Javier Cercas: "Las mentiras no solo fabrican esclavos; también matan"
Javier Cercas
Para el escritor español, la pandemia cambiará al mundo y hará más consciente a la humanidad sobre su fragilidad
Hugo Alconada Mon
Javier Cercas quedó atrapado -si cabe en su caso la expresión- en Vergés, un pueblito catalán de poco más de 1100 habitantes, 130 kilómetros al nordeste de Barcelona.
Allí pasa la mitad del año junto a su familia y allí estaba cuando el gobierno español declaró el estado de alarma en su intento de detener el azote del coronavirus . Un azote que le aportó una oportunidad, en el plano profesional, pero que lo preocupa -y mucho- cuando piensa en el día después de esta crisis planetaria.
"Para un escritor, este período de encierro es más llevadero que para otras personas", dice a la nacion. "Al fin y al cabo, nuestra vida habitual es una vida de confinamiento, dedicada básica y felizmente a leer, a escribir y a pensar en las musarañas", lanza, en la primera de sus varias ironías.
(¿Qué es una musaraña? Un mamífero pequeño, parecido a las ratas y ratones). "Y sí, a eso me dedico en estos días -añade-, sobre todo a escribir la segunda parte de Terra alta , mi última novela. Dejar de viajar no me importa mucho, pero dejar de correr sí: correr es mi droga favorita".
Muy distinto es su tono, sin embargo, cuando centra su mirada en la pandemia actual, que cada día arroja números de tres y cuatro cifras sobre muertos y contagiados en España e Italia. Expone sus temores sobre un florecer de las tendencias aislacionistas, un posible retroceso de las democracias y la expansión del nacionalismo. "Me parece prudente prepararse para lo peor, mientras se trabaja para lo mejor", sugiere.
¿Qué sería lo peor o lo mejor, según con cuanta ironía se lea a Cercas? Según ha dicho a la prensa española, teme las consecuencias políticas y económicas del avance del virus por el mundo, pero que en lo esencial, completa, en lo que nos define como humanos, "el Covid-19 no nos cambiará, seguiremos siendo la misma banda de descerebrados de siempre", lo que ahora refuerza y completa al dialogar
Otrora profesor de filología inglesa y literatura española, Cercas acumula algunas de las obras más impactantes y laureadas de las últimas dos décadas. De Soldados de Salamina a La velocidad de la luz , y de Anatomía de un instante a Terra alta , cuya segunda parte escribe mientras sigue en Vergés y mira con preocupación los próximos pasos de la Unión Europea.
"Es la única posibilidad de preservar la paz, la prosperidad y la democracia en el continente".
-¿Se imaginó alguna vez como escritor vivir lo que estamos viviendo estos días?
-No.
-¿Se imaginó alguna vez como escritor vivir lo que estamos viviendo estos días?
-No.
-¿Cree que alguna vez miraremos hacia atrás este período y nos sentiremos "supervivientes"? ¿Caeremos, como usted plantea en Soldados de Salamina , en "ese suplemento engañoso de prestigio que a menudo otorgan los protagonistas del presente, que siempre es consuetudinario, anodino y sin gloria, a los protagonistas del pasado, que, porque sólo lo conocemos a través del filtro de la memoria, es siempre excepcional, tumultuoso y heroico"? ¿O estos sí son tiempos excepcionales, tumultuosos y heroicos?
-Con seguridad caeremos en el engaño que describía en Soldados , porque caemos en todos los engaños. En cuanto a estos tiempos, no hay duda de que son excepcionales. Y sí, supongo que habrá gente de mi generación, la primera de europeos que no ha vivido una guerra -al menos, una guerra en Europa y entre las grandes potencias-, que esté encantada de vivir un momento como este, desde cierto punto de vista apasionante; yo no lo estoy. A mí me encantan las aventuras, pero en las novelas y en las películas; en la vida social y política, no: ahí soy partidario de un aburrimiento total, suizo o como mínimo escandinavo (aunque incluso Suiza y Escandinavia están siendo estos días pasto del virus).
-Hacia adelante, ¿qué mundo tendremos cuando todo esto de la pandemia quede atrás... si queda atrás? Además de reforzar el nacionalismo, como usted planteó en una columna reciente de El País , ¿teme que crezca el aislacionismo o la xenofobia?
-Las profecías se me dan muy mal, pero la pandemia quedará atrás, eso seguro. Por delante vendrá un mundo diferente, eso también es seguro, porque esto nos cambiará, nos hará distintos: de entrada, más conscientes de nuestra propia fragilidad. ¿Sacrificaremos libertad a cambio de seguridad, como hacen los países de Asia, que por lo que parece están combatiendo con más eficacia que nosotros la epidemia (precisamente gracias a ese sacrificio)? ¿Se encogerán todavía más nuestras democracias y permitiremos que nos controlen digitalmente con la promesa de protegernos mejor contra futuras epidemias? ¿Iremos hacia un régimen policial digital como el chino, y así convertiremos el estado de excepción en la situación normal? Espero que no y que sepamos encontrar un equilibrio entre libertad y seguridad, pero me parece prudente prepararse para lo peor mientras se trabaja para lo mejor. Por lo demás, el aislacionismo, igual que el nacionalismo, es una reacción natural a una situación como esta, pero también es equivocada: los grandes problemas actuales, como demuestra de nuevo esta crisis, son transnacionales y solo pueden resolverse con instrumentos transnacionales.
