Diseñar políticas en tiempos de cambios vertiginosos
Juan Carlos de Pablo
Preguntas a Ronald Hartwell (economista; 1921-2009): Nació en Australia y enseñó en la universidad de New South Wales. Luego de irse de esa casa de estudios consiguió un lugar en el Nutfield College de Oxford, donde se había producido una vacante.
A mediados del siglo XX, en la Argentina la estimación del producto bruto interno (PBI) se publicaba una vez por año, todavía no se había creado la carrera de licenciado en Economía y el presidente Juan Domingo Perón le preguntaba a la gente si alguna vez había visto un dólar. Hoy se accede fácilmente a la información política y económica nacional e internacional y también se opera mucho más rápidamente que antes. ¿Qué implicancias tiene todo esto sobre el diseño, la comunicación y la implementación de una política económica?
Al respecto entrevisté al australiano Ronald Max Hartwell (1921-2009), quien comenzó enseñando en la Universidad de New South Wales. Cinco años más tarde renunció de manera abrupta, cuando el vicecanciller de la universidad se negó a contratar a un colega marxista por razones puramente ideológicas.
Según Negley Harte, "la decisión se convirtió en un pivote en su carrera, porque se produjo una vacante en el Nuffield College de Oxford. La universidad puso un aviso. Hartwell se presentó sin demasiadas esperanzas, pero fue aceptado. De modo que por casualidad ingresó de manera abrupta en la vida académica de Inglaterra, en un momento de creciente importancia para la historia económica. Estaba encantado con Oxford, con sus bibliotecas y con su vino".
-Historia económica es un campo de estudio muy amplio. ¿A qué se dedicó usted, específicamente?
-A analizar lo que ocurrió durante la denominada Revolución Industrial, sobre la cual escribí varios libros, que publiqué entre 1965 y 1971. A propósito: la Revolución Francesa tiene una fecha, el 14 de julio de 1789, cuando se produjo la toma de la Bastilla. En el caso de la Revolución Industrial no ocurrió nada parecido. Algunos exagerados dicen que en rigor nunca ocurrió; sí ocurrió, pero fue gradual y geográficamente estuvo ubicada en algunas ciudades del norte de Inglaterra. Recuerde que en aquel momento los costos de transporte eran tan altos que lo que ocurría en un lugar podía no impactar en otros, no muy lejanos.
-Uno de sus trabajos levantó particular polvareda.
-En efecto, en una monografía titulada La mejora del nivel de vida en Inglaterra entre 1800 y 1850 sostuve que la industrialización mejoró de manera sustancial la condición de vida de los pobres, porque el cambio de modo de producción les complicó la vida a los artesanos, como los sastres, los zapateros, etcétera, pero no a los más pobres. Todo esto contradijo lo que sostenían Karl Heinrich Marx, Arnold Toynbee y John Lawrence Hammond. Lo que sí es cierto es que, obligados a trasladarse adonde estaban instaladas las máquinas, las condiciones de vida, particularmente de vivienda y salubridad, implicaron cierto deterioro.
-Aprovecho su condición de historiador para conocer las implicancias que tiene la aceleración de la realidad como consecuencia de la mejora en la comunicación.
-Esto no solo ocurre en economía y en política económica. Henry Kissinger apuntó que reconstruir la historia de la diplomacia de, digamos, el siglo XIX, es mucho más fácil que la de la actualidad, porque en aquel entonces el representante de Australia que tenía que asistir a una reunión del Commonwealth demoraba seis semanas para llegar a Inglaterra en barco y, por consiguiente, tenía mucho tiempo para preparar sus discursos.
-Además de lo cual no tenía cómo hacer consultas durante las negociaciones.
-Efectivamente, viajaba con instrucciones, pero con un margen de maniobra que aplicaba según su leal saber y entender. Tengo entendido que en la negociación del denominado Pacto Roca-Runciman, que se celebró en 1933, fue la primera vez que el vicepresidente de su país utilizó el teléfono para efectuar consultas con las autoridades argentinas. Pues bien, en la actualidad todos los diplomáticos utilizan celulares.
-¿Y en economía ocurrió lo mismo?
-Así es. En la Argentina recién a comienzos de la década de 1970 se comenzó a estimar el PBI con frecuencia trimestral y muchos años después el Indec empezó a calcular el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE), que se publica con casi dos meses de atraso. Le doy otro ejemplo: durante el gobierno del presidente Arturo Umberto Illia se inventó el denominado crawling peg, por el cual se ajustaba precio del dólar en función de la diferencia entre las tasas de inflación nacional e internacional, pero ¡una vez por trimestre! Hoy, en su país los medios de comunicación transmiten la cotización del dólar como si fuera un partido de fútbol.
-Todo lo cual, supongo, influyó sobre cómo se analizaba la situación económica.
-Quien quiera historiar la evolución de la economía argentina no solamente sobre la base de los documentos, los discursos, la legislación, las estadísticas, etcétera, sino también en cómo se la fue analizando de manera contemporánea, hasta mediados de la década de 1970 tiene que leer informes técnicos, libros, etcétera, pero desde entonces tiene que leer los diarios. Porque la aceleración obligó a debatir en los diarios, las radios y la TV las implicancias de la reforma financiera de 1977, la tablita cambiaria aplicada desde comienzos de 1979, etcétera.
-¿Cómo se puede plantear una política económica en estas condiciones?
-Ciertamente que no se puede calcar simplemente lo que ocurrió en el pasado. A comienzos de 1952, Perón, con ayuda de Alfredo Gómez Morales, lanzó un programa económico para dos años de vigencia, y en 1967 Adalbert Krieger Vasena puso en práctica otro que -aunque sin fecha de vencimiento- duró otro tanto. En cambio, tanto el lanzado por José Ber Gelbard en 1973 como el puesto en práctica por Juan Vital Sourrouille a mediados de 1985 tuvieron que ser revisados pocos meses después de lanzados. Desde este punto de vista, la convertibilidad, lanzada por el entonces ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo en abril de 1991, es una excepción.
-Insisto, en estas condiciones, ¿cómo se puede formular una política económica?
-El desafío es inmenso, porque terminó el período en el cual un ministro formula una política económica y la población, de manera pasiva, ajusta su comportamiento sobre la base de ella. Hoy, la interacción está a la orden del día. En estas condiciones, a lo máximo que puede aspirar el responsable de una política económica es a trazar las grandes líneas, pero manteniendo flexibles las opciones instrumentales.
-Fácil de decir.
-¿Quién dijo que la vida es fácil? En un país como la Argentina, el principal desafío consiste en cómo convencer a la población de que los aparentes desvíos instrumentales no alteran el rumbo básico. Al tener la historia en contra, cualquier gobierno en su país tiene que luchar para que le crea que, como dicen Carmen María Reinhart y Kenneth Saul Rogoff, "esta vez será diferente". Aunque quien tiene una responsabilidad ejecutiva no tiene más remedio que intentarlo.
-Don Ronald, muchas gracias.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.