miércoles, 22 de mayo de 2019
LECTURA RECOMENDADA,
Los lobos de Praga, de Benjamin Black
Cuando la historia se vuelve policial
"El mundo es un mundo de hombres, no de demonios, por muy diabólicos que puedan ser los hombres", reflexiona Christian Stern, el narrador de Los lobos de Praga, un libro en el que Benjamin Black (seudónimo de que se vale el irlandés John Banville para algunas de sus obras) combina la novela histórica con una trama policial.
Los episodios -contados en retrospectiva desde su vejez- se desarrollan en la Praga de 1599, bajo el reinado del emperador Rodolfo II. Allí llega Stern, un joven de veinticinco años en ese entonces, procedente de Ratisbona. Su padre, el príncipe-obispo de aquella ciudad, le ha garantizado una buena educación que le permitió matricularse en la Universidad de Wurzburgo. Apenas llegado a Praga, descubre el cadáver de Magdalena Kroll, la amante de Rodolfo, y pronto le encomiendan la tarea de averiguar quién la asesinó.
Su arribo es considerado por el Emperador una señal de buen augurio para el trono. Christian -que ha venido decidido a ganarse el favor del monarca y asegurarse un puesto "entre las decenas de eruditos que trabajaban para complacer a Su Majestad"- pasa a codearse con los principales miembros de la corte, todos bastante siniestros.
Black le otorga mayor preeminencia al marco histórico y relega a un segundo plano el enigma policial. Acierta en el tono de la ambientación, consigue una verosímil recreación de la Praga de aquella época y diseña atractivas psicologías para sus personajes. Logra imponer una atmósfera de amenaza constante en la cual la corrupción, la mentira y la violencia acechan a su protagonista quien, al recordar aquellos días, a veces piensa si los que consideró seres humanos eran, en realidad, "una hueste de autómatas [.] invocados por los hechiceros de Rodolfo". Sobre este, aludiendo a la Guerra de los Treinta Años, comenta: "Hay quienes afirman que sacrificó el imperio a su obsesión por la magia y los magos y dejó que Europa se sumiese en esta guerra interminable que hoy desgarra naciones enteras".
El tema de las ciencias ocultas ronda el argumento como un elemento un poco decorativo, sin intervenir de manera decisiva en la dirección de la novela, que se aleja de los arcanos sobrenaturales y se concentra en la esfera terrenal de los secretos humanos. El mismo Christian declara ser "un curioso aunque más bien escéptico estudioso" de estas disciplinas, entre las cuales incluye a la alquimia. Sobre ella dice: "Tuve ocasiones de verla funcionar y me vi obligado a tratar a quienes la practicaban, y llegué a la conclusión de que la mitad estaban locos y la otra mitad eran unos farsantes".
Su investigación del crimen se complica cuando uno de los principales sospechosos, exnovio de Magdalena, es encontrado muerto y se comprueba que su asesinato ocurrió antes de la muerte de la muchacha. Las pesquisas, no obstante, le dejan tiempo al joven para disfrutar situaciones románticas con Serafina (una novicia al servicio del obispo y nuncio papal Girolamo Malaspina) y compartir placeres eróticos con la voraz concubina del Emperador.
Por su interés histórico, en Los lobos de Praga el autor irlandés se halla más cercano al John Banville de Kepler (ficción basada en la vida del famoso astrónomo y matemático imperial de Rodolfo II) que al Benjamin Black de la serie negra de novelas protagonizada por el forense Garret Quirke. El libro entretiene sin comprometerse a una excelencia narrativa. Tampoco aspira a construir una compleja (y quizá fatigosa) estructura detectivesca al estilo de El nombre de la rosa. A cambio, le insufla al relato un dinamismo más propio de las narraciones de aventuras en las cuales la atención está puesta en una adecuada gradación de las dosis de suspenso, intriga y acción.
Los lobos de Praga
Por Benjamin Black
Alfaguara. Trad.: Miguel Temprano García. 331 páginas/ $ 699
F. F.
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