sábado, 27 de febrero de 2021

FORMAS DE PENSAMIENTO


Facundo Manes: “No solo podemos, sino que debemos aprender hasta el último día”
■ POR N. B. 
Acostumbrado a viajar todo el año para dar charlas y atender compromisos por su tarea como presidente electo de la Sociedad Internacional de Demencia Fronto-temporal, a Facundo Manes el llamado para dialogar acerca del horizonte que se vislumbra cuando la pandemia haya sido controlada lo encuentra recién llegado de España, donde estuvo para culminar detalles de la publicación de su próximo libro: Ser humano. “Se trata de cómo la pandemia puso en evidencia la vulnerabilidad de nuestra especie y la necesidad de concebirnos colectivamente –explica–. Es un cuaderno de bitácora de cómo llegamos hasta acá y una radiografía de cómo nos encuentra el presente. Un breviario de lo que somos”.
Aunque durante la entrevista comenta que se siente agotado por el viaje, se presta a la charla con el entusiasmo que lo caracteriza; especialmente cuando se tratan temas que lo apasionan: el cerebro, la educación y el camino que deberíamos recorrer como sociedad. Dos días más tarde, está internado con neumonía por Covid en la Fundación Favaloro; por suerte con buen pronóstico.

–¿De esta pandemia emergeremos mejores o peores?

–Depende de nosotros. Todas las grandes crisis cambiaron los sistemas de creencias de la época. Hay ejemplos de cosas positivas. Después de una de las pestes más importantes de Europa llega el Renacimiento. Después de la Guerra Civil norteamericana, Lincoln y sus aliados crean el sistema de universidades públicas y el ferrocarril transcontinental. Después de la Gran Depresión, se promulgan leyes para reducir la desigualdad. Después de la Segunda Guerra Mundial, se establece el Estado de bienestar. Es también verdad que las crisis pueden tener el efecto contrario y conducir a un estrés intenso y sostenido, en el que los lazos sociales desaparecen y las personas se vuelven más egoístas e individualistas. Durante la peste bubónica hubo matanzas indiscriminadas y comunidades erradicadas. Yo soy optimista, porque hay grandes posibilidades que nos hagamos más resilientes en el nivel individual y como comunidad.

–¿De qué depende que el saldo sea positivo?


–En gran parte, de la empatía, de la habilidad de imaginar qué piensa el otro, de entender que puede tener creencias diferentes de las nuestras, pero también semillas de verdad. La inteligencia colectiva, la empatía, la resiliencia son palabras que tenemos que tener presentes. En la pospandemia, podemos redescubrir la mejor versión de nosotros mismos.

– A juzgar por las disputas en torno de las estrategias para afrontar esta calamidad, estaríamos recorriendo el rumbo inverso…

–Para hacer evaluaciones hay que esperar a que todo termine. No sabemos si esta maratón dura 42 km, 50 o hasta dónde tendremos que llegar. Lo que sí sabemos es que todavía quedan tramos duros. Mientras tanto, tenemos que unirnos, llegar a acuerdos. Hace años venimos transformando todo en una lucha de pasiones, perdimos el pensamiento crítico. La grieta nos hace más brutos, nos daña, es una tragedia.

–Se sabe que los comportamientos colectivos son más que la suma de las conductas individuales. ¿Puede explicarlos la ciencia del cerebro?

–Sí: somos víctimas de lo que llamamos “razonamientos motivados”. Evaluamos lo que sucede en función de cómo eso se relaciona con nuestra identidad de grupo. Si una visión es defendida por un grupo o por una persona con la que no coincidimos, tendemos a desestimar la evidencia. Por el contrario, si la plantea alguien con el o la que nos identificamos, lo asumimos como la única verdad posible. Y así ninguno de los problemas que tenemos pueden ser resueltos. Lo más triste es que con este tribalismo ganan muy pocos y perdemos la mayoría. Avanzamos en una lucha de facciones. Sigo teniendo esperanza de que nos demos cuenta de que no es cuestión de llevar agua para nuestro molino, sino del bienestar de todos. Y para eso necesitamos recuperar el pensamiento crítico y basarnos en evidencias científicas.

–¿Cuál será la prioridad que habrá que atender desde el punto de vista sanitario?

–La OMS define a la salud como el estado completo de bienestar físico, mental y social. No se puede separar lo físico de lo mental, pero no se puso a la salud mental en el centro. El impacto mental dura más que la epidemia. Y ese aspecto es clave, porque los recursos más importantes de un país son los recursos cognitivos y emocionales de los ciudadanos. Tengo miedo de que no nos estemos preparando para esta otra epidemia de salud mental.

–¿Volveremos al mundo que teníamos antes o nos encontraremos con otro distinto?

–Antes, existía la telemedicina, pero ahora explotó. Había educación a distancia, el periodismo estaba viviendo transformaciones que ahora se profundizaron, la representación política estaba cambiando, el capitalismo estaba siendo revisado por la desigualdad que generó, más allá de haber sacado a mucha gente de la pobreza. Se aceleraron esas tendencias. Lo que hizo el coronavirus fue aumentar la desigualdad y la pobreza. Una reconstrucción nacional era urgente antes de la pandemia y ahora más que nunca. Tenemos que pensar en el bien común.

–¿Qué deberíamos hacer para enfrentarlo?


