jueves, 5 de agosto de 2021

HISTORIAS DE VIDA...LA OTRA POBREZA


La otra pobreza. Crecer aislados y sin amigos en el norte neuquino
La pandemia profundizó la soledad en la que viven los niños de esta zona, marcada por las grandes distancias, los caminos de tierra, el clima hostil y la falta de servicios básicos, como gas y agua potable
M. U. Como las familias se dedican a la cría de chivas, los vecinos están a varios kilómetros; cuando hay grandes nevadas, pueden quedar varias semanas incomunicadas
No tengo ninguna amiga cerca. Estoy acostumbrada a no jugar con nadie, a estar sola”, dice Millarai Muñoz Vázquez, mientras mira al piso para amortiguar el impacto de sus palabras. Tiene 12 años y está sentada en un tronco fuera de su casa, en La Matansilla, un paraje neuquino colgado al borde de la cordillera, en donde las distancias atentan contra los abrazos.
Milla es hija única y su familia –como la mayoría de la zona– se dedica a la cría de chivas. Antes por lo menos veía a sus compañeras en el colegio, que queda en Varvarco, a 15 kilómetros, pero la pandemia la obligó a extrañarlas. Acaba de caer la primera nevada del año y esa soledad de la que habla duele más con el frío. “Lo que más me gusta es darles la comida a mis chanchos o amamantar las chivas guachas”, agrega esta joven que cuando sea grande quiere ser actriz de telenovelas.
El aislamiento estructural no solo es la característica más marcada del norte neuquino, sino que también profundiza la pobreza de este rincón signado por las bajas temperaturas, la falta de acceso a servicios básicos y las enormes distancias.
“La vida en la cordillera es dura. La crianza de animales hace que cada uno tenga que tener su campo para que puedan caminar y comer.
Y eso lleva a una vida solitaria y de menos encuentro”, dice Leopoldo Palmieri, coordinador de Amigos de la Frontera.
Con Hambre de Futuro recorrimos las localidades más alejadas de la provincia para reflejar cómo la pandemia impactó en el día a día de estos chicos y en sus oportunidades de futuro. Y nos encontramos con infancias acostumbradas a ayudar en las tareas del campo, que sufrieron por demás el encierro porque los medios de comunicación son muy precarios y que, en su mayoría, tuvieron grandes problemas para seguir al día con la escuela.
Según la Encuesta de la Deuda Social Argentina del Programa del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA los números más preocupantes de la Patagonia son una pobreza infantil del 43% y un déficit educativo para niños de entre 5 y 17 años de un 33%. En este mismo rango etario, un 18% no tiene celular y un 36% no cuenta con internet.
Lejos de todo
Después de Las Ovejas se termina el asfalto y no existe el transporte público. Los caminos de tierra complican cualquier tipo de traslado: a la escuela, a un hospital o al pueblo. La luz llegó hace dos años a la zona y no tienen conexión de gas. Las familias destinan mucho tiempo del día en algo tan básico como conseguir agua y leña para no morirse de frío.
Las casas consiguen tener agua a través de una manguera que viene de la vertiente de una montaña pero nunca alcanza. “Cuando no hay agua cerca, les llevamos camiones”, dice Jorge Lara, secretario de Desarrollo Territorial y Ambiente de Neuquén. También se encargan de acercar leña a las casas antes del invierno.
“Fuimos a soltar alas chivas ya llevarlas cerca de la vertiente para tomar agua”, cuenta Maciela Guerrero, una niña de 10 años que en su casa no tiene agua caliente para bañarse.
La virtualidad, una utopía

