De llenar la heladera a sobrevivir: una campaña resbaladiza
El Gobierno está obligado a un recálculo; meses atrás imaginaba que la vacunación y cierta reactivación económica facilitarían el regreso de sectores que hoy se muestran desencantados; la nueva proyección es menos osada: “Estamos saliendo”
Francisco Olivera
El gobernador Axel Kicillof, la vicepresidenta Cristina Kirchner y el presidente Alberto Fernández durante el acto en Isla Maciel
Puede haber sido una metáfora de lo que la política llama meterse en el barro del conurbano. Barro es un decir: no fue exactamente eso lo que pisó Diego Santilli mientras caminaba, hace tres semanas, por uno de los angostos pasillos de Villa Jardín, Lanús, zona pródiga en carencias y perros desconsiderados. Dicen que el candidato de Juntos, que había entrado con Diego Kravetz, jefe de Gabinete del municipio, nunca llegó a resbalar, pero sí que soltó un insulto moderado.
Nadie está exento de sorpresas en la provincia de Buenos Aires. La pandemia agregó una de corte electoral: por razones de seguridad, económicas o sanitarias, muchos encuestadores han reducido al mínimo el trabajo de campo presencial, por lo que resulta difícil prever resultados. Mariel Fornoni, de Management & Fit, dijo días atrás a este diario que esas razones la habían empujado a una decisión: por primera vez en años, no publicará sondeos antes de las primarias.
Los intendentes tampoco tienen tan claro el futuro. “Mis proyecciones dicen que ganamos”, dijo anteayer Gustavo Posse, de San Isidro. Pero otros de su espacio prefieren no arriesgar: dicen que deberán recorrer mucho en estas tres semanas porque los barrios de menores recursos siguen inclinándose por las boletas peronistas, aunque en zonas más urbanas el panorama se les presente algo más alentador. Es un camino a tientas para todos, incluido el oficialismo: Sergio Massa viene repitiendo en confianza que está preocupado con las encuestas.
El Gobierno está obligado a un recálculo. Meses atrás imaginaba que la vacunación y cierta reactivación económica facilitarían el regreso de sectores que hoy se muestran desencantados, pero que votaron en 2019 a Alberto Fernández. Los spots de entonces, que anticipaban heladeras y parrillas rebosantes, han corrido la misma suerte que aquella promesa macrista del segundo semestre.
La nueva proyección es menos osada: “Estamos saliendo”, dicen las piezas publicitarias, a “La vida que queremos”. Hace años que la Argentina corre el arco.
En el oficialismo admiten que estas urgencias obligaron a todo el espacio a respaldar al Presidente en su momento más crítico. No es habitual que, como lo hizo esta semana, Cristina Kirchner aparezca en dos actos en los que sustancialmente dice lo mismo. Máximo Kirchner definió el miércoles pasado los ejes de campaña con categorías del marxismo. “Hay algo que se denomina estructura y otra cuestión que es la superestructura -dijo-. La estructura es este sistema de poder: el macrismo, el sistema financiero, los medios de comunicación, que quieren un país de bajos salarios, con una desocupación alta para que sirva casi de no disputa a la hora de una paritaria. Un país relegado sólo a la producción de materias primas casi como si fuera una maquila asiática. Y está esa superestructura, que es la que valida las creencias que mantiene ese sistema: y ahí es donde juegan un rol muy fuerte los medios de comunicación”.
El kirchnerismo ve en ambos campos la figura de Macri y entonces, a falta de mejores noticias, ha decidido confrontar con ese pasado. La vicepresidenta lo explicó ese día en términos futbolísticos: la pandemia le quitó al Gobierno posibilidades de salir a la cancha. “Cinco minutos de juego, se interrumpió el juego y a penales”, dijo. Es una versión provocadora porque incluye una elipsis de casi dos años: toda la gestión de Alberto Fernández. Cada vez que ella expone esta interpretación de la historia, el Presidente se ve obligado a resaltar sus logros. Ocurrió en la tarde del cierre de listas y también el miércoles pasado en La Plata. Después de escucharla, el jefe del Estado retomó la imagen deportiva: “La pandemia nos hizo atajar un sinfín de penales, como dijo Cristina. Pero después de cada penal que atajamos, hicimos jugar la pelota e hicimos un montón de goles”. Además de las reglas del fútbol, la figura retórica desoye la lógica temporal: la jefa está diciendo que el partido de Alberto Fernández terminó.
