Alma partida, de Akira Mizubayashi
Los límites de las letras mayúsculas
Alma Partida, de Akira Mizubayashi
Hay novelas que cuentan grandes historias, es decir, historias con una enorme densidad emocional y/o que establecen un diálogo profundo con el contexto sociopolítico o las huellas del pasado, pero cuyos autores generan la sospecha de que se verían en aprietos para narrar con espesura el simple cruce de un arroyo. Se sabe que no se escribe con mayúsculas, sino desde los pliegues de la sensibilidad y la experiencia; somos, como señaló el crítico James Wood, la suma de nuestros detalles, y la literatura suele sacar mucho más provecho de los gestos mínimos que de los redobles de una anécdota rimbombante, o para ser más justos y precisos, digamos que esto último apenas puede sobrevivir sin lo primero.
No hay duda de que la de Alma partida, del escritor franco-japonés -nacido en Sakata en 1951- Akira Mizubayashi, es una "gran historia": en medio del fervor expansionista de Japón y su invasión a China a fines de la década del 30, un chico de once años escucha, escondido en un viejo armario de un centro cultural en Tokio, la absurda requisa que sufre su padre, músico aficionado que se encuentra ensayando una pieza de Schubert con -peligrosamente- tres jóvenes colegas chinos. El chico, de nombre Rei, es testigo ciego de esa violenta escena en la que entre otras cosas el violín de su padre -con quien ya no se reencontrará- queda destruido. La singular intervención de un teniente del mismo ejército tiñe de otros matices el episodio, y asimismo el recuerdo, y Rei dedica luego su vida entera a honrar la memoria de su padre y la de ese extraño que le salva la vida.
¿Pero hasta dónde una gran historia alcanza para construir una -al menos- buena novela? Como dijera enfáticamente Susan Sontag, el estilo no viene a embellecer nada a posteriori sino que es la cosa misma. Y aunque en este caso se trate de una traducción -del francés-, lo cierto es que ello no inhibe la percepción de las infinitas limitaciones de la escritura de Mizubayashi, o de su endeblez conceptual: una narración sin espacios en blanco, superficial, sobremasticada, cuyo ejemplo más contundente podría ser el de la explicación de lo obvio: el doble sentido del título, que alude más allá de lo evidente a una pequeña y vital pieza de los instrumentos de cuerdas.
Acaso la descripción de los pasajes musicales sea la excepción; el momento en el que la escritura de Mizubayashi logra abandonar las mayúsculas y encuentra, si no su alma, al menos su mejor versión.
ALMA PARTIDA
Akira Mizubayashi
Trad.: Lucía Dorin
Edhasa
246 págs.
$1095
Acaso la descripción de los pasajes musicales sea la excepción; el momento en el que la escritura de Mizubayashi logra abandonar las mayúsculas y encuentra, si no su alma, al menos su mejor versión.
ALMA PARTIDA
Akira Mizubayashi
Trad.: Lucía Dorin
Edhasa
246 págs.
$1095
J. M. B.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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