La Giralda
Un nuevo round para el Bar Notable de la calle Corrientes
S. A. R.
Así se ve actualmente este Bar Notable de la ciudad de Buenos Aires que estaba cerrado desde 2018 y reabrió el último miércoles
La Giralda ha sido testigo o, mejor dicho escenario, de un mundo que ya no existe. Notable café porteño, se hizo célebre –de ello no hay dudas– por sus famosos churros con chocolate, pero aun más por haber sido unos de esos reductos que, abiertos las 24 horas, de día era lugar de refugio de oficinistas, abogados de Tribunales y transeúntes, mientras que de noche constituía una de las tantas paradas obligadas para la bohemia que fluía por avenida Corrientes, cuando el microcentro era el epicentro de la vida cultural de la ciudad.
La nueva La Giralda, la que reabrió sus puertas el miércoles pasado a las 7 de la mañana, seguirá ofreciendo su chocolate bajo la fórmula original (mix de las marcas Colonial y Fénix), también con churros y, al menos los fines de semana–cuando las restricciones horaria sala gastronomía sean levantadas–, funcionará las 24 horas. Pero la ciudad ya no es la misma. Y no solo porque el combo COVID-ASPODISPO-DNU haya minado la vida nocturna ni porque el home office hizo innecesarias las antaño superpobladas oficinas del microcentro. Hoy la ciudad tiene múltiples polos gastronómicos y la vida cultural (la de cines, teatros y librerías) ya no gira solo en torno a la avenida Corrientes.
La Giralda ha sido testigo o, mejor dicho escenario, de un mundo que ya no existe. Notable café porteño, se hizo célebre –de ello no hay dudas– por sus famosos churros con chocolate, pero aun más por haber sido unos de esos reductos que, abiertos las 24 horas, de día era lugar de refugio de oficinistas, abogados de Tribunales y transeúntes, mientras que de noche constituía una de las tantas paradas obligadas para la bohemia que fluía por avenida Corrientes, cuando el microcentro era el epicentro de la vida cultural de la ciudad.
La nueva La Giralda, la que reabrió sus puertas el miércoles pasado a las 7 de la mañana, seguirá ofreciendo su chocolate bajo la fórmula original (mix de las marcas Colonial y Fénix), también con churros y, al menos los fines de semana–cuando las restricciones horaria sala gastronomía sean levantadas–, funcionará las 24 horas. Pero la ciudad ya no es la misma. Y no solo porque el combo COVID-ASPODISPO-DNU haya minado la vida nocturna ni porque el home office hizo innecesarias las antaño superpobladas oficinas del microcentro. Hoy la ciudad tiene múltiples polos gastronómicos y la vida cultural (la de cines, teatros y librerías) ya no gira solo en torno a la avenida Corrientes.

Quizás no sea solo optimismo. Aunque muchos locales del barrio bajaron sus persianas durante la cuarentena y el trajín de las oficinas nunca volvió, sus famosas pizzerías –Las Cuartetas, Güerrín y El Palacio de la Pizza, por citar tres– siguen en pie (incluso el mismo miércoles en que reabrió La Giralda, a unas pocas cuadras quedó inaugurado el primer local de la cadena de pizzerías norteamericana Sbarro), los hoteles de lujo como el Four Seasons retoman de a poco sus actividades e infraestructura no falta como para que, en algún momento, la avenida Corrientes retome su esplendor.
De ser así, el chocolate con churros de La Giralda espera a eventuales multitudes de visitantes. Como ocurrió el miércoles, cuando por momentos había cola para entrar.
De calle a avenida
Destacada dentro de la lista que reconoce a los Bares Notables de la Ciudad de Buenos Aires, La Giralda comenzó su vida como una sencilla lechería. Corre 1930 y en el número 1453 de Corrientes, el andaluz Francisco Garrido abre por primera vez una lechería que funciona en la planta baja del edificio de cinco pisos con cúpula diseñado por el arquitecto Carlos Nordmann. La llama La Giralda en homenaje a la torre campanario de la catedral de Santa María de la Sede, en Sevilla, España.

