lunes, 19 de julio de 2021

IDENTIDAD CULTURAL


Miguel Ángel Cárcano, un argentino cabal que bregó por el campo
Diplomático, historiador y ministro de Agricultura, defendió la economía agraria; en su estancia de Ascochinga, en Córdoba, se alojó John F. Kennedy; mañana se cumple un nuevo aniversario de su nacimiento
R. L. E. 

Paisaje de Ascochinga, en Cordoba

Miguel Ángel Cárcano nació en Córdoba un 18 de julio de 1889, abogado, historiador, ministro de Agricultura y de Relaciones Exteriores, diplomático, fue miembro de las Academias Nacionales de Historia, Letras, Ciencias Económicas y Agronomía y Veterinaria, y colaborador . Alguna vez confesó: “De joven me atrajo la vida campesina. A orillas del Río Tercero aprendí las faenas rurales. Fui jinete y lanzador en los campos de la Herradura donde pastaban grandes rodeos y crecían inmensos trigales. En los rastrojos hallábamos sables y restos de los famosos combates entre los caudillos Bustos y López. Eran documentos vivos de la historia nacional”.
Cursando primer año de Derecho escribió un ensayo titulado “La edad del cuero en la Argentina”, que pensaba “debió ser el título de mi primer libro” y para el doctorado lo hizo con una tesis sobre “Las leyes agrarias argentinas”.
Al celebrar sus bodas de oro de académico, la Academia Nacional de la Historia le tributó un gran homenaje donde recordó que su obra prima había sido La Evolución Histórica de la Tierra Pública, de 1917 “escrito antes de haber recorrido el mundo” que obtuvo el Premio Nacional de Letras. Eleodoro Lobos su profesor de Régimen Agrario en el prólogo sostuvo: “Nuestra legislación de tierras no ha sido objeto de un estudio crítico más completo que el de Cárcano”.
John Fitzgerald Kennedy con Stella Carcano en la estancia San Miguel, en Córdoba, durante su visita al país en 1941
Otro libro fue el que escribió en 1918 para optar a la suplencia de la cátedra de Derecho Agrario, Organización de la producción. La pequeña propiedad y el crédito agrícola. Como diputado en 1932 proyectó el crédito agrario, que fue sancionado, creándose una sección a esos fines en el Banco Nación.
Jamás olvidó a los viejos criollos como don Cecilio Lazo, “antiguo dueño de tierras a quien el gobierno expropió” para pasar el ferrocarril, cuya memoria trajo en su evocación de Villa María. “Vivía a orillas del Río Tercero, no muy distante del Paso de la Herradura, en un ranchito pulcro y pintoresco en compañía de su mujer. Los dos eran centenarios. Montaban a caballo, iban a buscar la carne a la estancia y cuidaban de una majada de cabras y dos vacas lecheras. El viejito don Cecilio me relataba episodios anteriores a la construcción del ferrocarril, cuando los campos despoblados eran invadidos por la indiada que arriaba los ganados y se llevaba las cautivas. Él y su mujer se escondían en la copa de los altos algarrobos y hallaban su casa saqueada. No había defensa contra los indios, ni tampoco contra la langosta, que les comía sus melones y sandías y la pequeña chacra de maíz de que vivían. Mis padres querían mucho a esta pareja de viejos pobladores”. Don Lorenzo Torres otro paisano cordobés que fue a Europa en tiempos de la Segunda Guerra mereció el elogio de Cárcano, como lo evocamos en esta columna hace una década.
Trabajo familiar
Hace 64 años, conocedor profundo de la realidad del hombre de campo, en una asamblea pública en Pozo de Molle defendió la economía agraria “fundada en el trabajo familiar, en la economía doméstica. Es indispensable fortificar la familia agricultora, defenderla, estimularla, infundir el acicate de la seguridad para su propia generación y la venidera”; convencido que “la base de nuestra riqueza es el campo” una realidad nunca desvirtuada especialmente en estos momentos.
“Vigilemos constantemente que no aumenten los costos de producción, que los métodos de trabajo sean más científicos para que los rendimientos sean mayores, que las plagas causen menos daños, que el crédito sea más accesible y el transporte más económico, que se estimule la inversión de mejoras en la tierra, que se supriman la infinidad de impuestos que dificultan las transacciones…”, escribió.
Los viajes en carreta, las galeras de dos puertas desandando caminos, los paisanos de a caballo; luchando en las guerras de la independencia o civiles y trabajando la tierra o dedicados a faenas rurales, evocó muchas veces con amena pluma Cárcano.
Su estancia “San Miguel” en Ascochinga, con paredes tapizadas en libros y llenas de recuerdos con personalidades, con árboles plantados por los padres jesuitas hace casi tres siglos, en la que fuera huésped el joven John F. Kennedy y luego su viuda Jacqueline, quien deseaba sus hijos conocieran el lugar “donde su padre había sido feliz”; nos muestran un argentino cabal preocupado por la historia de nuestro campo y su progreso material.

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