-¿Cree que este sacudón expone también la falta de liderazgo, ya sea a nivel local, regional, nacional o internacional? Le aclaro: no aludo a España ni a la Argentina en particular.
-Sin la menor duda, sobre todo desde el punto de vista internacional (que, como digo, es el que cuenta). Los organismos transnacionales han reaccionado de forma lenta, dubitativa, cicatera e insolidaria, como ha ocurrido con la Unión Europea.
-¿Cuál es su parecer sobre lo que usted mismo ha definido como "la pregunta del millón"? ¿Cree que la UE podrá soportar dos crisis consecutivas del calibre de 2008 y Covid-19, "habida cuenta de que la anterior estuvo a punto de llevarse el euro por delante"?
-Eso espero. La primera reacción de la UE fue mala -más o menos: sálvese quien pueda-, pero luego el Banco Central Europeo ha sacado la artillería pesada, y hace unos días el Eurogrupo -la reunión de ministros de Finanzas de los 27- ha llegado a un acuerdo para financiar los gastos ingentes que está acarreando el combate contra el virus y que acarreará la recuperación económica. No es el acuerdo que muchos queríamos -un acuerdo que equivalga a una especie de nuevo Plan Marshall, y que incluya los eurobonos o coronabonos: emisión de deuda pública respaldada por todos los miembros-, pero esperemos que sea suficiente para que la UE aguante. Más nos vale: una Europa unida -un Estado federal, capaz de conciliar la unidad política y la diversidad lingüística y cultural- es la única posibilidad de preservar la paz, la prosperidad y la democracia en el continente.
-Más de una vez usted aludió a una pregunta de George Orwell ("¿Dónde está la gente buena cuando ocurren cosas malas?"). ¿Puede usted darle una respuesta? ¿En los hospitales, con bata y estetoscopio, acaso?
-La pregunta de Orwell era retórica: Orwell, que conocía la guerra, sabía que cuando ocurren cosas malas la gente buena está, salvo contadísimas excepciones, callada o escondida, o simplemente haciendo cosas malas. Pero la crisis del coronavirus no es una guerra, no al menos una guerra convencional, entre humanos, y en ella lo mejor que podemos hacer la mayoría es callarnos y escondernos, es decir, permanecer encerrados en nuestros hogares y hacer caso a las autoridades sanitarias. Y, aunque hay mucha gente haciendo cosas malas -especulando con la muerte, reteniendo material sanitario, saltándose las reglas y poniendo en peligro a otras personas-, también hay gente que hace cosas buenas.
-Al recibir el premio Francisco Cerecedo de Periodismo (¡felicitaciones!), afirmó que "ya no basta con contar la verdad, también hay que destruir mentiras". ¿Esta es una necesidad que se agudiza en tiempos de Covid-19 e incertidumbre? En ese caso, ¿cómo lidiamos con quienes parecen adictos a las fake news ?
-De la única manera que puede hacerse: contando la verdad y desmontando las mentiras, sobre todo las grandes mentiras, que son las fabricadas con pequeñas verdades y por tanto las más peligrosas, porque tienen el sabor de la verdad. Aunque algunos tengan la generosidad de darme premios de periodismo, no soy periodista, pero estoy seguro de que, ahora mismo, el buen periodismo es más necesario que nunca; no porque nunca se hayan contado más mentiras que ahora -mentiras se han contado siempre, y muchas-, sino porque la mentira tiene mayor capacidad de difusión que nunca. Y las mentiras no solo fabrican esclavos. También, como estamos comprobando estos días, matan.
Literatura y academia
Nacido en España en 1962, Javier Cercas estudió filología inglesa y se doctoró en la Universidad de Barcelona, para luego dar clases en la Universidad de Illinois y después ocupar el puesto de profesor de literatura española en la Universidad de Girona.
El éxito mundial de su novela Soldados de Salamina, de 2001, le permitió a Cercas dedicarse tiempo completo a escribir y publicar La velocidad de la luz, Anatomía de un instante y El impostor, entre otras obras.
Traducido a más de 20 idiomas, Cercas ha cosechado decenas de premios y reconocimientos internacionales.
Di Benedetto y Cervantes
-Dado que tanto en España como en la Argentina debemos pasar una temporada en nuestras casas. ¿Qué libro o serie o película nos recomienda? ¡Y no responda con Los Miserables o algo de Jorge Luis Borges, que esas son sus respuestas conocidas!
-Recomendaría un libro largo y absorbente, porque me temo que nuestro confinamiento va para largo. En un diario español recomendé el otro día Zama, del argentino Antonio Di Benedetto: para mí, una obra maestra, una de las grandes novelas en español del siglo XX (por desgracia bastante desconocida, y no solo en España).
Así que en un diario argentino recomendaré una obra de un español, o más precisamente de un catalán, Joanot Martorell. Me refiero a Tirant lo Blanch, una novela medieval modernísima, que lo tiene absolutamente todo y que Cervantes (o un personaje de Cervantes) consideraba "el mejor libro del mundo". Y cuando habla Cervantes lo mejor que podemos hacer los demás es callar.
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