miércoles, 27 de noviembre de 2019
CLAUDIO JACQUELIN, OPINA
Alberto quería ser Néstor, pero antes tendrá que ser Duhalde
Claudio Jacquelin
Alberto Fernández finalmente parece haber caído en la cuenta de que será presidente en un contexto de altísima complejidad, enormes restricciones y urgencias mayores que las previstas. Su expresión cambió en la última semana. "Se lo ve más serio". "En su cara hay un rictus más adusto, como de preocupación". Lo dicen quienes lo frecuentan en sus oficinas de Puerto Madero.
"Él quería arrancar su mandato como Néstor [Kirchner] en 2003, pero está empezando a asumir que antes tendrá que ser el Duhalde de 2002", graficó uno de los hombres que parecen tener un lugar asegurado en la gestión albertista.
La metáfora se completa con la siguiente aclaración: "Cuando Kirchner asumió, ya le habían hecho la mayor parte del trabajo sucio. Primero, el default de Adolfo Rodríguez Saá, y luego, la devaluación y la pesificación duhaldista, con la que se inmoló Jorge Remes Lenicov. Encima, empezaba a soplar el viento de cola para las commodities. Para tener un horizonte equivalente falta mucho". Al menos en lo económico-financiero, la imagen idealizada de Néstor parece que no tendrá competencia por un buen tiempo.
La situación de la deuda pública, los escasos recursos con que cuenta para hacerle frente y la urgencia para definir una salida serían los motivos centrales del cambio en los gestos de Alberto Fernández. Aunque no son las únicas causas. El exjefe de Gabinete ya daba por descontadas las necesidades sociales y las demandas internas, pero las restricciones cada día parecen mayores. "Darse cuenta" y "realidad" tienen la misma raíz etimológica en inglés. Aun sin dominar la lengua de Shakespeare, él ya lo está constatando.
Las distracciones con la política internacional y la postergación del regreso de Cristina Kirchner dilataron aún más las definiciones, sobre todo en el plano económico-financiero, que ya venían postergadas desde la campaña electoral. Ahora la cuenta regresiva es más corta y hay que desactivar simultáneamente varios cables de ese reloj. Tic-tac. Tic-tac.
Hasta hace solo algunas semanas, el presidente electo había dicho que su preocupación se centraba en los vencimientos de 2021. En los últimos diez días, los viajes de algunos de sus enviados a Estados Unidos, sus propias conversaciones con las autoridades del Fondo Monetario Internacional y los diálogos de dirigentes y economistas de su confianza con tenedores de deuda extranjeros lo habrían llevado a revisar sus previsiones. Parece haber menos tiempo del que se pensaba y se deseaba.
"A partir del día de la asunción, tendrá un mes para resolver cómo y con quiénes encara la reestructuración. Si no, los vencimientos de febrero son una amenaza. Después, tendrá seis o siete meses para resolver los detalles y acordarla", afirma un destacado economista. Es uno de los profesionales que aportan insumos para algunos de los muchos análisis que consume Fernández, provenientes de consultores de diversas escuelas económicas, entre las que no está excluida la ortodoxia. La mayoría coinciden con aquel diagnóstico.
La caída, precipitada y "básicamente" definitiva, de Guillermo Nielsen de la candidatura para ocupar el cargo de ministro de Hacienda y Finanzas es causa y efecto de esas nuevas urgencias. También de la nueva gestualidad del presidente electo.
No es sencillo encontrar la respuesta a esa contramarcha que devolvió al área de Energía a quien se había mostrado como comisionado para empezar a planificar la reestructuración de la deuda y dialogar con los acreedores, que incluyó un viaje a Estados Unidos en el que compartió tribuna con funcionarios del FMI.
Sin excluir las opiniones que habría vertido Cristina Kirchner en la reunión del lunes pasado sobre el probable gabinete albertista, para la salida de Nielsen hay dos razones que concentran la mayoría de adhesiones entre allegados a Fernández, economistas y miembros destacados del Frente de Todos. Su elevada exposición y algunas manifestaciones públicas, así como la estrategia aconsejada y expuesta ante extranjeros para abordar el problema de la deuda, habrían hecho que su paso por el casillero de ministro electo fuera tan efímero.
