lunes, 27 de abril de 2020
CARLOS M. RAYMUNDO ROBERTS, Y SUS IRONÍAS
La cosa está fulera, querido profesor
Carlos M. Reymundo Roberts
Tengo tres noticias para nuestro Presidente: una mala, una inquietante y una buenísima.
La mala. Económicamente las cosas están muy fuleras, profesor. En serio se lo digo (ya sabe que detesto las bromas, sobre todo en tiempos aciagos), y créame que no hay intencionalidad política alguna en esa afirmación. No soy destituyente, no salgo a las 9 de la noche al balcón a golpear las cacerolas, no estoy a sueldo de los Kirchner, y lea mis redes y verá que me mantengo al margen de campañas panfletarias y memes perversos. Odio a los trolls, a todos lo trolls, y le juro que no he retuiteado a ningún gordito lechoso. A lo sumo, cada tanto se me escapa por acá alguna crítica, mucho menos destemplada que las que le hizo Cristina el domingo pasado en Olivos. ¡Porque todo se sabe, jefe! Especialmente, cuando ella agarra uno de los tres celulares que usa y se ocupa de contar el reto un minuto después de salir de la quinta. No por maldad. Es ansiosa.
Como enseguida le tocará el turno a la noticia buenísima, me animo ahora a darle la inquietante: las cosas no solo están mal, sino que van apareciendo señales de que el derrape es un monstruo que está a la vuelta de la esquina y no lleva barbijo. Ojo, no me mueve un pelo que el dólar haya trepado a 111: si lo leo rápido me trae nostalgias de la paridad 1-1, que era pésima pero me encantaba. Ayer usted minimizó la estampida y la atribuyó a "maniobras especulativas". Perfecto: las cosas en su lugar. Todo el sector productivo del país, que con ese nivel del dólar llora por los pasillos, debería atender sus palabras. Maniobra especulativa es timba. Nadie los obliga a producir cuando podrían timbear.
Tampoco me asusta que el riesgo país esté en 4000 puntos. Es un número redondo, fácil de memorizar. Si estuviese en 3987 o en 4026, me costaría retenerlo. Y por estas horas la única cifra que sigo es la de infectados. Con la de testeos me pierdo o me hacen perder. Cuando digo que el panorama es inquietante, señor Presidente, no hablo del mercado financiero. Hablo de que miles de empresarios -de pymes, micropymes, macropymes y también de grandes corporaciones- están en una conjura contra su gobierno y suspenden o echan personal, reducen los sueldos, desinvierten. No les crea cuando juran que bajan las cortinas para no dejar entrar el virus. ¡Se están rajando! Usted lo dijo muy profesoralmente: "Hermano, si te la llevaste toda, ahora ganá un poco menos". Son gente mala. Son -lo digo yo, que puedo, no usted- unos miserables. Lo mismo comerciantes, cuentapropistas y todo ese chiquitaje que hace changas por las calles. Dicen que están desesperados, que no les entra un mango, que no pueden llevar comida a sus casas. Un policía del barrio me contó que les bajaron la orden de estar más atentos que nunca. Obvio, los ladrones se están sumando a la movida. Anteayer, unos amigos fueron a repartir alimentos a una villa de La Matanza. Al verlos llegar, en las casas los abrazaban y lloraban. Hay demasiado llanto, señor. Eso es lo inquietante: llanto y crujir de dientes. Un infierno de conjurados.
La good news, goodísima news , es que, así las cosas, el Gobierno entero mantiene la calma, templa el espíritu. Usted mismo da la impresión de que ni siquiera está enterado de los peligros que acechan. Los grandes líderes tienen eso: toman distancia para mirar mejor. Imagínese si lo viésemos alterado, el ceño fruncido, la corbata desajustada. Hace muy bien en estar más atento a la curva de contagios que a la de sectores en crisis terminales, que podría desenfocarlo. ¡Que las legiones de desamparados no le tapen el virus! Hace bien en ponerse a contestar tuits a la medianoche, tipo recreo. No hay cumbre de presidentes en la que no se hable de las bondades de la terapia tuitera. Y si una madrugada, agotado, mete la tapa, retuitea algo inconveniente o se entrevera en un debate pestilente con desconocidos, a la mañana siguiente lo borra. Para esos casos, le doy una fórmula infalible: diga que se trató de un "error involuntario". Suena sonsita e indigna de un presidente, pero está buenísima.
En esta onda de arrimarle consejos, me animo con tres más. Haga oídos sordos a los agoreros que pronostican una estampida de infectados cuando termine la cuarentena. No va a pasar. Si entre la vida y la economía usted apostó por la vida, el bichito se dará por vencido. Algunos están proponiéndole que, así como se ha rodeado de expertos en epidemiología, también conforme un comité asesor económico. Contésteles que ya lo tiene a Martín Guzmán. Y recemos para que Guzmán no se impresione. El segundo consejo: me consta que no le gusta gobernar por decreto, pero resista la incomodidad. Está justificado por la emergencia, que a lo sumo podrá durar 12 o 15 años más. El tercero: manténgase firme con el impuesto a la riqueza que le propuso Máximo Kirchner. Será un chico ideologizado, ligero de matices y sin más conocimientos en materia tributaria que lo que aprendió de Cristóbal López, pero de riqueza sabe. Una vez le preguntaron cómo habían hecho la fortuna sus padres, y contestó: "Son gente afortunada".
Profesor, no más noticias por hoy. Si lo que se propone es llegar adonde yo veo que estamos llegando, no se le ocurra cambiar el rumbo.
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