domingo, 30 de abril de 2023

MENÚ DE TRES SAPOS KK


Massa, soja y FMI: un menú de tres sapos para el kirchnerismo
La opción K por el ministro de Economía expresa una debilidad sin precedentes en el espacio: no haber encontrado un candidato ideológicamente compatible
Francisco Olivera
Dice Sergio Massa que, si pierde en octubre, emigrará por dos años para dar clases en alguna universidad de Estados Unidos. Se lo anticipa a íntimos o a colaboradores que, pese a la crisis y a la falta de resultados económicos, lo ven todavía decidido a competir en octubre: a veces golpeado, como en alguna de las mañanas de la última corrida, pero con el vigor de siempre no bien se recuperaban las cotizaciones. El miércoles, por ejemplo, delante la CGT y el Movimiento Evita, se jactó de que no le había costado demasiado revertir la escapada del dólar porque se trata de un mercado chico. “Son 70 palos”, describió.
Massa ya tiene incluso algunas piezas publicitarias terminadas. Aunque admite estar corto de fondos. Una campaña presidencial cuesta en la Argentina alrededor de 20 millones de dólares y no es fácil juntarlos: los empresarios de alma generosa no pasan de una decena. Dos de sus antiguos apuntaladores, Jorge Brito y Carlos Bulgheroni, ya no están, y la relación del ministro con los respectivos herederos tampoco es la misma. Nada que no les pase en realidad a otros candidatos. Facundo Manes, por ejemplo, anunció ayer que irá a las primarias y supone que sus competidores internos le bloquean el financiamiento. Un ardid clásico, no siempre exitoso: pedirle al sponsor exclusividad.
El riesgo del ministro de Economía es que la aventura electoral caiga por el peso de la realidad. No pudo hasta ahora exhibir logros que definan como indiscutible su candidatura. Al contrario, la situación entró en un punto casi irreversible: en las últimas dos semanas salieron del sistema bancario casi 300 millones de dólares de depósitos, es decir, un 10% de los retiros durante toda la administración de Alberto Fernández, y otros 1500 millones se fueron del país mediante el contado con liquidación o el dólar bolsa. Hay faltantes en las góndolas, empresas que han decidido esperar a las elecciones para invertir y hasta algo de parálisis por la escasez de dólares para importar. La Pastora Neuquén, una textil que produce hilados industriales, acaba de suspender su producción en la planta de Pilar porque no tiene insumos. Y Precios Justos, el programa con que el ministro proyectaba llegar a este mes con una inflación inferior al 4%, está al borde de implosionar porque los costos quedaron casi tres veces arriba de los aumentos pautados.
Massa es, de todos modos, un lobista implacable a quien las debilidades de gestión no eximen del respaldo del Instituto Patria. Aunque a parte de la militancia le siga costando asimilarlo ideológicamente. A Grabois, por ejemplo, cada vez más sarcástico en público. Por ahora, en La Cámpora aceptan esta contradicción. Suponen que este tipo de críticas servirán para evitar que el electorado más reacio migre del Frente de Todos hacia la izquierda. Será un sapo importante: en algún momento de la historia del kirchnerismo, el líder del Frente Renovador ocupó el lugar de traidor. “El forro de Massa nos miente”, llegó a quejarse en 2015 Kicillof delante de las cámaras. Debe haber sido un prejuicio pasajero, porque el gobernador expresa ahora sus diferencias conceptuales de otro modo. “No haría todo igual que Massa, pero no soy yo el ministro de Economía”, dijo en el verano, cuando le preguntaron.
