Misión en la sierra: secretos del único monasterio bizantino de América del Sur
La cruz con tres travesaños, única referencia junto al camino
Fue construido hace 13 años en el macizo de Curamalal, provincia de Buenos Aires; sus tres religiosos se alimentan de su propia huerta y se curan con hierbas medicinales; reciben peregrinos
ABRA DEL HINOJO.- Dos monjes bizantinos viven desde hace trece años en un apartado monasterio, único en su tipo en América del Sur. Un tercero se les sumó en 2013. Están en la soledad de las sierras de Curamalal, en la entrada al Abra del Hinojo, en el partido bonaerense de Saavedra.
Siguen las normas monásticas que estableció en el siglo IX Teodoro Estudista sin ninguna modificación y se rigen por el calendario juliano, que tiene trece días de diferencia con el nuestro, el gregoriano. Rezan mirando al oriente ("Cristo dijo que iba a volver por allí"), se alimentan de su propia huerta y se sanan usando la "medicina de Dios", con hierbas medicinales que hallan en las montañas.
Si bien responden al Vaticano, su "papa" es el patriarca de Kiev, su beatitud Sviatoslav Shevchuk. "Usamos el castellano, pero nuestra lengua es la eslava litúrgica", aclara el hieromonje (monje y sacerdote) Dionisio.
Separados de la Iglesia romana desde 1054, el Monasterio Bizantino de la Transfiguración es un tesoro espiritual abierto a la comunidad. Sus lecturas de cabecera son los libros que dejaron los ermitaños los primeros años de nuestra era.
Su credo se inscribe dentro de una de las 24 Iglesias Católicas Orientales. "Somos una realidad comunicante y nuestras tranqueras están siempre abiertas a quien nos quiera visitar", agrega este monje, que también responde los mails de todos los interesados en llegar a este rincón reservado de la serranía.
"Tenemos que sacarnos el chip de que todo lo oriental está relacionado con el Islam", aclara el monje Dionisio (Diego es su nombre civil), de 49 años, al referirse a la antiquísima tradición cristiana de oriente.
En el año 451, en el Concilio de Calcedonia, se reconocieron cinco patriarcados: solo uno era occidental, el romano. "Hay mucha influencia del cristianismo de oriente en la Argentina", señala el religioso.
Libaneses y sirios que formaron parte de las corrientes migratorias que llegaron a nuestro país a principios del siglo pasado eran devotos de este culto. Eslavos, ucranianos y rusos luego completarían la familia bizantina en nuestro país. Existen en la actualidad un millón de practicantes de esta iglesia en la Argentina. La autoridad máxima es el eparca católico bizantino, monseñor Daniel Kozelinski.
La única referencia para llegar al monasterio es una cruz con tres travesaños (la cruz bizantina u ortodoxa), uno de ellos -el más cercano a la tierra-, inclinado. El solitario símbolo está al costado del camino de tierra que lleva al Abra del Hinojo.
El primer travesaño de la cruz corresponde a donde estaba la inscripción INRI; el segundo, donde le clavaron los brazos a Jesús, y el tercero (el inclinado), a los pies. La diagonal que apunta hacia arriba representa al ladrón que se arrepintió de sus pecados y se direcciona al Paraíso. La de abajo, al otro ladrón, que no mostró arrepentimiento, y marca la ubicación del Infierno.
"En aquel entonces, el cardenal Jorge Bergoglio nos dio el visto bueno", recuerda el padre Sergio (David Argibay, de 54 años) sobre los días en los que soñaban con construir el monasterio. Ambos eran seminaristas en La Plata. El consejo del que hoy es el papa Francisco les iluminó el camino. Estuvieron unos años en Los Cardales, pero no lo sintieron el lugar elegido. "Sabía que teníamos que estar en un lugar retirado, pero no inalcanzable, cerca de las montañas", confiesa Dionisio. Pigüé y su bella zona resultaron el espacio ideal.
Comienzo
En 2006 comenzaron a construirlo. Los apoyó el Arzobispado de Bahía Blanca. Hasta 2013 estuvieron Dionisio y Sergio. Entonces llegó Jonathan (de apellido Garbalena, de 28 años), que en estos días está en un monasterio de Ucrania, completando su formación.
Por tradición, los monjes cambian sus nombres a medida que ascienden en su formación, en una ceremonia llamada "voto monástico". El nombre del monasterio se refiere a la transformación luminosa que tuvo Jesús ante sus discípulos en el monte Tabor, que se celebra todos los 6 de agosto.
Hay bancos para los peregrinos y una casita que sirve de hospedaje
La entrada al monasterio está a un par de kilómetros del camino real. Una frondosa cortina de árboles esconde las construcciones y el silencio es total. El conjunto de edificios se presenta con una serie de bancos de madera techados para los peregrinos que se acercan.
Enfrente hay una enorme casa de madera que sirve de refugio y de hospedaje. También allí dan charlas y cursos, de medicina natural, tallado en madera o de la propia fe bizantina. En diagonal y mirando al oriente está la pequeña capilla.
