miércoles, 17 de marzo de 2021

MUY RECOMENDABLE...."CERRO QUEMADO"


Viaje al origen entre caminos andinos
Un documental se sumerge en la profundidad del paisaje salteño
Senderos estrechos, el abismo a un lado, las nubes ahí nomás. La vegetación presente, agradecida por la húmeda neblina que cada tanto se derrama del cielo. Los Andes, los que se caminan al norte de la Argentina, en Bolivia, en Perú, suelen ser así. Territorio de un silencio distinto, aún más profundo allí donde no es alcanzado ni por el turismo ni nada de lo que llamamos la vida cotidiana. Nuestra vida cotidiana.
En el hondo silencio andino y en la vida de quienes lo habitan se sumerge Juan Pablo Ruiz, director del documental Cerro quemado. Presentada a principios de mes, la película estará disponible en la plataforma CineAr Play

a partir de este jueves. Ya pasó por festivales de España, Polonia y –no podía ser de otra manera– el año pasado fue parte de la programación del festival Cine de las Alturas, en Jujuy.
La anécdota que cuenta el documental es mínima. Tres mujeres, de tres generaciones, se reúnen en la casa de la mayor de ellas, ubicada en lo más alto de un cerro. Abuela, hija, nieta. Las tres provienen de la comunidad coya de Finca Santiago, en Iruya, Salta. La más joven es también la más conocida: Micaela Chauque, música, coplista, docente, luthier e intérprete de instrumentos de viento andinos. Tradicionalmente, a las mujeres les estaba vedado tocar esos instrumentos; Chauque es una de las primeras músicas que rompió con esa norma. En 2010, su arte se abrió a otro tipo de público, cuando la banda de rock Divididos la invitó a tocar en el recital que dio en Tilcara.
Las cámaras de Cerro quemado la muestran mientras elige una caña con la que hará una de sus quenas, la siguen mientras regresa a casa, asisten –a cierta distancia, como si el pudor les pusiera límite– al diálogo breve que sostiene con Cornelia Yurquina, su madre. Sin demasiados rodeos, ambas acuerdan que ya pasó demasiado tiempo desde la última vez que estuvieron con Felipa Zerpa, madre de Cornelia, abuela de Micaela. Y deciden ir a verla.
“Pasaremos por el lugar donde naciste”, le dice Cornelia a Micaela. Nacida en Salta, en las proximidades de Iruya, hace años que Chauque vive en Tilcara, donde desarrolló su camino profesional, docente, artístico. Hay algo de regreso al origen en el periplo que emprende junto a su madre, de las alturas módicas de Tilcara a las alturas imponentes del cerro Quemado; del inevitable ajetreo de una ciudad que, aunque pequeña, es centro turístico y cultural (por no hablar de la conexión continua que late en cada celular o computadora) a la inmersión en una temporalidad radicalmente distinta.
Nada de esto se dice explícitamente. Cerro Quemado cuenta una historia mínima con un mínimo de palabras, ninguna banda sonora y un desborde de belleza visual.
A contramano de la narrativa clásica, aquella que aconsejaba evitar filmar a los personajes desde atrás, Ruiz sigue –literalmente– el camino de Chauque y su madre por senderitos que avanzan cada vez más alto y cada vez más adentro de los cerros. Por momentos son dos figuras diminutas, gorro amarillo y saco rojos, apenas visibles en la inmensidad montañosa. En otros momentos, la cámara parece querer hundirse en sus ojos, en la piel curtida, en lo más profundo de sus gestos.
El encuentro con Felipa es entrañable y contenido al mismo tiempo. La estridencia no parece llevarse bien con la gente de norte ni con su hablar, donde el castellano resuena con un eco antiguo. Abuela, madre e hija se saben últimas integrantes de una comunidad, la de Finca Santiago, de la que queda muy poco.
A pedido de su abuela, Micaela deja que fluyan sonidos del sikus. La música no es meláncolica sino discreta como el encuentro de las tres mujeres. Una melodía que parece hablar la misma lengua del viento que, magnífico, las envuelve, las acompaña, les dice que apenas somos un soplo dentro de un mundo hermoso y feroz.

D. F. I.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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