El plan de Bill Gates para salvar al mundo
Su nuevo libro, Cómo evitar un desastre climático, está dedicado a reconciliar las aspiraciones de progreso económico con el daño ambiental que ello causa
por The Economist Traducción de Gabriel ZadunaiskyAdvertencia. Se debe acelerar la innovación verde, dice Gates
Cuántos planetas se necesitan?”. Ese interrogante fue planteado por Mahatma Gandhi al pensar en las implicancias ambientales de que la India siguiera el camino de uso intensivo de los recursos para el desarrollo seguido por Gran Bretaña. Y aún tiene resonancias. Como ha dicho el Foro Económico Mundial, un centro de estudios, hay problemas con el “nexo entre los alimentos, la energía y el agua”. El calentamiento global es la crisis más alarmante de todas. ¿Cuántos planetas se necesitarían si todos en China vivieran en mansiones y manejaran autos que devoren nafta como lo hacen tantos estadounidenses?
Para algunos magnates la solución es encontrar más planetas. En cambio Bill Gates, cofundador de Microsoft, tiene los pies firmemente plantados en la tierra. Está tan preocupado por el calentamiento global como esos billonarios, pero en su visión hay un solo planeta que importa. Su nuevo libro, Cómo evitar un desastre climático, está dedicado a reconciliar las aspiraciones legítimas de progreso económico de miles de millones de personas con el daño ambiental que ello causa. Para que la humanidad gane la carrera entre el desarrollo y la degradación, escribe, se debe acelerar la innovación verde.
Anteriores transiciones energéticas —por ejemplo del carbón al petróleo —tardaron muchas décadas. Pero dada la urgente necesidad de descarbonizar la economía global, dice Gates, “tenemos que forzar una transición que se acelere más allá de lo que sería natural”. Quiere que los estados incrementen cinco veces la financiación de las investigaciones climáticas en una década; dando a conocer sus propias inversiones, alienta a apostar a campos tan prometedores pero riesgosos como la energía nuclear avanzada. Las compras de los estados deben ser más verdes (camino seguido por China con paneles solares y autos eléctricos) y la normativa debe ser más verde. Pero el centro de sus argumentos es la introducción de un impuesto al carbono significativo, que se corresponda con los factores externos involucrados en el uso de energía sucia.
Gates no es el primero en hacer estas propuestas. Junto con su estatus como una de las personas más ricas del mundo y uno de los filántropos más generosos, hay dos cosas que hacen que su promoción de las mismas sea más convincente. Primero, no es un ambientalista reflexivo. Su apoyo desde hace mucho tiempo a la salud pública y la reducción de la pobreza lo llevó a oponerse a causas verdes poco consistentes, como la prohibición europea anticientífica de organismos genéticamente modificados. Tomó conciencia de la crisis climática cuando se hizo evidente que los indigentes del mundo, que son quienes menos han contribuido a generar el problema, probablemente sean los que más sufran por hambrunas, sequías, el aumento del nivel de los océanos y otros efectos del calentamiento global.
En segundo lugar, Gates es alérgico a la normativa impuesta desde arriba. “Puede parecer paradójico que esté reclamando mayor intervención estatal”, reconoce. “Cuando estaba construyendo Microsoft tomé distancia de los funcionarios de Washington”. Debido a que instintivamente prefiere los mercados a los mandarines, sus recomendaciones de política tienen más peso que los reclamos habitualmente conocidos en Estados Unidos y Europa de cheques en blanco para grandiosos planes verdes. Un impulso cuidadosamente calibrado desde la cima, insiste, producirá un tsunami de inversiones e invenciones del sector privado.
Gran parte del libro está dedicado a una evaluación de los contendientes en la carrera por resolver el problema climático. De acuerdo a la visión de Gates, descarbonizar la electricidad es “lo más importante que debemos hacer para evitar el desastre climático”. Esto no es solo debido a que la electricidad produce más de un cuarto de las emisiones directas de gas de efecto invernadero por la actividad humana actual, sino porque la energía limpia puede permitir un cambio a un transporte con cero carbono (autos eléctricos). Considera que hacer verde a la industria es más difícil pero señala que hay avances incluso en sectores menos atractivos para la baja del carbono, como la producción de cemento y acero.
El aspecto más novedoso del libro es su mezcla de realismo y optimismo basado en cifras. Gates reconoce el poder del Estado y la necesidad de cooperación intergubernamental, algo que no se oye a menudo en boca de tecnolibertarios; pero también reclama más ambición verde y más riesgo por parte de inversores cortoplacistas y patrones de empresas.
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