Elie Wiesel, premio Nobel de la paz, sobreviviente de la shoá escribe en su propia autobiografía:
“Nunca olvidaré esa noche, la primera noche en el campo, que convirtió mi vida en una larga noche, siete veces maldita y siete veces sellada”.
“Nunca olvidaré ese humo. Nunca olvidaré las pequeñas caras de los niños, cuyos cuerpos vi convertirse en espirales de humo bajo un cielo azul en silencio. Nunca olvidaré esas llamas que consumieron mi fe para siempre. Nunca olvidaré el silencio nocturno que me privó, por toda la eternidad, del deseo de vivir. Nunca olvidaré esos momentos que asesinaron a mi Dios, a mi alma, y convirtieron mis sueños en polvo. Nunca olvidaré eso, incluso si estoy condenado a vivir tanto como Dios mismo. Nunca”.
Nosotros no olvidamos, no nos sale olvidar. Porque llevamos grabado en nuestra piel, en nuestro alma, el dolor, el sufrimiento, y esos números malditos grabados en sus propios brazos. Pero no olvidar también lleva una cuota completamente diferente a recordar, porque no olvidamos el dolor, pero si recordamos. Recordamos el heroísmo, la valentía, el orgullo.
El Recuerdo es lo que hacemos nosotros y en quienes nos transformamos a partir de aquello que no deseamos olvidar. Y es por eso que hoy no solamente no olvidamos, sino recordamos a los jóvenes partisanos transformados en nuestros propios jóvenes. Porque recordamos el heroísmo, es que hoy honramos también su propio heroísmo en el orgullo de nuestros hijos, en el orgullo de los jóvenes que defienden al Estado de Israel en el Ejército de Defensa de Israel. Y en los jóvenes en las diásporas, en todas las diásporas que con orgullo y con valentía le dan continuidad a nuestra historia, nuestra tradición, a nuestra espiritualidad y a su mensaje
Nosotros no olvidamos… Nosotros recordamos
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