La escuela con modalidad virtual es una utopía en estos hogares que no tienen señal de teléfono ni celular.
Durante 2020, muchos chicos se atrasaron en sus aprendizajes. Los únicos lugares con wifi son las escuelas, y el servicio es intermitente. Para poder conseguir señal de WA para descargar la tarea, Millarai tiene que caminar una hora hasta la ruta y ubicarse cerca del bosque de pinos.
“Lo fundamental para este paraje es la conectividad. Yo he mandado un montón de notas para conseguir un equipo de radio como alternativa. Hoy tenía una alumna descompuesta y no me podía comunicar”, cuenta Marta Fuenzalida, directora interina de la Escuela 236 de Pichi Neuquén, a la que solo asisten 4 alumnas.
Muchos de los adultos de la zona son analfabetos y la gran mayoría no terminó la secundaria. Eso hace que los padres no hayan podido ayudar a sus hijos con la cursada durante la pandemia. “No sé cómo medir estos ángulos”, le cuenta Millarai a su mamá, que, por más esfuerzos que haga, no puede recordar algo que nunca aprendió en la primaria.
En la zona hay alrededor de 1500 familias crianceras que hacen trashumancia, esto quiere decir que trasladan a los animales de invernada a veranada. Amamantar crías, aprender a ensillar un caballo o vacunar a las chivas es parte de la vida cotidiana de estos chicos que, cuando arrancan la secundaria, tienen que elegir entre estudiar o quedarse en el campo.
Para los que lo logran, el momento más difícil es cuando tienen que migrar a una gran ciudad para hacer un estudio terciario o universitario. No todas las familias tienen los recursos económicos para hacer esta apuesta, que es el sueño de muchos. Emiliana Valdez tiene 8 años y habla por ellos: “Mi deseo es estudiar veterinaria y después volver a cuidar a los animales de mi familia”.
Todo sea por estudiar. Cruza un río y hace dedo para llegar a la escuela
Tiziano Alfaro tiene 16 años y en su casa de Pichi Neuquén no tiene señal de teléfono ni wifi

. Lo que más le gusta a Tiziano Alfaro es cuidar de los animales de su familia; su sueño es estudiar para ser arquitecto o periodista deportivo
“Lo que más necesito es la conectividad y el transporte para poder ir a la escuela. Y un puente para que los vehículos puedan llegar a mi casa”, suplica Tiziano Alfaro, un adolescente de 16 años que vive con sus abuelos en Pichi Neuquén. Es un pequeño pueblito del norte neuquino alejado de todo, casi al límite con Chile. Todos los días tiene que cruzar un río, caminar una hora o hacer dedo para llegar a la escuela secundaria, que queda a 17 kilómetros.
Su familia no tiene ni moto ni auto propios. Todo lo hacen a pie, a caballo o en bici. Como el transporte público no llega hasta su pueblo, la provincia dispone de una camioneta que lo vaya a buscar, pero tampoco puede llegar hasta su casa. Está ubicada del otro lado del río Neuquén y solo se puede pasar por una pasarela peatonal.
“Me tengo que levantar a las 6, ir hasta Pichi tempranito, cuando todavía está oscuro, llegar hasta la ruta y esperar a ver si llega el transporte o que alguien me lleve. Y si no, pierdo el día de clase”, explica Tiziano, vestido con boina negra, bombachas de campo y campera azul. Su sueño es poder comprarse una moto.
En este paraje los 87 habitantes viven completamente aislados. No tienen señal de teléfono ni internet. La luz llegó recién hace dos años y la calefacción es a leña.
“Tiziano es de esos jóvenes que vos te emocionás de cómo han avanzado en la vida. Rescato sus ganas de aprender, de investigar, de estar. Él adquirió un conocimiento en la escuela y en la ruralidad que lo hace estar preparado para enfrentar distintas situaciones en la Cordillera. Tiene muchas ganas de futuro”, dice Leopoldo Palmieri, coordinador de Amigos de la Frontera (Adelaf), una organización que apoya a las familias y escuelas de la zona, y apuesta por la educación de los chicos.
Hoy es un día especial para la familia Alfaro: hay que llevar a vacunar a las vacas contra la brucelosis y todos arrancaron temprano. Tiziano recibe el  diario arriba de un caballo, arriando al ganado hacia un corral del otro lado del río. “Me levanté a las 7 y ando con un poco de sueño”, dice con una sonrisa espontánea. “Todos los días tengo que ayudar con los animales”, agrega este adolescente que arrastra la erre cuando habla.
Desconectado de la escuela

