Mar del Plata. El sueño de una sociedad igualitaria
Mujeres de veraneo en la década del 60; más allá, una vista de la Bristol
" Mar del Plata es el espejo de la democracia social de la Argentina", dice Juan Carlos Torre, coautor, junto con Elisa Pastoriza, de Mar del Plata. Un sueño de los argentinos (Edhasa). En esa frase se cifra el espíritu del libro, que recorre el itinerario de la villa balnearia construida a fines del siglo XIX: desde el solar veraniego de las clases altas hasta la capital del turismo de masas en la que se convierte en las décadas de 1950 y 1960.
"¿Qué se puede decir de la Argentina del siglo XX? Que convirtió el desierto en una pradera fértil y que comenzó a exportar alimentos al mundo. Que es el país de América Latina que recibió la mayor cantidad de inmigrantes europeos. Que es una sociedad atravesada por un impulso igualitario y que, a diferencia de otros países del continente, hay una demanda permanente por una relación menos jerárquica y más horizontal. Que, a pesar de una historia política pautada por accidentes, avances y retrocesos, como telón de fondo se mantiene la apertura social sostenida por una creencia según la cual nadie en la Argentina es, por nacimiento, inferior a otro. Mar del Plata, en ese sentido, es un caso paradigmático: creada como la villa balnearia de la oligarquía o de las clases altas, fue puesta bajo asedio por ese impulso igualitario muy rápidamente", agrega Torre, sociólogo, profesor emérito de la Universidad Torcuato di Tella.
La evolución del balneario refleja las transformaciones sociales del país. "Esos cambios se dan muy tempranamente. Se suele asociar este proceso al peronismo; el peronismo profundiza y magnifica esa transformación, pero en 1910 ya se ve que esa elite se está preguntando: ?¿Y quiénes son estos?'", aclara Pastoriza, historiadora, profesora emérita de la Universidad Nacional de Mar del Plata y residente en la ciudad balnearia desde los años 70.
El libro, deliciosamente escrito y rigurosamente documentado (con fotos, afiches publicitarios e imágenes) profundiza un artículo que Pastoriza y Torre publicaron hace más de 20 años en la colección Historia de la vida privada en Argentina, compilado por Fernando Devoto y Marta Madero, en el que advertían que la trayectoria de Mar del Plata podía ser leída como una metáfora de la dinámica de la sociedad argentina. "Encuadraba perfectamente en esta idea de un impulso igualitario y de una movilización en pos de un sueño, que era estar ahí, conocer aquello que, en un principio, había pertenecido o había sido creado por otras clases", sostiene Pastoriza.
El Torreón del Monje, en una imagen de 1928
La recreación compartida
"Así como la capital, Buenos Aires, es una suerte de faro de la modernidad, Mar del Plata es faro de la recreación compartida, la idea de que hay un solo lugar", dice Torre, y señala la diferencia con otros países en los que los lugares de ocio, recreación y descanso se encuentran segmentados por clases sociales. Los 25 km de costa contenían a todos "bajo el mismo cielo y el mismo mar", dirán los autores en el libro.
Mar del Plata. Un sueño de los argentinos recorre diversas etapas: su creación, a fines del siglo XIX, a imagen y semejanza de balnearios franceses en los que veraneaban los sectores altos argentinos; el período a cargo de la gestión socialista; los años del gobernador de facto, Manuel Fresco; los años peronistas, con la creación del turismo social y los hoteles sindicales, hasta los años 60 y 70, el período en el que este "experimento social" tiene dos deserciones: los jóvenes migran a Villa Gesell y los pudientes, a Punta del Este.
Pastoriza evoca las figuras fundadoras del balneario, la llegada del ferrocarril en 1886 y, a los dos años, la inauguración del Bristol Hotel. "Una cosa interesante de esta primera etapa es la velocidad del proceso y, también, el valor terapéutico que le otorgan al agua de mar. La idea de lo terapéutico duró poquísimo y Mar del Plata -el Bristol, las ramblas, las explanadas y los bailes- rápidamente se convierte en una escuela de sociabilidad, una escuela mundana, una forma de ?civilizar' a esa clase social que estaba en formación y que había tenido un enriquecimiento muy rápido".
Para los autores, el modelo de balneario que se importa de las experiencias cosmopolitas de los sectores altos europeos tiene, en la Argentina, tres pilares: el gran hotel, el casino y el balneario. "Muy rápidamente va ser un éxito, porque veranear en Mar del Plata se convirtió en una obligación social de la gente rica, que comienza a construir sus grandes residencias", dice Torre.
El edificio Normandie en Playa Grande, en una foto de 1940
La pujanza económica de la Argentina de 1910 traería aparejados cambios sociales y daría comienzo lo que los autores llaman "la marcha sobre Mar del Plata". Los testimonios de la década del 10 y el 20 refieren, cuenta Torre, a "los nuevos veraneantes que hacen caso omiso de la elegancia de las altas clases y van allí a disfrutar de ese balneario donde se había fabricado una feria de vanidades, donde competían por la mejor residencia, por pasear con las mejores ropas y por las apuestas en el casino. Al casino se iba a hacer ostentación de dinero, no a ganar".