Los domingos se da la Divina Liturgia (misa) y los segundos sábados de cada mes, la Molaben (súplica), dirigida a los enfermos. El interior de la capilla está repleto de cuadros de santos, ángeles e imágenes de la virgen. "La Iglesia Bizantina se apoya en los íconos, que son ventanas por los cuales los santos tienen el poder de devolvernos la mirada", afirma el monje Dionisio. "En lenguaje moderno, son un acceso directo hacia ellos", completa el religioso.
Los íconos son planos, bidimensionales, así lo dicta la tradición ortodoxa. Las mujeres que quieren presenciar las misas deben hacerlo con largas faldas (allí se las dan) y los hombres, con vestimenta pulcra. El monasterio tiene luz, gas e internet.
Toda clase de plantas, arbustos y piedras -el lugar es muy rocoso- protegen los senderos que llevan hacia las distintas dependencias. La arquitectura sigue los patrones de los monasterios ucranianos. Este monasterio surgió como parte de la Misión Rusa Católica de Buenos Aires, pero hoy depende del obispo (eparca) de los católicos ucranianos de la Argentina.
Gran parte de la alimentación la sacan de su huerta. Lo demás, por las donaciones. "Todo lo planificamos de aquí a cincuenta años, cada árbol está puesto en un lugar previamente estudiado", sostiene con voz pausada Dionisio. Entre los planes que tienen está hacer un convento para monjas bizantinas. "Y soñamos con hacer una aldea donde todos vivamos en armonía", completa.
Idiorrítmico
El interior de la capilla está lleno de íconos
El Monasterio de la Transfiguración es "idiorrítmico", es decir, los tres monjes completan sus tareas de acuerdo con sus necesidades. La actividad, los días de semana, comienza antes de la salida del sol. Rezan en dos turnos, uno matutino y otro vespertino. No utilizan instrumentos musicales, usan cantos gregorianos. Luego buscan leña, estudian, buscan las donaciones y hacen compras en Pigüé, a diez kilómetros. Se juntan en el almuerzo y en la cena, que bendicen cantando el padrenuestro mirando al este.
Los sábados y domingos abren el monasterio al público. Desde un radio de 150 km se acercan los devotos a las diferentes misas y actividades. Luego de la Divina Liturgia, se ofrece un ágape -de origen apostólico- llamado "Trápeza", en el que se hace una introducción "a los misterios de la vida", compartiendo una comida ritual.
La Nochebuena y la Navidad las festejan el 6 y 7 de enero, respectivamente, según el calendario juliano. "Cualquiera puede venir a celebrarlas, en tiempo real con el oriente".
Un elemento que los une es la Filocalia u Oración en Nombre de Jesús. Es un rezo que practican varias veces al día, en soledad o compañía: "Señor, Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador".
El monasterio está gobernado por un higúmeno o superior. En este caso, el padre Sergio, que es además iconógrafo y fitoterapeuta. Dionisio es ecónomo, traduce textos del eslavo eclesiástico al castellano y es botánico; ambos son monjes de Gran Hábito Angélico (de vida solitaria y retirada). Jonathan es artesano y fotógrafo y es monje de grado Rasóforo (conserva su nombre civil, está en busca de su salvación por medio de la ascesis y la obediencia).
El padre Sergio prepara pócimas y remedios naturales que son muy solicitados. Sus recetas son sacadas de antiquísimos tratados herméticos. "Mi único problema son los agroquímicos, que están matando a las hierbas", expresa.
"A veces necesitamos tener un mapa para salir de la influencia de la energía negativa", sugiere Dionisio. Dan consejos y consuelo, reciben enfermos, familias con problemas o personas que estén en una búsqueda interna. Todos son bienvenidos en el monasterio para realizar retiros espirituales. "Hay que tener mucho cuidado con las terapias alternativas", aconseja el monje.
"La naturaleza responde a hábitos; si eso no se respeta, podés vivir alterado. Las fuerzas del mal se ven en el creciente egoísmo", concluye quien pasa sus días meditando en la soledad de las sierras de Curamalal.
El quiebre de la iglesia por el cisma de 1054
El cisma de 1054 marcó el quiebre de la Iglesia Romana de la de oriente. El imperio romano de occidente cayó en decadencia y renació en Constantinopla, hoy Estambul, la antigua Bizancio; por eso el imperio romano de oriente tomó el nombre de Bizantino y permaneció mil años más. La Iglesia Romana tenía su idioma oficial, el latín; la segunda, el griego.
La primera respondía al papa de Roma; la bizantina -sin esa figura- se enfocó en la vida monástica.
Recién en el siglo XVI ambas iglesias se unieron, es decir, se alinearon detrás del papa, pero la bizantina conservó su matriz monástica. De allí nacen las llamadas Iglesias Ortodoxas, sin comunión con el papa, y las Católicas Orientales, como la bizantina, en comunión papal.
L. V.
Recién en el siglo XVI ambas iglesias se unieron, es decir, se alinearon detrás del papa, pero la bizantina conservó su matriz monástica. De allí nacen las llamadas Iglesias Ortodoxas, sin comunión con el papa, y las Católicas Orientales, como la bizantina, en comunión papal.
L. V.
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