Quirke en San Sebastián, de Benjamin Black
Más allá de una nueva y aguda trama policial
J. M. B.
Aunque recién ahora John Banville (Dublín, 1945) haya decidido abandonar el caprichoso gesto de publicar sus novelas policiales bajo el seudónimo de Benjamin Black –a excepción de los países de habla hispana, donde encuentra su mayor suceso y por lo tanto han decidido sostenerlo–, lo cierto es que los universos paralelos del notable escritor irlandés ya se encontraban saludablemente contaminados. Las novelas de Black (El secreto de Christine, El lémur o ahora Quirke en San Sebastián) podrán ser un pasatiempo veraniego para el autor de Eclipse y un ámbito para “crear escenas, personajes y diálogos” que acaso no tengan mayor espacio en el resto de su literatura, pero aun así evidencian a cada momento –más allá de la debilidad por determinados arquetipos– la mano extraordinaria y la agudeza del narrador de fuste que es Banville.
Esta vez su patólogo y patológico protagonista, el doctor Quirke, se encuentra de vacaciones en el País Vasco. El descanso, en consonancia con el género, no puede sin embargo ser completo: Quirke cree haber visto a una amiga de su hija, lo que no tendría nada de extraño de no ser porque ha sido asesinada años atrás. Lo mejor de Banville es el modo en que, mientras se da sus gustos, entreverándose con las convenciones del policial negro, abre la trama y se toma su tiempo para todo, incluso para perder de vista a su protagonista durante un buen rato y, de paso, robarse a sí mismo personajes de sus otros mundos. Quirke en San Sebastián deja en evidencia que, en realidad, se trata de un universo único.
Quirke en San Sebastián
Por Benjamin Black
Alfaguara
Trad.: Miguel Temprano Díaz
307 páginas. $1749
Aunque recién ahora John Banville (Dublín, 1945) haya decidido abandonar el caprichoso gesto de publicar sus novelas policiales bajo el seudónimo de Benjamin Black –a excepción de los países de habla hispana, donde encuentra su mayor suceso y por lo tanto han decidido sostenerlo–, lo cierto es que los universos paralelos del notable escritor irlandés ya se encontraban saludablemente contaminados. Las novelas de Black (El secreto de Christine, El lémur o ahora Quirke en San Sebastián) podrán ser un pasatiempo veraniego para el autor de Eclipse y un ámbito para “crear escenas, personajes y diálogos” que acaso no tengan mayor espacio en el resto de su literatura, pero aun así evidencian a cada momento –más allá de la debilidad por determinados arquetipos– la mano extraordinaria y la agudeza del narrador de fuste que es Banville.
Esta vez su patólogo y patológico protagonista, el doctor Quirke, se encuentra de vacaciones en el País Vasco. El descanso, en consonancia con el género, no puede sin embargo ser completo: Quirke cree haber visto a una amiga de su hija, lo que no tendría nada de extraño de no ser porque ha sido asesinada años atrás. Lo mejor de Banville es el modo en que, mientras se da sus gustos, entreverándose con las convenciones del policial negro, abre la trama y se toma su tiempo para todo, incluso para perder de vista a su protagonista durante un buen rato y, de paso, robarse a sí mismo personajes de sus otros mundos. Quirke en San Sebastián deja en evidencia que, en realidad, se trata de un universo único.
Quirke en San Sebastián
Por Benjamin Black
Alfaguara
Trad.: Miguel Temprano Díaz
307 páginas. $1749
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