Es sin embargo en la disputa hacia afuera, contra el macrismo, donde el Frente de Todos se siente más a gusto. Ni la pandemia anuló esa pulsión. En su momento el motivo fue la apertura de los colegios. Y hay intendentes que lo advierten ahora también en el plan “Vacunate móvil”, que Kicillof anunció para siete municipios en los que, según anunció Télam, “se detectó menor porcentaje de vacunación”: La Matanza, San Isidro, Tres de Febrero, Lanús, Azul, San Miguel y Villa Gesell. Algunos indicios pueden estar alentando la sospecha de cierta intencionalidad política en la configuración del programa. Por lo pronto, el video de Télam cita sólo cuatro distritos, todos ellos gobernados por Juntos por el Cambio, y ninguno oficialista. Y el criterio de selección para el “Vacunate Móvil” tampoco queda claro: las estadísticas oficiales indican que los municipios elegidos tienen un porcentaje de vacunados con dos dosis superior al promedio de la provincia (23,10%), mientras otros que exhiben incluso cifras menores no están. ¿Por qué no se incluye a José C. Paz o a Merlo, que tienen 16,10%, o Tigre, que no pasa del 15,70%?, se preguntan los que se incomodan con la iniciativa. “Acá el nivel de vacunación viene bien: si es bajo o alto es responsabilidad de la Provincia, no nuestra”, agregó uno de ellos.
A esa “superestructura”, el mundo de los medios, apunta también la estrategia para salir del escándalo por el festejo de Fabiola Yañez. Más que al proceso judicial. No todos los militantes terminan de entenderlo. Luis D’Elia, por ejemplo. “Tengo muchas dudas de que haber filtrado ese video sea un hecho positivo -dijo a Radio Rebelde-. Era un tema ya superado, lo volvimos a poner nosotros”. Aficionados a los comics recordaban esta semana en las redes un episodio de Astérix: el momento en que, sabiendo que los galos les hundirían de todos modos el barco, los piratas prefieren hacerlo ellos mismos dando hachazos sobre la cubierta
El otro terreno en que Máximo Kirchner plantea la campaña, la “estructura”, es más escabroso. Ahí mandan los hechos. Lo que se suponía sería a esta altura del año una recuperación de la economía bonaerense parece hasta ahora un tenue repunte atribuible más que nada a los locales gastronómicos. “Los adolescentes tenían ganas de volver a salir”, dijeron en un municipio donde, sin embargo, admiten que los comercios siguen rezagados. “No se sintió el aguinaldo”, agregaron. La solución de fondo, la inversión, parece por ahora un abismo difícil de saldar. “Quiero derribar algunos mitos”, les transmitió anteayer Eduardo de Pedro a ejecutivos de la AmCham, la cámara de comercio norteamericana en la Argentina. “Muchas cosas que se dicen de nosotros no son así -le explicó el ministro del Interior-. Quizás antes, cuando tuvimos la administración de poder, no nos acercamos lo suficiente y nos pusieron un etiquetado frontal que no es. Pero las etiquetas con el tiempo se terminan cayendo”.
Pero tiempo es justamente lo que la Casa Rosada no tiene: su horizonte es noviembre. Parte de su suerte dependerá entonces del entendimiento que Juan Zabaleta alcance con las organizaciones sociales para evitar conflictos. El nuevo ministro de Desarrollo Social sabe que el problema no estará tanto en el Movimiento Evita como en la izquierda, que está en campaña, o en Juan Grabois, el más díscolo de los oficialistas y con quien ya se reunió al menos dos veces, la última de ellas afuera del edificio de la cartera.
Que ese ministerio tenga hoy más relevancia que el de Trabajo explica en sí mismo el deterioro argentino. Si la oposición aspira, como dice, a gobernar en 2023, deberá también convivir con esta realidad. El kirchnerismo la tiene asumida: acaba de otorgarles a las organizaciones la personería social, el paso previo a la personería gremial que las facultaría a convertirse en sindicato. A diferencia de lo que pasa con la CGT, esa discusión se dará siempre en la calle y, en particular, como ha empezado a experimentar Santilli, en el conurbano, eternamente resbaladizo y propenso al sobresalto.
En el oficialismo admiten que estas urgencias obligaron a todo el espacio a respaldar al Presidente en su momento más crítico. No es habitual que, como lo hizo esta semana, Cristina Kirchner aparezca en dos actos en los que sustancialmente dice lo mismo. Máximo Kirchner definió el miércoles pasado los ejes de campaña con categorías del marxismo. “Hay algo que se denomina estructura y otra cuestión que es la superestructura -dijo-. La estructura es este sistema de poder: el macrismo, el sistema financiero, los medios de comunicación, que quieren un país de bajos salarios, con una desocupación alta para que sirva casi de no disputa a la hora de una paritaria. Un país relegado sólo a la producción de materias primas casi como si fuera una maquila asiática. Y está esa superestructura, que es la que valida las creencias que mantiene ese sistema: y ahí es donde juegan un rol muy fuerte los medios de comunicación”.
