lunes, 6 de enero de 2020

PROSPECTIVA 2020


Qué esperar de 2020. Los dilemas que han de resolverse en plena crisis

Sergio Suppo
Es un espejismo, pero alcanza para hacer una comparación tan engañosa que a primera vista permite creer que hay en ella algo de verdad. Esa analogía se podría traducir así: en el comienzo de su gobierno, Alberto Fernández está tomando las mismas medidas que hubiese debido tomar Mauricio Macri en caso de haber obtenido la reelección.
Para pavimentar esa conclusión errónea, podrían sumarse antecedentes similares y recientes: Carlos Menem haciendo propias las políticas que promovía su rival electoral Eduardo Angeloz; Fernando de la Rúa asumiendo la convertibilidad de Menem y Domingo Cavallo; y Néstor Kirchner, con Roberto Lavagna al frente de la economía como extensión del interinato de Eduardo Duhalde.
Todo sería más verosímil si a estos registros se le cruzara el factor que hizo posible esas coincidencias: la realidad. Recién asumidos, ninguno de esos presidentes pudo soslayar lo que casi como una obligación les impuso la situación en la que estaban llegando al poder.
Discurso y relato al margen, lo que Fernández está haciendo es aplicar un manual del ajuste sobre el sector privado para cumplir con el requisito ineludible planteado por el Fondo Monetario Internacional y con los tenedores de deuda argentina. Ni el organismo ni los bonistas van a negociar sin una señal clara de que la Argentina encuadra sin nuevo endeudamiento su perenne déficit fiscal. Fernández ya no puede tomar préstamos, en tanto Macri agotó esa posibilidad junto con la paciencia de los ahorristas norteamericanos. Y emitir pesos sin respaldo parece un camino hacia la hiperinflación.
Bajo el paraguas del peronismo kirchnerista, el presidente toma medidas impopulares que, adoptadas por Macri, podrían haber reproducido en la Argentina los estallidos sociales de Ecuador, Colombia o Chile.
El gobierno de Fernández empezará cuando se haya consumado el acuerdo con los acreedores. Sus funcionarios operan para lograrlo antes del otoño. Es entonces cuando el Presidente tendrá un escenario sobre el cual trazar un verdadero plan económico que será su sustento político o la fuente de sus desgracias.
La deuda no es el único factor externo, sino apenas el más urgente. Los cruces con Jair Bolsonaro fueron seguidos de algunas cortesías diplomáticas que todavía no sacan a la significativa relación con Brasil de un juego maniqueo de frases agresivas. La Argentina, como todos los países emergentes, depende mucho más de lo que imagina del resultado del enfrentamiento de Estados Unidos y China. ¿Tiene el Gobierno los hombres adecuados en los lugares justos para poder administrar situaciones externas complejas y muy relevantes?
La dimensión de la crisis social y económica del país ponen en un segundo plano la coexistencia de al menos dos estilos en la sociedad formada para recuperar el poder. No es desdeñable el interés en saber cuál será el rostro final del quinto ciclo peronista. ¿Alberto subordinará a Cristina Kirchner o la vicepresidenta seguirá siendo la líder hegemónica de un espacio con otros participantes? También están abiertas la posibilidad de una coexistencia inteligente y la alternativa de una convivencia tóxica.
Por ahora, sin que sirva como un augurio, Alberto y Cristina apenas si han reafirmado sus estilos y sus personalidades distintas. Esas diferencias fueron administradas en otros tiempos bajo la mediación de Néstor Kirchner y la subordinación del ahora presidente al matrimonio presidencial. No es lo que sucederá en los próximos cuatro años, al menos formalmente.
Hay, además otras variables y datos que están más allá de la amenazante economía y de la lucha por el mando propiamente dicho. El año que empieza será, una vez más, decisivo en los tribunales, donde el oficialismo se propone liberar de penurias a Cristina y sus exfuncionarios al mismo tiempo que anuncia una reforma para terminar con la parcialidad de los jueces. Propósitos encontrados si los hay.
El electorado que, contra las desgracias económicas, eligió seguir votando a Macri también estará pendiente de la suerte judicial de Cristina y sus lugartenientes. No todo son ni serán números, aunque los números manden.

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