"Hay muchas maneras de solucionar o postergar el problema, pero solo hay dos caminos posibles para abordarlo: buscar un arreglo con el Fondo para que te ayude y te acompañe a cerrar con los acreedores privados o eludir al FMI y buscar un acuerdo con los privados. De lo que decida dependerá todo lo demás. Nielsen tiene reticencias con el Fondo y prefería el segundo camino". La explicación pertenece a un economista que conoce bien a los actores principales.
La fuente cuenta con un aval cronológico para sostener su algo más que conjetura: la confirmación del corrimiento de Nielsen trascendió no solo tras la reunión de Fernández con Cristina, sino justo después del diálogo telefónico del presidente electo con Kristalina Georgieva, la titular del Fondo. Nadie puede descartar las casualidades permanentes.
Después de esa corrección en el organigrama ministerial, los rumores arreciaron en el establishment político-económico, que en otra era se llamó el "círculo rojo".
La centralidad se la llevó la reaparición del nombre del argentino Martín Guzmán, discípulo de Joseph Stiglitz, el economista norteamericano que llegó a ser idolatrado por el kirchnerismo. Su exposición ante la ONU sobre reestructuraciones de deuda facilitó la instalación. Uno de sus contactos en la política local agrega un dato a tener en cuenta: en los últimos días habría suspendido algunas presentaciones en las que iba a tocarse la situación argentina.
En la City porteña y en el sector empresario le dieron una vuelta de tuerca a esa posibilidad. Un par de encuentros de Guzmán con Sergio Massa habilitaron otra versión que puede parecer disparatada, pero que en el mundo económico, donde la capacidad de asombro ya escasea, no se animan a desechar.
El tigrense fue mencionado al final de la semana como posible ministro de Hacienda y Finanzas, no por sus conocimientos técnicos ni por sus relaciones con inversores residentes en EE.UU., de las que suele jactarse. El objetivo sería darle soporte político a un equipo de técnicos con poca o nula experiencia de gestión. Un intento de hacer de la necesidad virtud o una forma de aceptar limitaciones. Es lo que hay.
La negativa desde la cima del albertismo y del propio Massa respecto de esa posibilidad no solo no terminó con el rumor, sino que expuso dos percepciones más crudas y realistas: nadie entre los tomadores de decisiones sabe con certeza qué hará Fernández con esa cartera tan decisiva y la mayoría están convencidos de que sigue corriendo contra el tiempo sin tener aún una respuesta definitiva. A ninguno sorprendió que, después de una semana de retroceso, el riesgo país recuperara la senda ascendente en el último día hábil.
La indefinición sobre la conducción económica del próximo gobierno explica la ausencia de un proyecto integral claro a pesar de tantas urgencias. El entorno del presidente electo y la dirigencia peronista procuran ser menos alarmistas sobre las dilaciones, al amparo de algunos antecedentes.
Un ex funcionario peronista devenido en consultor político resume esa posición sin ponerse nervioso ni ruborizarse: "No hay que esperar que haya un plan económico. Desde la recuperación de la democracia ningún gobierno lo tuvo de arranque, salvo Kirchner porque heredó a Lavagna y su proyecto. Lo importante es que Alberto y su equipo acierten con algunas medidas concretas en materia de deuda y de demandas sociales. Hay que desactivar bombas".
Sin hablar de los resultados finales de cada gestión, los tropiezos del primer bienio alfonsinista con Bernardo Grinspun, la hiperinflación menemista, la fallida continuidad de la convertibilidad con De la Rúa, la conflictividad cristinista y la fallida experimentación antiinflacionaria macrista no aportan muchos motivos para alimentar el optimismo.
En medio de la cuenta regresiva, no parece mal que las facciones de Alberto Fernández se vean menos relajadas. La perspectiva de tener que ser "el bombero Duhalde" no es muy tranquilizadora. Asumir el problema es una condición necesaria para buscar su solución. Aunque no suficiente para encontrarla.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.