Eduardo Yeyati: “En el país, la precarización crea más precarización”
En materia de empleo hay un doble desafío, dice el experto
P. U.
Eduardo Levy Yeyati
“Veo en el mundo una aceleración de las tendencias prepandemia hacia el trabajo remoto y la digitalización de ocupaciones de contacto, sobre todo en el comercio y las finanzas. Hay además una rotación en el comercio internacional hacia la desglobalización de la producción de bienes y la globalización de servicios. En países en desarrollo, esto mueve la demanda de trabajo de las manufacturas y el trabajo manual a los servicios calificados”, dice Eduardo Levi Yeyati, ingeniero civil, doctor en Economía y Decano de la Escuela de Gobierno de la UTDT, un estudioso del mundo del trabajo.
En la Argentina, afirma, estas tendencias nos tocan, pero son menos centrales porque nuestra emergencia laboral es de otra naturaleza. “Hace diez años que no se crean aquí empleos privados formales de ningún tipo y solo sumamos trabajos independientes e informales, o empleo público, que en muchos casos también es precario –señala–. Esta precarización se profundiza en la pandemia, pero no surge de ella. A esto hay que agregar que un trabajador informal o eventual se descapitaliza, con el tiempo le cuesta cada vez más reinsertarse, con lo que, a falta de políticas proempleo, la precarización crea más precarización. Entonces, la emergencia nos desafía por el lado de la tecnología y por el lado de la crisis”.
–¿Cuáles son los trabajos que se vienen?
–Es imposible predecir el futuro. Tal vez los trabajos tengan los mismos nombres, pero involucren tareas distintas, por eso hablar de su eliminación es engañoso. La creación neta de empleo vendrá de sectores con empresas en expansión, servicios digitales o logísticos, por ejemplo. Pero también por ocupaciones de cercanía, tecnológicamente menos sustituibles, al menos por ahora.
–¿Qué debería cambiar en la educación para enfrentar este escenario?
–En la Argentina hay dos frentes a tener en cuenta: la frontera y los rezagados, y desde la política pública estos últimos son más urgentes porque necesitan más apoyo. Hoy la escuela primaria aprueba a muchos chicos con déficit de comprensión de texto, que luego se frustran en el secundario y abandonan o terminan y explican el reciente episodio con Toyota, un botón de muestra de muchos otros casos. Exagerando un poco, diría para empezar que el primario tiene que “volver a educar”. Para esto se precisa una mejor formación docente, una reasignación de recursos hacia las escuelas que más lo necesitan y una integración con tecnologías que no solo familiaricen al alumno con el mundo digital, sino que también ayuden al docente y a la escuela y democraticen contenidos de calidad. Por su parte, el secundario es el cuello de botella de la educación argentina: solo la mitad se recibe en tiempo y forma, muchos con conocimientos insuficientes para conseguir un trabajo. Tanto el abandono como el desempeño reflejan el desinterés del alumno por un currículum y una práctica anticuadas.
–¿Cuáles son y cuáles serán las habilidades necesarias?
–Tengamos en cuenta que las TIC eran las competencias del futuro hace veinte años. Ese futuro ya llegó, y los “trabajos TIC” son hoy los más demandados, pero la tecnología probablemente también los reemplace en parte. Por eso, la educación básica debería incorporar conocimientos blandos como la comprensión y exposición de textos escritos y orales, la exposición de ideas y el desarrollo de proyectos, que suman a la parte “humana”, menos sustituible, de la complementación laboral con lo digital. La paradoja es que muchas de las ocupaciones blandas con expectativa de crecimiento a futuro, desde la docencia hasta las tareas de cuidado, no son hoy bien remuneradas, lo que hace que muchos las vean como una salida laboral antes que como una primera elección de carrera. Este es un problema de incentivos que la política pública debería tratar de atenuar.
–¿Cómo forjar estas habilidades y esta formación con los actuales índices de pobreza?
–Volvemos al principio. Simplificando, hay dos debates sobre el trabajo del futuro. El primero remite a la digitalización y a la necesidad de formación continua (lifelong learning), que es central en el mundo desarrollado con altos niveles de educación y salarización. El segundo es el de la creciente precarización laboral y social, con un número cada vez mayor de excluidos y sin más respuesta que un cheque o un subsidio que solo patea el problema hacia adelante, reproduciéndolo. Hay que tener una estrategia en ambos frentes, sin confundirlos. Para esto es útil recordar que el trabajo decente no es solo el empleo en relación de dependencia (en el sector privado argentino, una minoría) y que se puede ayudar a los trabajadores independientes y a los microemprendedores acompañando y, en algunos casos, condicionando la asistencia social con formación y desburocratización para que en un futuro cercano puedan vivir de su trabajo.
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