Testimonios de cronistas de 1915 y 1917 arriesgan una frase: "Esto se está democratizando demasiado". Cambiará también el paisaje social de la rambla, el emblemático espacio público de Mar del Plata.
Otro hito en la radiografía de la ciudad será la gestión socialista del municipio en 1920 y sus políticas públicas de promoción del balneario como un lugar para todos. "Aquello que hasta ese momento era producto de las fuerzas espontáneas de la sociedad y sectores medios que quieren participar del balneario, ahora va a recibir un espaldarazo", afirma Torre. "Aparecen políticas que tienden a promover viajes más baratos, rebajas de tarifas, acuerdos con hoteles", detalla Pastoriza.
Éxodo al sur
Asediados por los nuevos contingentes, la elite fundadora de Mar del Plata irá abandonando Playa Bristol, su ámbito natural, y comenzará su éxodo hacia el sur. Una de las figuras del éxodo es Marcelo Torcuato de Alvear, que se va hacia lo que más tarde será Playa Grande. A comienzos de los años 30 la presencia de esos nuevos veraneantes va a ser tan ostensible y la marea humana va a empujar de tal manera que la elite comienza a caminar. Ahí tenemos un antiguo veraneante entrevistado por la revista El Hogar: "Me acuerdo que entramos al hotel Bristol, íbamos al comedor y cada mesa era como un palco de la vieja ópera -dice-. Ahora cuando me atrevo a caminar por la rambla estoy en otro país, no reconozco ese paisaje".
A pesar de la regresión política de los años 30, Mar del Plata seguirá abriéndose a nuevos veraneantes. El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Manuel Fresco, potenciará una monumental transformación poniendo en marcha tres proyectos: la pavimentación de la ruta Dolores-Mar del Plata, el complejo de Playa Grande y el nuevo núcleo que es el Hotel Provincial y el Casino. "Fresco va al encuentro de esta Mar del Plata cada vez más abierta y crea el escenario permanente del balneario de masas cuando borra de un plumazo ese emblema de la vieja Mar del Plata, que era la rambla Bristol, la rambla afrancesada, y coloca allí los edificios gemelos del Hotel Provincial y el Casino, hechos por Alejandro Bustillo. Eso le da esa impronta de gran ciudad", dice Torre. "Una cosa que tiene la Argentina es que no ha sabido crecer conservando el patrimonio, algo que yo he visto paseando por balnearios de la costa francesa. Este es un país que crece con una fe en el futuro tan formidable que quiere caminar ligero sin el peso muerto de lo que ha hecho antes. La modernidad aquí es arrasadora y lo que se hace en Mar del Plata es un ligero ejemplo de esa voluntad demiúrgica de reinventar todo".
La ampliación de Mar del Plata recorrerá, transversalmente, todas las gestiones: la socialista, la conservadora y, luego, la peronista. "Esto está en todos los partidos políticos, también los conservadores, porque ellos eran hoteleros, tenían empresas de la construcción, o sea que ese crecimiento de Mar del Plata los favorecía", dice Pastoriza. Los autores explican cómo la expansión de la villa balnearia se sostuvo a lo largo de la historia a pesar de los tumbos políticos y económicos, el golpe del 30, el golpe del 55 y la proscripción del peronismo, hasta llegar a la década del 60 y recibir a dos millones de veraneantes.
Folletos de los boletos combinados entre Ferrocarril del Sud y la Asociación de Hoteleros
Loa años del peronismo
Aunque en 1946 el peronismo encontró una ciudad ya consolidada, promovió una ampliación del acceso al balneario a través de políticas del turismo social, la proliferación de hoteles sindicales y la construcción de Chapadmalal. "Durante el gobierno de Mercante comenzaron a estimular esto de las vacaciones. Al principio nadie se anotaba porque no sabían cómo vestirse, no sabían cómo se vivía en un hotel. Los trabajadores era tímidos. Entonces hubo un proceso, podríamos decir, de construcción del turista obrero", grafica la historiadora. Para Torre, la construcción del turista obrero fue parte de la ampliación de la frontera de lo que era posible en el universo del mundo del trabajo: "Usted puede, dice Perón, a la manera de Obama. Pero eso requiere todo un trabajo de persuasión. Esa operación hace verosímil la consigna de esos años (?Mar del Plata como ejemplo de la democracia social argentina'), que domina la retórica oficial. La gracia del peronismo será crear una expectativa donde no existía.
Para muchos trabajadores, la palabra vacaciones no formaba parte del menú de sus entusiasmos. Antes estaba tener una casa propia, tener los hijos en la escuela. Perón logra suscitar la expectativa de las vacaciones, que después se vuelve incontenible".
