Ideología versus política de Estado
Andrés Hatum
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) denunció en un nuevo informe "la grave escalada de la represión" en Nicaragua en forma de detención de precandidatos a cargos públicos, defensoras de Derechos Humanos y periodistas independientes.
Yo tenía 17 años, edad suficiente para generar mi propio análisis de lo que pasaba: tenía miedo. Recuerdo haber seguido el juicio a las Juntas por la TV, los diarios y estaba asombrado por la voluntad y valentía de los jueces y del fiscal Julio César Strassera. La dictadura militar argentina que gobernó entre 1976 y 1983 comenzaba su ocaso. Pero yo podía olfatear el miedo que existía en la sociedad: los militares iban a resistir. La conformación de la Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas (Conadep) con personalidades de la talla de Magdalena Ruiz Guiñazú, Graciela Fernández Meijide, Ernesto Sábato y René Favaloro entre otros, terminó generando un informe único en la historia de los derechos humanos y se tomó como prueba fundamental en el juicio contra las Juntas. El reporte se publicó con el nombre de Nunca Más.
El presidente Alfonsín había tomado una decisión que lo trascendería: era la primera vez en la historia mundial que un grupo de dictadores debieron comparecer ante tribunales de su propio pueblo que los juzgó por sus crímenes con sus propias leyes y jueces. Eso no había pasado ni en Núremberg, donde los vencedores se hicieron cargo del juzgamiento. Pero había miedo. Tal era la tensión que los videos con las grabaciones del juicio salieron para Noruega en un operativo secreto en 1988 (posterior a la sentencia) y fueron guardados en una habitación a prueba de incendios y bombas atómicas. Los jueces temían la desaparición de las pruebas.
Así y todo, se llegó a la sentencia. 9 de diciembre de 1985. Culpables. Un hito en la historia de los derechos humanos a nivel internacional. Luego la historia es conocida: indultos con Menem, fin de los indultos con Kirchner. Y es con este último gobierno que se hace una apropiación de los derechos humanos intentando generar una épica inexistente: ellos eran los dueños del tema, los únicos defensores. Lamentablemente fue una defensa facciosa y una épica vacía teniendo en cuenta lo que sucede hoy en el país.
El Gobierno no fue capaz de denunciar los delitos contra derechos humanos en Venezuela y Nicaragua. Su ideología tiró por la borda una política de Estado, de las pocas que sobrevivieron con los años, donde el país fue un defensor cabal del tema. El Gobierno evita denunciar a países con los que siente afinidad ideológica (incluida China en este grupo) pero no tiene empacho en denunciar atrocidades en Siria, Myanmar y Belarus. Total, esos países quedan lejos. Lejos nos quedamos de nuestra propia historia.
La excusa de que esos países son democráticos y la importancia de la no injerencia en los asuntos internos, es una mentira flagrante y una amnesia histórica. Es mentira, porque llegar por medios democráticos no te hace tal. Venezuela y Nicaragua son democracias tramposas. Reducir la democracia al acto de votar es no entender nada. Y es amnesia histórica por nuestra propia historia. Norma Morandini, en estas páginas, consideró que, al no denunciar delitos de derechos humanos en Venezuela y Nicaragua, la Argentina ofende “la más luminosa tradición, la de los pañuelos blancos” que, en tiempos álgidos del país y el terrorismo de Estado, tuvieron la solidaridad del mundo, lo que le dio visibilidad al tema de los desaparecidos.
María Elena Walsh fue una de las cantantes y compositoras que más caló en la infancia de los argentinos. Pero en sus composiciones para adultos tiene una profundidad y un conocimiento del contexto impecable e implacable. En su tema Canción de cuna para gobernante pone foco en los autoritarios, en aquellos que lo único que quieren es el poder: “Duerme tranquilamente que viene un sable/ A vigilar tu sueño de gobernante/ América te acuna como una madre/ Con un brazo de rabia y otro de sangre…”
La Argentina conoció, sufrió y vivió en carne propia el significado de esos sables de tiranos, de rabia y de sangre que derivó en una incontestable violación de los derechos humanos. También lideró mundialmente una revolución de esos mismos derechos, mostrando las atrocidades, juzgando a los culpables. Es triste ver que un legado tan relevante donde el país fue protagonista haya sido utilizado políticamente para alimentar la ideología de un gobierno dejando de lado la política de Estado.
En el alegato final del fiscal del Juicio a las Juntas, el fiscal Strassera dijo una frase que retumbaría en toda una generación de argentinos: “Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: ‘Nunca más’.” Señores gobernantes, Nunca Más.
PhD, autor de Infierno: líderes y organizaciones que matan y profesor de la UTDT
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