo prohibido, acecha el riesgo de muerte para sus criaturas.
Quizá el autobombo de la ficcionalización de Tolstaia en Anna nos haga sonreír; sin embargo, ¿De quién es la culpa? tiene hallazgos innegables: la complejidad psicológica; las páginas en las que Anna se sumerge en la cabeza del esposo y esa inmersión se siente como una usurpación a causa de nuestros prejuicios machistas de lectura; la habilidad para literaturizar el sexo especialmente en la consumación del matrimonio dentro de un carruaje -ella complaciente, avergonzada y asqueada; él preguntándose si siempre será así de aburrido-; la revisión de la idea del amor como sacrificio y de las dualidades -espíritu/cuerpo- que nos hacen íntimamente desgraciadas -también desgraciados-; el relato del parto y la pregunta larvada -actualísima- sobre si sentimos lo que sentimos o sentimos lo que nos dicen que debemos sentir porque el lenguaje y los relatos colonizan las emociones; la decisión de convertir vida y ficción en una hipérbole para consumar una venganza "en diferido" con la que Tolstaia dibuja en 1893 los contornos claustrofóbicos de las relaciones amorosas, entendidas como relaciones de poder, en las sociedades contemporáneas. Definitivamente, esta novela no es venganza. Es vindicación.
La edición
Sofia Tolstaia (1844-1919) murió hace un siglo y su novela ¿De quién es la culpa? recién se publicó en 1994. Con traducción de Marta Rebón, recientemente la publicó en castellano el sello español Xordica. Puede conseguirse por internet: los libros no pagan el 30 por ciento.
Marta Sanz- El País
La autora es una reconocida escritora española
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