Vivir, una experiencia que escapa a los pronósticos
Aunque resulte paradójico, no hay estadísticas que muestren qué cantidad de mensajes y noticias recibimos diariamente relacionados con.estadísticas. Se ha naturalizado citar porcentajes y medidas para fundamentar ideas e información. Las hay acerca de casi todo lo imaginable, como si nada fuera creíble o real a menos que se lo reduzca a cifras. "La creencia de que todo cuanto sucede se basa en unas pocas leyes y de que el mundo se puede calcular, al menos de un modo básico, se llama reduccionismo", advierte el físico y filósofo alemán Stefan Klein en La belleza del universo, un inspirado ensayo dedicado a explicar con sencillez y cierto toque poético los grandes y perennes temas de la física, comenzando por el tiempo y el espacio, esas dos dimensiones que nos constituyen. Cuando Klein dice "mundo" usa tal noción del modo en que lo hacía su compatriota, la filósofa Hannah Arendt, quien aplicaba el término a todo lo creado y experimentado por el ser humano.
El reduccionismo es la creencia de que todo se puede calcular y predecir y luego sintetizar en unas pocas premisas simples. Se trata de un antídoto contra la incertidumbre. Esa confianza en que todo se puede medir, contabilizar y explicar tranquiliza frente a lo aleatorio, es decir frente a aquello imposible de prever y que escapa a cualquier predeterminación. Más allá de cualquier ilusión de control y de predicciones científicas o estadísticas, vivimos rodeados de aleatoriedad. La realidad "real" se rebela ante cualquier intento de control y domesticación, y, por mucho que se afinen los instrumentos de medición, de predicción, de cuantificación y toda la "big data" con que se intente encauzarla, ella es un enorme lago poblado de cisnes negros, categoría que impuso el ensayista libanés Nassim Nicholas Taleb para definir hechos imposibles e inimaginables que, sin embargo, ocurren. Los encuestadores de hoy, sobre todo los que se desempeñan en el área política, pueden dar fe de la existencia de estos cisnes.
Los pronósticos fallan muchas más veces de las que aciertan, aun cuando se apoyen en estadísticas y proyecciones matemáticas, demuestra Klein. Y pone el ejemplo de los adelantos referentes a la meteorología. Más del 65% por ciento de las tormentas que anuncia el servicio meteorológico no se producen.
"Lo que ciertas empresas nos venden como pronósticos del tiempo con más de una semana de antelación, pocas veces supera el nivel de aciertos de una tirada de dados", escribe Klein. Esto se debe a que, entre el momento de elaboración de la predicción y el de su comunicación, se producen incesantes, veloces y sutiles cambios en la atmósfera. Y la atmósfera es parte de la Naturaleza, a la que el ser humano pretende en vano controlar, someter y dirigir.
Una antigua broma sostiene que, si hay en un lugar dos personas y un pollo al horno, para las estadísticas el consumo per cápita es de medio pollo, aun cuando en realidad una de las dos personas se lo haya comido entero y la otra padezca de hambre. Las experiencias reales difícilmente se puedan envasar en números, aunque estos alimenten la ilusión de confirmación, un sesgo o atajo mental que induce a interpretar o encarrilar la información de manera que confirme las concepciones, ideas o creencias previas. Un modo ilusorio, en fin, de creerse seguros en un mundo incierto.
Se dice que si una mariposa aletea en Pekín un edificio se derrumba en Nueva York, pero, advierte Klein, no se pueden controlar todos los movimientos de todas las mariposas que hay en el mundo. No hay GPS que haga previsible la vida de cada día, esa incierta aventura existencial que no cabe en ninguna estadística. La naturaleza (es decir la vida), afirma Klein, tomó previsiones para seguir sorprendiéndonos, "y es la imprevisibilidad la que establece el límite entre la vida y la muerte".
S. S.
S. S.
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