Además de los sectores bajos, el peronismo se ocupará de los sectores medios con la sanción de la ley de propiedad horizontal. "Ahí hay este retoque urbano que es la demolición de las viejas residencias. En ese sentido, es muy importante la avenida Colón. Era una avenida poblada de esas residencias, donde se empiezan a construir edificios de departamentos que representan ese sueño de los argentinos de tener una vivienda en Mar del Plata", apunta Torre.
Además de los sectores bajos, el peronismo se ocupará de los sectores medios con la sanción de la ley de propiedad horizontal. "Ahí hay este retoque urbano que es la demolición de las viejas residencias. En ese sentido, es muy importante la avenida Colón. Era una avenida poblada de esas residencias, donde se empiezan a construir edificios de departamentos que representan ese sueño de los argentinos de tener una vivienda en Mar del Plata", apunta Torre.
La investigación llega hasta los años 60, el apogeo de la ciudad de masas y el momento en el que Mar del Plata sufre dos deserciones. "En la década del 60 surge la juventud y para ella, en ese momento, Mar del Plata no es un lugar acogedor. Hay una cantidad de evidencias que muestran las dificultades que tienen los jóvenes: los pelilargos son objeto de persecución. Por eso migran a Villa Gesell. Por otra parte, en su apogeo, Mar del Plata deja de ofrecer esa exclusividad que uno asocia a tener mucho dinero. Sobre todo, nuevo dinero. El viejo dinero está en el Ocean, el Golf, las casas en Los Troncos, pero el nuevo dinero de 1960 no quiere estar ahí, sino en otro lugar más fantástico, y ese es Punta del Este", señala Torre.
¿Qué fue del impulso igualitario que refleja la historia de Mar del Plata y que movilizó a varias generaciones? ¿Qué queda hoy de ese proyecto social que fue excepcional? La pregunta sobre lo que la Argentina pudo haber sido y no fue se impone.
Ayer y hoy
"¿Si este podría haber sido otro país y no fue? No tengo idea -dice Torre-. El sueño de los argentinos se reveló extraordinario. Y cuando son extraordinarios, los sueños están condenados a sufrir los embates del tiempo. La idea de contener en un mismo espacio a todos los sectores, con sus diferencias, era extraordinaria, pero a una escala que ya no podía ser replicada, porque las sociedades se vuelven cada vez más complejas y más heterogéneas".
El fin de ese sueño se da a comienzos de los 70, afirma Torre. "La idea del experimento social extraordinario comienza a sufrir los embates de una sociedad que sigue transformándose en dirección a la diversidad. Quizás el impulso igualitario que animó a esa sociedad fue perdiendo la eficacia. Sin embargo, no ha desaparecido del todo. De alguna manera, sigue presente en la sociedad argentina y es lo que la mantiene en vilo. La Argentina es un país donde nadie está contento con el lugar que tiene. Y nadie está seguro del lugar que tiene. Hay países, como Chile, que pasan años convencidos de que ocupan el lugar que les corresponde, pero ahora descubren que no es así. La Argentina, en cambio, desde muy temprano no se resigna y la desigualdad es objeto de crítica y de cuestionamiento".
Que exista un impulso igualitario no implica que haya una sociedad igualitaria, señala Pastoriza. Se trata de un proceso siempre en construcción. "Justamente, ese impulso choca con una sociedad que no es igualitaria y genera tensiones -dice-. No todo resulta feliz".
A. P.
¿Qué fue del impulso igualitario que refleja la historia de Mar del Plata y que movilizó a varias generaciones? ¿Qué queda hoy de ese proyecto social que fue excepcional? La pregunta sobre lo que la Argentina pudo haber sido y no fue se impone.
Ayer y hoy
"¿Si este podría haber sido otro país y no fue? No tengo idea -dice Torre-. El sueño de los argentinos se reveló extraordinario. Y cuando son extraordinarios, los sueños están condenados a sufrir los embates del tiempo. La idea de contener en un mismo espacio a todos los sectores, con sus diferencias, era extraordinaria, pero a una escala que ya no podía ser replicada, porque las sociedades se vuelven cada vez más complejas y más heterogéneas".
El fin de ese sueño se da a comienzos de los 70, afirma Torre. "La idea del experimento social extraordinario comienza a sufrir los embates de una sociedad que sigue transformándose en dirección a la diversidad. Quizás el impulso igualitario que animó a esa sociedad fue perdiendo la eficacia. Sin embargo, no ha desaparecido del todo. De alguna manera, sigue presente en la sociedad argentina y es lo que la mantiene en vilo. La Argentina es un país donde nadie está contento con el lugar que tiene. Y nadie está seguro del lugar que tiene. Hay países, como Chile, que pasan años convencidos de que ocupan el lugar que les corresponde, pero ahora descubren que no es así. La Argentina, en cambio, desde muy temprano no se resigna y la desigualdad es objeto de crítica y de cuestionamiento".
Que exista un impulso igualitario no implica que haya una sociedad igualitaria, señala Pastoriza. Se trata de un proceso siempre en construcción. "Justamente, ese impulso choca con una sociedad que no es igualitaria y genera tensiones -dice-. No todo resulta feliz".
A. P.
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