viernes, 10 de mayo de 2019

¿DIALOGAR? ¿Y LOS ENORMES EGOS? GRACIAS MACRI POR TU CIVILIZADO INTENTO


Los falsos debates de la política argentina

Joaquín Morales Solá
¿Tarde para intentar un acuerdo? Sí, seguramente. ¿Hay mezquindad en los sectores políticos opositores para acercarse al Gobierno en tiempos preelectorales ? Desde ya que sí.
En esas certezas se encierra, pobre en sus posibilidades, la idea del gobierno de Mauricio Macri de acordar un documento que sirva para dar previsibilidad a los mercados en los próximos meses de elecciones. Idea que fue cambiando en medio de falsos debates.

El primero de ellos fue la insistencia de Sergio Massa de incluir en la convocatoria a Cristina Kirchner. Luego lo siguió, con menos entusiasmo, el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey.
El documento original del Gobierno tenía la intención de reunir una clara mayoría política alejada, precisamente, del extremismo político; es decir, de las propuestas que hacen Cristina y su seguidores.
Para los mercados, Cristina significa directamente el default. Massa viene merodeando a la expresidenta con la ilusión de hacerse de sus votos si ella finalmente no fuera candidata. Una probabilidad remota a estas alturas.
La posición de Urtubey es menos explicable, porque él, junto con Miguel Pichetto, fue de los primeros en cerrarle las puertas al cristinismo dentro del peronismo alternativo.
Pero ¿alguno de ellos le preguntó a Cristina Kirchner si quería ser convocada por Macri? A quien haya leído el reciente libro autorreferencial de ella le quedó claro que siente una profunda aversión política, ideológica y personal hacia el Presidente.
Lo único que Cristina quiere, según se desprende de su libro y de las palabras de sus voceros, es la derrota política y electoral de Macri. Cuanto antes, si es posible. ¿O acaso no fueron sus seguidores los que usaron un helicóptero en sus manifestaciones contra el Presidente para exhibir, obscenamente, cómo querían que se fuera?
Si lo que Macri busca es la tranquilidad de los mercados, Cristina sueña con que sigan intranquilos. Eso daña a Macri, supone, aunque también ella se dispare en sus propios pies, si es que se imagina sentada en el sillón presidencial dentro de pocos meses.
Ni Macri pensó en Cristina cuando preparó un acuerdo con la oposición peronista, sobre todo, ni Cristina quiere escuchar hablar de eventuales acuerdos con Macri. Es probable que Massa haya insistido tanto con la convocatoria a Cristina también para poner incómodo a Macri, que es su pasatiempo favorito.
Convencidos Urtubey y Pichetto de la necesidad de un acuerdo básico (que solo abarque temas esenciales, aunque existan otros igualmente importantes), las otras dos figuras que le importan el Gobierno son la de Roberto Lavagna y la del propio Massa.
Lavagna fue cambiando con los días. Primero rechazó de manera fulminante la idea de Macri ("no funcionará", dijo), pero luego flexibilizó su posición. Ayer respondió la carta de Macri con palabras sinceras. La más destacada discrepancia de Lavagna con la propuesta de Macri es la que se refiere a la independencia del Banco Central.
El Banco Central es un instrumento de la política económica, no un ente independiente de ella, sostiene Lavagna. Se lo había dicho claramente a Macri cuando, el viernes pasado, conversaron telefónicamente. Para Lavagna, la independencia del Banco Central termina con las actuales y monumentales tasas de interés. Aunque habla de un Banco Central "autónomo", subraya que la política económica y monetaria la fija la autoridad política, no la monetaria.
Es una posición que ya tuvo cuando fue ministro de Economía y que lo llevó a enfrentarse con los sucesivos presidentes del Banco Central en aquellos años, Mario Blejer y Alfonso Prat-Gay.
Otros puntos no los rechaza, pero los matiza. La reforma laboral, por ejemplo, no la descarta explícitamente, aunque señala que la creación de trabajo es la prioridad. De la relación con los acreedores solo propone una refinanciación de los plazos con el Fondo Monetario. Es casi una obviedad.