Convencido entonces casi en su totalidad de que la vicepresidenta no revocará su decisión de no ir por la presidencia, el kirchnerismo respalda al ministro no solo en la candidatura y en las medidas que toma, sino además en la sutil interna que tiene todavía con la Casa Rosada, a la que Massa atribuye el origen de la última corrida. “Alberto sigue queriendo mostrar la lapicera”, se quejó ante la nacion un dirigente del Frente Renovador. La preferencia por Massa se percibe principalmente en aquellos actos en los que no está el Presidente. El de anteayer en La Plata, por ejemplo, organizado en conjunto por el massismo, el Instituto Patria y la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET). Hace tiempo que Víctor Santa María, creador de la UMET, se enemistó con el jefe del Estado. Y sentados a la mesa del acto que encabezó Cristina Kirchner no hubo funcionarios del Gobierno: estaban el exministro Nicolás Trotta (UMET), las diputadas Mónica Litza (Frente Renovador) y Claudia Bernazza (Instituto Patria) y Rodrigo Martín Rodríguez (La Cámpora). “No voy ni a palos. ¿Qué voy a hacer ahí?”, le había anticipado a este diario la noche anterior un dirigente sindical de la CGT. Él y sus compañeros acababan de pedirle a Massa que el peronismo resolviera las diferencias en una primaria. “Todavía falta”, les contestó el ministro.
La opción del kirchnerismo por Massa expresa en realidad una debilidad sin precedentes en el espacio, que es no haber encontrado un candidato ideológicamente compatible. Las fantasías con Máximo se extinguieron casi antes de nacer, aunque a algún incondicional le surja cada tanto algún gesto en sentido contrario. Al diputado provincial Facundo Tignanelli, por ejemplo, que insiste todavía con el proyecto Kicillof a la Casa Rosada-insaurralde gobernador. En la provincia de Buenos Aires dudan de la autenticidad de la jugada. Creen que esconde en realidad otra intención, la candidatura de Máximo en la provincia, una idea que espanta a la mayoría. Al grupo Ensenada, por lo pronto, una veintena de kirchneristas que se reúnen con frecuencia en el municipio de Mario Secco y que todavía sueñan con la idea de Cristina 2023 y, si no se puede, al menos con que la reelección del gobernador les permita parapetarse en la provincia durante los próximos cuatro años. “Máximo sería para perder todo: ejercemos una especie de resistencia silenciosa”, admitió alguien que participó del último encuentro, que volvió a tener a Kicillof en la cabecera como último orador.
Pero Massa necesita al menos evitar que su gestión termine en un descalabro. Y eso es imposible sin dólares. La primera herramienta con que pensaba conseguirlos, el Plan Soja III, no tuvo la eficacia de los anteriores. ¿Cuál es la motivación para que una cerealera o productor liquide a 300 pesos lo que en el blue consigue a más de 450? El Banco Central cerró ayer su primera semana deficitaria con el programa.
En el Frente de Todos confían entonces en que Massa pueda convencer al Fondo Monetario Internacional de que adelante los desembolsos que quedan hasta diciembre. El ministro tendrá algo más de un mes para conseguirlo. La incógnita es si el Fondo no pedirá a cambio el respaldo de la oposición. El escenario inverso al de 2019: entonces, Macri no contó con el último giro del organismo. Será también un test para la unidad del Pro, aún no repuesto de la pelea entre el expresidente y Rodríguez Larreta. Todavía muy molesto, Macri viene repitiendo en la intimidad que darle respaldo al Gobierno en estas circunstancias sería un error. “Más que nunca nos jugamos nuestras convicciones”, instruyó.
Son las tensiones que vienen. A Juntos por el Cambio le costará mostrarse colaborativo porque podría empujar a parte de su electorado al espacio de Milei, que además aprovechará el acercamiento para acusarlo de formar parte de “la casta”, y el oficialismo necesita a su vez a quien echarle la culpa de la crisis porque espera una derrota en octubre.
De esas convicciones parten la estrategia electoral y la ausencia de candidatos oficialistas. “Se viene una posible tragedia”, anticipó Kicillof en La Plata. “Yo ya di todo”, cerró la vicepresidenta. Celebraban 20 años de kirchnerismo casi sin esperanzas por una recuperación que depende en realidad de Massa, el FMI y el campo: es indudable que la epopeya terminó
“Se viene una posible tragedia”, anticipó Kicillof en La Plata; “yo ya di todo”, cerró la vicepresidenta. Celebraban 20 años de kirchnerismo casi sin esperanzas por una recuperación

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