–Vamos a tener que volver todos al colegio. Porque la nueva revolución industrial ya no transforma lo que hacemos, sino que nos transforma a nosotros. Es una fusión entre lo físico y lo digital. Los países compiten por los sistemas educativos, científicos, tecnológicos. Hoy, la discusión económica central es la educación. Creo que vamos hacia un sistema híbrido, en todas las áreas. No tenemos que tenerle miedo a la tecnología, que es fantástica. Tenemos que reivindicar las habilidades que son humanas. Hay muchos tecnólogos que dicen que la inteligencia artificial ya supera al cerebro humano en muchas cosas. Y sí: lo supera en capacidad de análisis de grandes volúmenes de datos y en encontrar patrones. Pero ni la inteligencia artificial ni las computadoras más avanzadas le ganan en habilidades como la curiosidad, la audacia, la inteligencia colectiva, la empatía, la resiliencia, la capacidad de decidir en forma inmediata pensando en las consecuencias a largo plazo.

–¿Qué cambios habría que promover en la educación?


–Se viene un mundo fascinante y la respuesta es volver al colegio, a cualquier edad. No solo podemos, sino que debemos aprender hasta el último día, porque la educación protege al cerebro. El que no haga esto, tanto en el nivel personal como corporativo o como país, quedará atrás.

N. B.

La inteligencia colectiva
Una nueva dinámica se ha consolidado: la totalidad puede ser mayor que la suma de partes
FACUNDO MANES Y MATEO NIRO Fragmento de Usar el cerebro (Paidós)

Muchas veces se generan discusiones alrededor del interrogante de si la suma de grandes inteligencias individuales lleva necesariamente a un resultado colectivo satisfactorio. En esferas tan distantes como la práctica deportiva, la labor artística o el desarrollo comercial, surge la pregunta: ¿cómo puede ser que este equipo de estrellas no haya rendido tan bien como se esperaba? ¿Y cómo este, más austero, logró, por el contrario, maravillar con su rendimiento?
Aunque desde siempre se ha intentado medir la inteligencia humana, pocas áreas de la ciencia han sido controversiales. Las definiciones de inteligencia propuestas son diversas y van desde la flexibilidad conductual o cognitiva para generar situaciones novedosas y la capacidad de resolver problemas hasta la de una eficaz adaptación con el medio […]
Cuando se trata de inteligencia, la totalidad puede ser mayor que la suma de sus partes. Un estudio del prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT) exploró la existencia de una inteligencia colectiva entre grupos de personas que colaboran bien entre sí, y demostró que la inteligencia del conjunto se extiende más allá de la lograda a través de la suma de las capacidades cognitivas de los miembros de los grupos de forma individual. Estos investigadores mostraron que hay una eficacia general que predice el rendimiento de un grupo en muchas situaciones diferentes. Grupos con un excelente rendimiento en una tarea presentaban también un excelente rendimiento en tareas diferentes. En otras palabras, grupos que fueron exitosos en un desafío serán exitosos en resolver otros desafíos distintos.
Claro que la inteligencia colectiva como idea y como práctica ha existido desde siempre. Familias, tribus, ejércitos y empresas se conformaron para actuar colectivamente de manera inteligente (lo cierto es que no siempre fue logrado). También, la propia escritura y su institucionalización en universidades y bibliotecas (desde la famosa de Alejandría hasta las populares de la actualidad) tuvieron la intención de fijar y hacer circular el conocimiento que la sociedad había producido previamente para el aprovechamiento colectivo.
Pero en la última década una nueva dinámica de ejercicio de inteligencia colectiva se ha consolidado: millones de personas conectadas por Internet desarrollan e intercambian información a través de una red multidireccional, interactiva y universal. Las muestras más notables están dadas por los motores de búsqueda como Google, que organizan y ponen a disposición creaciones de las formas y los orígenes más disímiles para el uso general.
Otra manera de ilustrar este proceso que conforma la inteligencia colectiva está en la evolución de la idea de enciclopedia, desde la monumental obra llevada adelante por Diderot y otros escritores en plena ilustración del siglo XVIII hasta la contemporánea Wikipedia, donde miles de personas en todo el mundo contribuyen a la elaboración de ese complejo sistema de referencia.
Todo lo aquí expuesto no resulta azaroso: los estudios de laboratorio del médico norteamericano John Cacioppo, uno de los líderes y pioneros del campo de las neurociencias sociales, han demostrado que el aislamiento social produce efectos negativos no solo para nuestro ánimo y nuestra conducta, sino también para nuestra salud cognitiva y física en general. Las interacciones sociales que devienen de los procesos que contribuyen a la inteligencia colectiva de un grupo albergan un efecto positivo sobre nuestro bienestar, en múltiples aspectos.
Pero sin dudas una de las mayores representaciones de las construcciones colectivas modernas son los Estados nacionales y sus correspondientes alianzas regionales. Las sociedades organizadas que buscan satisfacer las necesidades básicas de sus ciudadanos y desarrollarse a partir de la historia heredada y, sobre todo, de lo que forjan desde su presente constituyen el rasgo más cabal de inteligencia colectiva que pueden mostrar los seres humanos como especie. Se trata de que cada uno –el afinador, el intérprete, el compositor, el asistente y el director– ponga lo mejor de sí para hacer sonar cada vez mejor la orquesta.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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