El propio gobierno de Macri, si continuara en diciembre, hará ese trabajo, aunque no lo diga ahora. El mérito de la respuesta de Lavagna es que no plantea ese proyecto para los tenedores privados de la deuda argentina, que significan un 30 por ciento del total de la deuda.
De Massa solo se conocen frases efectistas. "Es marketing electoral" o "un documento de acuerdo no se distribuye por WhatsApp", dijo, como si no hubiera hablado antes con el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y con el jefe del gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta.
Habrá que esperar qué le dicen las encuestas a Massa para saber qué piensa sobre el documento del Gobierno. Cristina Kirchner le contestará, a su vez, con una crítica del principio al final. Ella está para refutar a Macri, no para acordar con él. Todos los que proponían incluirla en la negociación del acuerdo sabían que su respuesta sería esa.
El resultado es que no habrá encuentros bilaterales y personales de Macri con los principales dirigentes del peronismo, aunque tal vez haga una excepción con Lavagna.
Sabe lo que piensa Lavagna después de leer su respuesta y de haber hablado largamente por teléfono con él. Incluso, Macri trató de convencerlo con el argumento de que a Felipe González le había parecido razonable el documento. "A vos te aplauden el Foro de Davos y Felipe González", le respondió el exministro, como quien toma distancia de ambos, de Davos y del expresidente del gobierno español.
Todos los funcionarios de la administración le aconsejaron al Presidente no cederles el Salón de los Bustos de la Casa de Gobierno a sus opositores para que se explayen con críticas a él. Hablaban, sobre todo, de Massa y de Cristina. Por lo que aparece hasta ahora, el intento de acuerdo quedará reducido a un intercambio epistolar, al menos con la dirigencia política opositora.
La firme posición de Lavagna expone también otro falso debate que existe en estos días. Algunos referentes de Cambiemos, o cercanos a la coalición gobernante, vienen pidiendo que tanto Lavagna como Massa sean incorporados a la alianza. Sus promotores son Martín Lousteau y el gobernador de Mendoza y presidente del radicalismo Alfredo Cornejo.
Nadie sabe por qué hacen semejante propuesta, pero es más que obvio que ni Lavagna ni Massa quieren formar parte de Cambiemos. La posición y la estrategia de Lavagna son conocidas: aspira a ser un candidato que supere la grieta entre kirchneristas y antikirchneristas, entre macristas y antimacristas, entre peronistas y antiperonistas. No puede integrarse, por lo tanto, al mismo espacio que lidera Macri.
Massa juega desde hace tiempo a capturar todo el voto antimacrista que existe. ¿Quién lo puede imaginar dentro de Cambiemos? Guste o no, Macri sigue siendo el líder de Cambiemos. La propuesta de amigos como Lousteau o Cornejo solo contribuye, al fin y al cabo, a debilitar a la coalición que gobierna.
Al proyecto de acuerdo del Gobierno (que siempre fue considera un borrador por el propio Gobierno) le faltan algunas cosas esenciales, como, por ejemplo, la situación de un tercio de los argentinos que viven bajo la línea de la pobreza.
Ese podría haber sido, entre otros, un aporte significativo de la oposición. Pero es difícil conversar de esos temas tan cerca de las elecciones, cuando lo que prevalece es la estrategia de confrontar con un gobierno en problemas. Es más difícil cuando algunos protagonistas, como Cristina y Massa, solo aceptarían el diálogo para dinamitarlo desde adentro.
Ningún diálogo habría contado nunca con Cristina, pero tal vez una convocatoria más alejada de las elecciones hubiera tenido más éxito con otros referentes del peronismo. La historia también influye.
Los políticos argentinos, nuevos o viejos, de derecha o de izquierda, son reacios al diálogo cuando las cosas van bien y lo buscan cuando la situación se les complica. La oposición, cualquier oposición, hace exactamente lo contrario: acepta el diálogo cuando el gobierno está fuerte, pero lo rechaza cuando lo percibe débil.
El diálogo necesita de cierto clima previo proclive al acuerdo y, sobre todo, del esfuerzo de comprender al otro. Esas condiciones no están.

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