El kirchnerismo ve en ambos campos la figura de Macri y entonces, a falta de mejores noticias, ha decidido confrontar con ese pasado. La vicepresidenta lo explicó ese día en términos futbolísticos: la pandemia le quitó al Gobierno posibilidades de salir a la cancha. “Cinco minutos de juego, se interrumpió el juego y a penales”, dijo. Es una versión provocadora porque incluye una elipsis de casi dos años: toda la gestión de Alberto Fernández. Cada vez que ella expone esta interpretación de la historia, el Presidente se ve obligado a resaltar sus logros. Ocurrió en la tarde del cierre de listas y también el miércoles pasado en La Plata. Después de escucharla, el jefe del Estado retomó la imagen deportiva: “La pandemia nos hizo atajar un sinfín de penales, como dijo Cristina. Pero después de cada penal que atajamos, hicimos jugar la pelota e hicimos un montón de goles”. Además de las reglas del fútbol, la figura retórica desoye la lógica temporal: la jefa está diciendo que el partido de Alberto Fernández terminó.
Es sin embargo en la disputa hacia afuera, contra el macrismo, donde el Frente de Todos se siente más a gusto. Ni la pandemia anuló esa pulsión. En su momento el motivo fue la apertura de los colegios. Y hay intendentes que lo advierten ahora también en el plan “Vacunate móvil”, que Kicillof anunció para siete municipios en los que, según anunció Télam, “se detectó menor porcentaje de vacunación”: La Matanza, San Isidro, Tres de Febrero, Lanús, Azul, San Miguel y Villa Gesell. Algunos indicios pueden estar alentando la sospecha de cierta intencionalidad política en la configuración del programa. Por lo pronto, el video de Télam cita sólo cuatro distritos, todos ellos gobernados por Juntos por el Cambio, y ninguno oficialista. Y el criterio de selección para el “Vacunate Móvil” tampoco queda claro: las estadísticas oficiales indican que los municipios elegidos tienen un porcentaje de vacunados con dos dosis superior al promedio de la provincia (23,10%), mientras otros que exhiben incluso cifras menores no están. ¿Por qué no se incluye a José C. Paz o a Merlo, que tienen 16,10%, o Tigre, que no pasa del 15,70%?, se preguntan los que se incomodan con la iniciativa. “Acá el nivel de vacunación viene bien: si es bajo o alto es responsabilidad de la Provincia, no nuestra”, agregó uno de ellos.
A esa “superestructura”, el mundo de los medios, apunta también la estrategia para salir del escándalo por el festejo de Fabiola Yañez. Más que al proceso judicial. No todos los militantes terminan de entenderlo. Luis D’Elia, por ejemplo. “Tengo muchas dudas de que haber filtrado ese video sea un hecho positivo -dijo a Radio Rebelde-. Era un tema ya superado, lo volvimos a poner nosotros”. Aficionados a los comics recordaban esta semana en las redes un episodio de Astérix: el momento en que, sabiendo que los galos les hundirían de todos modos el barco, los piratas prefieren hacerlo ellos mismos dando hachazos sobre la cubierta
El otro terreno en que Máximo Kirchner plantea la campaña, la “estructura”, es más escabroso. Ahí mandan los hechos. Lo que se suponía sería a esta altura del año una recuperación de la economía bonaerense parece hasta ahora un tenue repunte atribuible más que nada a los locales gastronómicos. “Los adolescentes tenían ganas de volver a salir”, dijeron en un municipio donde, sin embargo, admiten que los comercios siguen rezagados. “No se sintió el aguinaldo”, agregaron. La solución de fondo, la inversión, parece por ahora un abismo difícil de saldar. “Quiero derribar algunos mitos”, les transmitió anteayer Eduardo de Pedro a ejecutivos de la AmCham, la cámara de comercio norteamericana en la Argentina. “Muchas cosas que se dicen de nosotros no son así -le explicó el ministro del Interior-. Quizás antes, cuando tuvimos la administración de poder, no nos acercamos lo suficiente y nos pusieron un etiquetado frontal que no es. Pero las etiquetas con el tiempo se terminan cayendo”.
Pero tiempo es justamente lo que la Casa Rosada no tiene: su horizonte es noviembre. Parte de su suerte dependerá entonces del entendimiento que Juan Zabaleta alcance con las organizaciones sociales para evitar conflictos. El nuevo ministro de Desarrollo Social sabe que el problema no estará tanto en el Movimiento Evita como en la izquierda, que está en campaña, o en Juan Grabois, el más díscolo de los oficialistas y con quien ya se reunió al menos dos veces, la última de ellas afuera del edificio de la cartera.
Que ese ministerio tenga hoy más relevancia que el de Trabajo explica en sí mismo el deterioro argentino. Si la oposición aspira, como dice, a gobernar en 2023, deberá también convivir con esta realidad. El kirchnerismo la tiene asumida: acaba de otorgarles a las organizaciones la personería social, el paso previo a la personería gremial que las facultaría a convertirse en sindicato. A diferencia de lo que pasa con la CGT, esa discusión se dará siempre en la calle y, en particular, como ha empezado a experimentar Santilli, en el conurbano, eternamente resbaladizo y propenso al sobresalto.
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