Ana Acosta es un torbellino interpretativo
G. L.
Libro: Diana Raznovich. Adaptación y dirección: Nicolás Pérez Costa. Intérpretes: Ana Acosta y Talia Acosta. Música original: Martín Bianchedi. Escenografia: Daniel Feijoo. Vestuario:
Blasie Acosta. Luces: Juan Pablo Reynoso. Teatro: Picadilly, Corrientes 1524.Funciones: viernes, a las 19.30. duración: 60 minutos.
La obra se centra en Bárbara, una joven que decide contratar a una madre sustituta para festejar sus 30 años. De Casa matriz, tal el nombre de la agencia donde requiere el atípico servicio, le envían a un tipo de progenitora equivocado. Su descontento es tal que exige probar prácticamente todos los modelos del catálogo. El planteo no sólo posibilita un rico y variado desempeño de las actrices (sobre todo de Ana Acosta, quien en minutos pasa de una madre culposa a una liberada, y entre ambas, a la vecina de una villa, a una idishe mame e incluso a una muerta) sino que ofrece una catarata de momentos hilarantes que el público agradece con carcajadas y aplausos a telón abierto (aunque detrás de todo eso se esconda un trasfondo mucho más serio del aparente).
Esta obra de Diana Raznovich (autora también Mater erótica,
Desconcierto y Jardín de otoño) se estrenó en 1993 en el teatro Bauen, con Lidia Catalano y Ana Acosta, como madre e hija, dirigidas por Tina Serrano. Veintisiete años después Acosta retoma la obra, pero en el personaje opuesto, y es su propia hija en la vida real quien ahora se hace cargo de su papel original. Un hermoso cambio de roles, que le suma atractivo a la propuesta. A favor de la joven intérprete hay que reconocer que no desentona al lado del torbellino escénico que siempre resulta ser su madre. Por último, es de resaltar todos los rubros técnicos que nutren la propuesta (muy bien dirigida por Nicolás Pérez Costa), desde las luces que acompañan los distintos climas de la obra, como el vestuario y la escenografía, muy generosa para estos tiempos.
Un interesante entramado familiar
J. C.
Libro: Pablo Bellocchio. Dirección: Gastón Cocchiarale. Intérpretes: Sebastián Bauzá, Matias Leites, Tamara Liberati, Malena López, Tomás Pinto Kramer, Antonela Scattolini Rossi, Sebastián Sinnott, Bianca Vicari. Escrnografía y vestuario: Sabrina López Hovhannessian. Luces: Jorge Ferro. Sala: El Método Kairós (El Salvador 4530). Funciones: domingos, a las 20.30.Duración: 80 minutos.
El título es elocuente y la puesta en escena, ideada por Gastón Cocchiarale, que además de director es actor, va en esa línea: ¿cómo contar un suceso, cómo descubrir a una persona si los relatos son muchos y van en distintas direcciones? La pieza del dramaturgo Pablo Bellocchio intenta a través de las vivencias de las dos familias –como dos caras de una moneda– que tuvo en su vida Piero Lascia relatar quién fue. Es su velatorio y por eso, como nunca antes, los hijos de sus dos matrimonios se encuentran en su casa. Nadie más, salvo algunas compañías que tienen ellos, han llegado a despedirlo. Y eso también informa y mucho sobre quién fue. Hay secretos, de esos tremendos, que rompen a las familias, tensiones, enemistades, rencores.
La escenografía recrea dos espacios. Cada uno de ellos alberga a los distintos hijos: por un lado los de San Juan, los que no pudieron casi conocerlo ni disfrutarlo; y los porteños. Como si la historia tuviera su lado A y su lado B, Cocchiarale propicia el diálogo para poder ir armando el mapa de este sujeto que se hace más presente en su ausencia.
La pieza realista busca generar el mayor grado de exactitud; los dos ambientes se recargan y se llenan de detalles. Se trata de un gran despliegue para el teatro off que elige la metáfora y la metonimia por encima de otros procedimientos. Aquí los elementos abundan. Las actuaciones también se pliegan a esta decisión: buscar la composición más ajustada a estos personajes. Como si la platea se convirtiera en voyeur de un entramado familiar.
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