Por aquel entonces Corrientes era una calle angosta; recién en 1931 habría de comenzar el ensanche que culminaría en 1936, mismo año en que se emplazó el Obelisco.
Pero La Giralda recién se transformó en café en 1951, cuando la adquirió Antonio Nodrid y decidió mantener los churros y el chocolate bajo la receta de Garrido pero dándole nueva vida a un local que sumaría, de ahí en más, una intensa vida nocturna: esas 24 horas siempre abierto, algo propio en “la calle que nunca duerme”. En sus mesas se sentaron personajes de la cultura popular como Mercedes Sosa o Leonardo Favio, pero también presidentes, desde Juan Domingo Perón y Arturo Frondizi hasta Raúl Alfonsín. Y, por sobre todo, una multitud de personas anónimas que adoptaron a La Giralda como lugar de encuentro.
Ya entonces su puerta de doble hoja en una fachada con revestimientos de roble y paños de vidrio esmerilado estilo art déco daba paso al salón en el que, sobre la izquierda, dominaba una amplia barra de madera. Piso de granito y, como corresponde a una lechería, paredes cubiertas de azulejos blancos abajo. En el medio, una típica boiserie de madera con espejos y más arriba los muros color beige. Mesas con tapas de mármol blanco (algunas para una sola persona, como es clásico en el microcentro) y las sillas de madera habituales de un bar porteño invitaban a los visitantes a sentarse. Así podemos describir la postal de La Giralda. La histórica.
La que abrió el miércoles pasado viene con cambios fáciles de reconocer. La remodelación fue encargada al estudio Pereiro-Cerrotti & Asociados, el mismo detrás de la restauración de la confitería La Ideal y otros lugares clásicos de Buenos Aires, como El Club Español, El petit Colón y el Museo del Jamón, entre otros.
“Encontramos el lugar en muy mal estado, hasta tuvimos que volver a hacer las lozas de los pisos –contó el arquitecto Gustavo Cerrotti–. Buscamos recrear el emblemático bar, estudiamos la tradición oral y rescatamos todo lo que pudimos rescatar. Todo fue muy cuidado, hasta los apliques y artefactos colgantes fueron creados especialmente con una clara inspiración art déco”.
Quienes se acercaron a (re)conocerla notaron las diferencias: los azulejos en las paredes se reemplazaron por mármol, aunque sí se mantiene la boiserie ahora restaurada. El cartel de neón que dominaba el fondo de local con la leyenda “Chocolates con churros, submarino, sándwiches, Toddy” ahora solo anuncia “Chocolates con churros”. Ese vestigio de un tiempo sin celular, el icónico teléfono público azul, ha sido descolgado de la pared y pasado a retiro... Ahora La Giralda tiene wifi (¡y funciona muy bien!).
“Entre los relatos que pudimos rescatar del olvido figuraba un mural sobre la pared del fondo del salón que con motivo de La Giralda estaba en el antiguo bar. Rendimos homenaje a esta historia colocando en esa posición una gran Giralda fabricada con la técnica de Tiffany que, iluminada por detrás, termina de enmarcar el largo salón.”
Tradicional y sofisticado
Pero La Giralda recién se transformó en café en 1951, cuando la adquirió Antonio Nodrid y decidió mantener los churros y el chocolate bajo la receta de Garrido pero dándole nueva vida a un local que sumaría, de ahí en más, una intensa vida nocturna: esas 24 horas siempre abierto, algo propio en “la calle que nunca duerme”. En sus mesas se sentaron personajes de la cultura popular como Mercedes Sosa o Leonardo Favio, pero también presidentes, desde Juan Domingo Perón y Arturo Frondizi hasta Raúl Alfonsín. Y, por sobre todo, una multitud de personas anónimas que adoptaron a La Giralda como lugar de encuentro.
Ya entonces su puerta de doble hoja en una fachada con revestimientos de roble y paños de vidrio esmerilado estilo art déco daba paso al salón en el que, sobre la izquierda, dominaba una amplia barra de madera. Piso de granito y, como corresponde a una lechería, paredes cubiertas de azulejos blancos abajo. En el medio, una típica boiserie de madera con espejos y más arriba los muros color beige. Mesas con tapas de mármol blanco (algunas para una sola persona, como es clásico en el microcentro) y las sillas de madera habituales de un bar porteño invitaban a los visitantes a sentarse. Así podemos describir la postal de La Giralda. La histórica.
La que abrió el miércoles pasado viene con cambios fáciles de reconocer. La remodelación fue encargada al estudio Pereiro-Cerrotti & Asociados, el mismo detrás de la restauración de la confitería La Ideal y otros lugares clásicos de Buenos Aires, como El Club Español, El petit Colón y el Museo del Jamón, entre otros.
“Encontramos el lugar en muy mal estado, hasta tuvimos que volver a hacer las lozas de los pisos –contó el arquitecto Gustavo Cerrotti–. Buscamos recrear el emblemático bar, estudiamos la tradición oral y rescatamos todo lo que pudimos rescatar. Todo fue muy cuidado, hasta los apliques y artefactos colgantes fueron creados especialmente con una clara inspiración art déco”.
Quienes se acercaron a (re)conocerla notaron las diferencias: los azulejos en las paredes se reemplazaron por mármol, aunque sí se mantiene la boiserie ahora restaurada. El cartel de neón que dominaba el fondo de local con la leyenda “Chocolates con churros, submarino, sándwiches, Toddy” ahora solo anuncia “Chocolates con churros”. Ese vestigio de un tiempo sin celular, el icónico teléfono público azul, ha sido descolgado de la pared y pasado a retiro... Ahora La Giralda tiene wifi (¡y funciona muy bien!).
“Entre los relatos que pudimos rescatar del olvido figuraba un mural sobre la pared del fondo del salón que con motivo de La Giralda estaba en el antiguo bar. Rendimos homenaje a esta historia colocando en esa posición una gran Giralda fabricada con la técnica de Tiffany que, iluminada por detrás, termina de enmarcar el largo salón.”
Tradicional y sofisticado

“La Giralda no debe perder el chocolate con churros, que hace a nuestra identidad –afirma Marques–. Sumado a eso vamos a tener un menú donde se podrá probar desde un lomo al malbec con papines asados, panceta, champignones y cebolla caramelizada hasta una bondiola braseada con puré de batatas con tofi y barbacoa”, cuenta Marques.
Incluso hay opciones vegetarianas, algo que la antigua La Giralda seguramente no estaba dispuesta a tolerar.
En sus mesas se sentaron Leonardo Favio, Mercedes Sosa y Raúl Alfonsín
La remodelación fue encargada al mismo estudio que restauró la confitería La Ideal
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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