Cuando Tiziano tenía 2 años su mamá se fue a estudiar a San Rafael, Mendoza, y lo criaron sus abuelos: Bernardino Alfaro, don Beño, y Marta Alfaro. “Es como si ellos fueran mis padres. A mi abuelo le digo ‘papi’ y a mi abuela le digo abuela. A mi mamá la veo muy pocas veces en el año”, cuenta este adolescente.
Al vivir en una zona tan aislada, Tiziano siempre tuvo que luchar por poder estudiar. “Era muy desolador verlo a las mañanas cómo cruzaba el río a pie con frío, con nieve y con lluvia. Y él lo daba todo porque sabía que el esfuerzo iba a dar su recompensa”, recuerda Marta Fuenzalida, directora interina de la Escuela 236 de Pichi Neuquén.
Tiziano está cursando 3er año en la secundaria de Manzano Amargo y durante la pandemia la modalidad virtual hizo que quedara completamente desconectado. Su única opción era acercarse a su escuela primaria 236, que le queda a 3 kilómetros, para conectarse al wifi y descargar la tarea. “Cuando nevaba o el río estaba muy alto era imposible cruzar y tuve varias materias previas en el año. No estoy pudiendo hacer algunos trabajos porque no tengo computadora, y estoy pensando en vender mis chivitos para comprar una”, dice Tiziano, que sueña con ser arquitecto o periodista deportivo.
Al mediodía Marta se pone a cocinar chivito y pan, mientras Tiziano la ayuda friendo las empanadas. Almuerzan en familia y se suman Erasmo (el tío abuelo de Tiziano) y sus primos Ericson y Emiliana, que tiene 8 años y está pasando unos días con ellos porque su mamá se fue a hacer un trámite a Chos Malal. “Mi deseo es estudiar veterinaria y después volver a cuidar a los animales de mi familia”, dice esta niña a la que le gustaría poder tener más cuadernos y ropa.
Hace cerca de 5 grados y el frío se siente en todo el cuerpo. Para calefaccionar la casa usan una estufa a leña, en la que también cocinan. Tiziano es el encargado de cortar los troncos con un hacha y alimentar el fuego antes de que se apague. Para entrar en calor, los primos juegan un partido de fútbol.
Toda la familia habla con acento chileno y usa modismos como “harto”, propios de la vida en la Cordillera. Por la tarde, los tres primos se lanzan a la tarea de darles un remedio a algunas chivas para desparasitarlas. Los varones hacen bailar el lazo en el aire para agarrarlas y Emiliana se ocupa de llenar la jeringa y ponérselas en la boca.
En invierno las temperaturas son crueles y cuando nieva fuerte Tiziano y su familia pueden quedarse hasta dos meses incomunicados sin poder salir de su casa. “Para mí es importante que Tiziano estudie porque la vida en el campo es muy sufrida, y nosotros no tuvimos esa oportunidad por falta de recursos”, cuenta la abuela Marta.
Al atardecer, Tiziano sale a buscar a los animales para encerrarlos en los corrales. “Si no, se los comen los depredadores, que son los pumas, los zorros y las águilas”, explica.
Un futuro en la ciudad

A futuro, la idea de Tiziano es irse a estudiar una carrera universitaria a Neuquén o Chaco, pero su familia no puede acompañarlo desde lo económico. Además, implicaría enormes desafíos a nivel personal. “Sería complicado porque acá tenemos la libertad de salir a cualquier lado sabiendo que uno va a volver bien a su casa. En la ciudad me da miedo, pero estoy dispuesto a hacerlo”, cuenta.
Es que el desarraigo que implica para estos chicos adaptarse a los ritmos y las dinámicas propias de la ciudad muchas veces hace que necesiten un acompañamiento cuerpo a cuerpo. “La adaptación de los chicos del campo a la ciudad es muy compleja. Los primeros meses del inicio del secundario son los más difíciles. En la cabeza de los chicos están la mamá, el papá y la familia que quedó”, explica Palmieri.
Baja el sol y la familia se reúne alrededor del fuego a compartir las experiencias del día. “Me gusta ayudar a mis abuelos como forma de agradecimiento porque ellos me criaron, me dieron el estudio y lucharon por mí. Y yo trato de devolvérselo con mi ayuda. Por ahora me siento orgulloso de todo a lo que he llegado”, concluye Tiziano.
Tiziano Alfaro 16 años “Lo que más necesito es la conectividad y el transporte para poder ir a la escuela” “Cuando nevaba o el río estaba muy alto era imposible cruzar y tuve varias materias previas en el año” “No estoy pudiendo hacer algunos trabajos porque no tengo computadora y estoy pensando en vender mis chivitos para comprar una” Leopoldo Palmieri coordinador de adelaf “Rescato sus ganas de aprender, de investigar, de estar. Tiene muchas ganas de futuro” Marta Alfaro abuela de tiziano “Para mí es importante que Tiziano estudie porque la vida en el campo es muy sufrida, y nosotros no tuvimos esa oportunidad”

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