domingo, 18 de julio de 2021

HISTORIA DEL ARTE


Murió Christian Boltanski, el artista de la memoria
Creador de monumentales instalaciones que se preguntaban por el misterio de la existencia humana, el francés tenía un vínculo prolífico e intenso con la Untref y Bienalsur, de la que fue su padrino artístico
D. F. I.

Christian Boltanski falleció hoy en París a los 76 años

A los 76 años, el artista francés Christian Boltanski falleció hoy en París. Había sufrido una descompensación hace unos 20 días. “Tímido, severo, generoso, profundo, respetuoso, preciso”, así lo definen en un texto que compartieron, apenas se conoció la noticia de su muerte, Aníbal Jozami, rector de la Universidad de Tres de Febrero (Untref), y Diana Wechsler, directora del Instituto de Investigaciones en Arte y Cultura de la misma institución, un espacio con el que Boltanski desarrolló un vínculo prolífico e intenso. De hecho, en 2012 presentó su primera exposición en la Argentina de la mano de la Untref y tuvo un gran protagonismo en el desarrollo del proyecto Bienalsur, en el marco del cual realizó la instalación sonora Misterios en la costa patagónica.
Para la edición de la Bienalsur 2021, Boltanski preparaba el proyecto Animitas (una intervención de la Pinacoteca Vaticana) y Les disparues , obra que abriría la exposición prevista en el Museo Caraffa en Córdoba. Animitas y Les disparues, obras conceptuales, serán parte de una Bienalsur que se inauguró el 8 de este mes en Salta y que este año tendrá el adiós a Boltanski como eje ineludible, donde resonarán las palabras del artista: “En la medida en que estoy vivo tengo mi música, pero cuando me haya muerto alguien la va a interpretar”.

Poco importa que el público venga a la Patagonia, lo relevante es que sepan lo que hice acá y puedan transmitir mi historia para que se mantenga viva y se modifique”

Christian Boltanski nació en París en septiembre de 1944, poco después de la liberación de la capital francesa. Su padre, de ascendencia judía, había pasado buena parte de la ocupación alemana oculto en un escondite de la casa familiar. Ese detalle, sumado a una infancia atravesada por los atroces relatos de los sobrevivientes de la Shoah, marcaría profundamente las búsquedas del futuro artista.
Vivió una adolescencia signada por el miedo al mundo exterior, casi sin escolarización por sus dificultades de integración. Según solía contar él mismo, salió por primera vez solo a la calle cuando tenía unos 18 años, y de no ser por el arte y sus hermanos (Jean-Elie, nacido en 1935, lingüista, y Luc, nacido en 1949, sociólogo), “habría terminado en un asilo”.
Sus primeras exploraciones artísticas fueron a través de la pintura. Hasta que, a fines de la década del sesenta, abandonó drásticamente todo lo relacionado con pinceles, acuarelas y telas y se sumergió, para nunca abandonarlas, en las aguas de la instalación, el lenguaje audiovisual, el conceptualismo.
Sus grandes temas serían siempre la identidad y la memoria; en sus obras, particularmente monumentales en el último tiempo, la catástrofe del Holocausto solía ser una referencia medianamente constante. La ironía y un particular tránsito entre el pesimismo y cierta luminosidad serían otros de sus rasgos.
Con mis obras quiero crear mitologías”, dice el hombre que llegó a Bahía Bustamante para plantar y donar su instalación Misterios, en el contexto de Bienalsur

En 1969 presentó su primera exposición individual donde, junto a uno muñecos de tamaño natural, se proyectaba la película La vie impossible de Christian Boltanski. Realizó otros cortometrajes, e incluso uno, L’homme qui tousse, donde incluyó la participación de familiares.
Pero el site-specific fue, sin duda, el registro donde mejor se pudo expresar. En 2010 realizó una instalación para el Grand Palais de París, Personnes, basada en un gran cúmulo de ropa que era aleatoriamente elevado y después arrojado desde el aire, por una grúa, y 69 rectángulos de ropa distribuidos en el espacio. La anomia, la muerte, la ausencia, la catástrofe humana: los sentidos se disparaban ante la conjunción de monumentalidad, gestos y ausencia de palabras, en una obra que se luego presentó, con ligeras variantes, en Milán, Nueva York y Japón. “Naturalmente, no transportamos ningún material; se reconstruyó todo y se destruyó todo también -aseguraba el artista-. Era distinta en cada lugar. Casi el 90% de las obras que hago se destruye después de las exposiciones”.
En 2012, exhibió proyectos site specific en cuatro sedes de la Untref, entre ellas el Hotel de Inmigrantes: inmerso en la sugerente atmósfera del edificio, Boltanski concibió Migrantes, una obra que, a través de recursos sonoros, espaciales y lumínicos, convocaba la presencia y las voces de las miles de personas que pasaron por el lugar. En el marco de la Bienalsur, desarrollaría proyectos abocados al tema que más le interesó en el último tiempo: los mitos. En 2017, en Caleta Malaspina, plantó la instalación sonora Misterios, que se interrogaba sobre el origen del mundo. En 2019 curó su work in progress Draw me a flag, presentado en Buenos Aires y en Río de Janeiro en simultáneo y participó en la exposición Extranjero residente.
“Me hago preguntas muy antiguas: la búsqueda de Dios aunque yo no crea en Dios, la muerte, el sexo, la belleza de la naturaleza. Cuestiones que existen desde siempre”, aseguró en una entrevista  Sus obras, que lo continuarán, seguirán formulando esas preguntas.

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