martes, 14 de enero de 2020

MANUSCRITO,


Ataque ochentoso en el cambio de década

La última canción que escuché en 2019 fue "Neverending Story", el hit compuesto por Giorgio Moroder e interpretado originalmente por Limahl para la banda sonora del film homónimo -conocido en estas pampas como La historia sin fin-, estrenado en 1984. No solo fue la última canción que escuché en el año que se fue. Fue, también, la última canción que cantamos con mi hija, Lulú, con una base para karaoke, que disparaba un teléfono en la mesa familiar. Y la primera canción que escuchamos en el comienzo de este 2020 fue "Africa", el hit de Toto de 1982, con su estribillo épico e incandescente. Como verán, fue un cambio de década a puro ataque ochentoso. Lo curioso es que fue ella la encargada de elegir la musicalización.

Este anacronismo empezó hace poco más de un mes, cuando Lulú, que tiene 9 años, vio el episodio dedicado a It (la miniserie de 1990), en "Te lo resumo así nomás", un canal de YouTube que araña los cuatro millones de suscriptores, donde el host Jorge Pinarello resume sin demasiado rigor y con mucho humor películas y series. Su voz en off relata el argumento mientras realiza curiosas observaciones sobre fragmentos de las imágenes de la obra en cuestión. No sé si hay un modo racional de explicar cómo fue que mi hija y algunas de sus amigas se fanatizaron con una película que nunca vieron. Pero lo cierto es que Lulú se memorizó ese relato, que fue su puerta de entrada a varias galaxias de la cultura pop. Vio decenas de otros videos con datos curiosos, análisis de escenas, parodias, trivias y canciones inspiradas en esa miniserie dirigida por Tommy Lee Wallace. Incluso hizo con su amiga Luz una nueva letra, con coreografía incluida, sobre la melodía de "I´m a Mess", de Beba Rexha, inspirada en esta historia de Stephen King donde Tim Curry personifica al terrorífico payaso Pennywise, en una trama macabra que azota a un grupo de niños ("el club de los perdedores") de un pueblo llamado Derry.

Tengo que confesarlo: nunca fui fanático de It. Pero ahora, gracias a mi hija, cuento con toneladas de información y hasta me animaría a sumarme a algún foro de discusión de la película. Sin embargo, Stephen King es el autor de una de las películas más entrañables que hicieron parte de mi educación sentimental: Cuenta conmigo (1986), de Rob Reiner. Vi por primera vez ese film en el cine, con mis padres. Y, como muchos de los que rondamos los cuarenta, muchas otras veces en infinidad de repeticiones, por lo general los sábados a la tarde, en canales de aire o en cable. El tono evocativo, en off y en primera persona, es el mismo de una de mis series favoritas de todos los tiempos, Los años maravillosos (1988), que relataba la adolescencia de Kevin Arnold, su amigovia Winnie Cooper y su amigo Paul Pfeiffer en un fantástico retrato de la vida cotidiana en los suburbios de Los Angeles entre fines de los 60 y principios de los 70.


Durante el año habíamos visto juntos un par de clásicos, como King Kong (1933) o El niño del cabello verde (1948). Pero a pesar de haber visto Cuenta conmigo decenas de veces, nunca me emocioné tanto como la primera vez que la vimos con Lulú, hace unos días, en medio de esta fascinación ochentosa. No sólo me emocioné por la posibilidad de compartir una historia maravillosa, sino porque lo sentí, también, como el paso a una nueva etapa de su cinefilia.

Abordamos, también, el universo de los 80 con una maratón infernal: en tres o cuatro días nos vimos los 25 episodios de Stranger Things, la serie de los Duffer Brothers que aborda a la perfección ese imaginario de esas películas de las que fuimos contemporáneos y ahora revisitamos como clásicos. Y si cerramos el año cantando "Neverending Story" fue por una escena culminante de la tercera temporada, donde Dustin y su novia a la distancia, Suzie, cantan esa canción en una comunicación por una radio de Onda Corta.

En su ensayo Retromanía (2011), el crítico inglés Simon Reynolds le dedicó casi 450 páginas a entender la adicción del pop a su propio pasado. Allí sostiene que la nostalgia, entendida como una emoción universal, y vinculada a la cultura de masas y la memoria personal, es una de las claves para la cultura retro. Igual que me pasó a mi, a partir de su edad y con mucho más ahínco en mi adolescencia, Lulú está experimentando una nostalgia por una época que no vivió. 
Sin embargo, no creo que esa fascinación esté necesariamente vinculada a la estética de esa época. A sus nueve años, aprecia cada vez más el valor de las buenas historias, el reflejo con los personajes y la empatía con esas pandillas encantadoras. La noche de año nuevo, armamos una lista de películas para ver en 2020. La número uno es La historia sin fin. Ya nos sabemos la canción, así que empezamos bien.

H. I.

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