sábado, 28 de agosto de 2021

LECTURAS RECOMENDADAS


La hija de Steve Jobs, un testimonio para pensar el vínculo con los padres
En Mínimos peces, Lisa Brennan-jobs habla de esa relación difícil
N.M.
¿Qué es un padre? ¿Qué hace o construye? ¿Y de qué manera su huella perdura a través de su descendencia? Más allá de los asuntos estrictamente familiares, en las altas esferas de Silicon Valley los vínculos “paternos” suelen ser parte de los negocios. Esta es la razón por la cual lo que un “padre” puede llegar a ser en la mayor incubadora mundial de experiencias digitales se siente (y se piensa) como algo semejante a lo que es un simple propietario. Lo patrimonial”, es decir, lo que se transmite como legado en el mundo de Silicon Valley, se arma y se desarma con mecanismos muy distintos a los de la habitual honra de un linaje. El caso de Steve Jobs es conocido gracias a las numerosas biografías escritas y filmadas tras su muerte en 2011. Se sabe, por ejemplo, que en 1985, Apple, la exitosa empresa que él mismo había creado, lo despidió. Entre la lealtad patriarcal y los dividendos, Silicon Valley no dudaba.
Esta atmósfera es fundamental para entender por qué Lisa Brennan-jobs (Oregón, 1978) escribió Mínimos peces, una novela autobiográfica centrada en Steve Jobs, el hombre que la rechazó al nacer, la ignoró a lo largo de un buen tramo de su infancia y finalmente la aceptó como hija hasta que murió, transformándola, de paso, en la heredera de un apellido multimillonario. Hasta ese momento, lo único sabido sobre la primera hija del creador de Apple era lo que él mismo había dicho cuando era perseguido por las demandas de paternidad y abandono: “El 28% de la población masculina de los Estados Unidos podría ser su padre”.
LISA BRENNAN-JOBS
EDHASA
379 PÁGINAS
1495 $


Cuarenta años más tarde, sin embargo, el plan de Brennan-jobs concluye en una curiosa inversión del apotegma literario que dice que cuando aparece un escritor en la familia, esa familia se termina. En consecuencia, Mínimos peces no indaga tanto en las razones de aquel desprecio paterno sino que, al contrario, construye una ilusión de familia dichosa donde jamás hubo una cosa ni la otra. “Mi padre era rico, pero llevaba pantalones con agujeros; era famoso y, sin embargo, parecía desamparado y solitario; había creado una computadora con mi nombre y no obstante no parecía reparar en mí, mucho menos referirse al asunto”, escribe la hija de Jobs. Es cuando asoma la inminencia del ajuste de cuentas literario que el impulso de la verdad, de repente, se neutraliza bajo algo que, aunque enmascarado como amor, se siente como una exoneración hecha de miedo y culpa. Es por esto por lo que “aun así”, agrega Brennan-jobs, “yo distinguía de qué forma todos sus antagonismos podían ser atributos, y en cierto sentido confluir”.
¿Qué sugiere esta rara sumisión ante el espectro paterno? Educada en una escuela Waldorf y Harvard, e influenciada por las charlas de su madre sobre “algunos místicos iluminados” o el llamado de su padre a “apreciar las cosas buenas de la vida”, ¿acaso la sofisticada formación humanística de Lisa Brenna-jobs, en perfecta sintonía con el modelo de educación progresista alejado del cruel utilitarismo mercantil que muchos gerentes de Silicon Valley sueñan para sus hijos, no muestra finalmente su versión más peligrosa? Incluso en manos de una escritora heredera de Apple, dice Mínimos peces, el resguardo de la imagen de una marca se impone sobre la verdad literaria, por lo que el mandato paterno perdura intacto.
En contraste, entre la vasta literatura atravesada por el rayo del padre, tal vez sea Un pedigrí, del Premio Nobel Patrick Modiano (Boulogne-billancourt, 1945), el libro que mejor demuestre cuál es la apuesta más honesta a la hora de “romper los silencios, incluso cuando duelen”. Contra el mito de una activa resistencia francesa durante la ocupación nazi, Modiano indaga con mayores detalles que en el resto de su obra sobre el papel de su padre, Albert Modiano, como servil colaboracionista de los invasores. Y lo que descubre entre los documentos referidos a sus socios no solo lo obligan a interrogarse sin concesiones por el misterio de una vergüenza familiar, sino que proyecta preguntas todavía incómodas sobre toda una época.
SEBASTIÁN ROBLES
PACO
144 PÁGINAS
1300 $
Con tonos más sosegados, otro Premio Nobel francés, J. M. G. Le Clézio (19402008), reconstruye en El africano las huellas de un padre que postergó a su familia en Europa, primero por voluntad y luego por efecto de la Segunda Guerra Mundial, para servir como médico en Camerún y Nigeria. El objetivo es excavar los recuerdos sobre su padre, “un tesoro siempre vivo en el fondo de mí y que no puede ser extirpado”, para entenderlo y entenderse: “¿Era la guerra, ese interminable silencio, lo que había hecho de mi padre un hombre pesimista y sombrío, autoritario, que habíamos aprendido a temer más que a amar? ¿Era África? Y de ser así, ¿qué África?”.
Pero la verdadera pregunta acerca de qué es un padre, sin embargo, ya no obliga a indagar sobre tal o cual figura concreta, sino a confrontar el vacío. Al analizar fenómenos en marcha como el “declive” del padre y “el fin del patriarcado”, suele explicar el filósofo Slavoj Žižek, lo que encontramos no es un mundo más libre sino más angustiado. Y es entonces cuando la fuerza reprimida del padre retorna bajo una desesperada necesidad de orden. Pero, ¿y si esa desesperación se entrega a lo monstruoso?
En la Argentina, con su perfecto retrato de un líder paternalista absoluto y asfixiante como Stalin, la reciente La máquina soviética, de Sebastián Robles (Buenos Aires, 1979), lleva esta pregunta hasta los confines del aparente vacío de autoridad actual a partir de distintas historias noveladas en los tiempos en que cada individuo en la Unión Soviética dependía del puño de acero del “gran padre” del comunismo. “Ser consultado por el Camarada Supremo era un honor y, al mismo tiempo, una condena”, recuerda
La máquina soviética. Y aunque “existían tantas posibilidades de salir fortalecido como de morir en el intento de responderle a Stalin lo que quería escuchar”, lo que Robles desnuda con la impiedad de este otro “padre”, al final, resulta menos moralista y más inteligente que la dócil pesquisa de Brennan-jobs ante el suyo: la clave está en entender la diferencia entre lo que necesitamos y recibimos y aceptarla. Pero entender lo que aceptamos no significa exculparnos ni exculpar.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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