viernes, 5 de marzo de 2021

¿ QUÉ VEMOS ?


Erotismo, misterio y algo de desgano
P. V. P. 




(España /2021). creadores: Asier Andueza,Laura Belloso. elenco: Asia Ortega, Albert Salazar, Joel Bosqued, Albert Amarilla, Claudia Riera, Mina El Hammani, Natalia Dicenta, Daniela Rubio. disponible en: Amazon Prime Video.
El internado fue una de las series españolas pioneras de esta nueva era. Duró siete temporadas entre 2007 y 2010 y participaron figuras como Blanca Suárez, Ana de Armas y Yon González. La serie combinaba el relato adolescente con un terror incipiente, desgastado quizás con el correr de los episodios y los excesos de imaginación. Pero por lo menos allí había intención de crear un universo, actuaciones logradas y cierto aire de exploración de un tópico como la casa maldita que en el cine español había dado obras maestras como La residencia (1969), de Narciso Ibañez Serrador. No queda demasiado en esta especie de reinvención o reboot –incluye el cameo de algunos de los miembros de la serie madre-, que toma el patrón original sin mayor ambición que la concreción de una fórmula, la estricta combinación del misterio y el despertar erótico, y una serie de intrigas grotescas y previsibles.
internado es un monasterio medieval en la región de Navarra. Allí funciona un colegio privado y estricto, gobernado bajo la égida de Mara, la directora y villana de esta historia. Todo el universo de los adultos es retratado desde el estereotipo, desde el profesor carcelero hasta el monje con vocación. En el centro de interés, lógicamente, están los adolescentes, confinados a ese encierro regulado, con sus rutinas, sus castigos, sus repeticiones. Y aquí hay uno de los serios inconvenientes de la serie, más allá de cómo el relato incorpora la emergencia de las leyendas y logias que parecen corroer ese espacio sagrado. Toda la rutina del colegio resulta una copia desganada de relatos carcelarios, anacrónica y sin ambición.
Por otro lado, los adolescentes oscilan entre chicos malos y rebeldes, huérfanos abandonados, chicas con traumas y amnesia. Cada uno de los personajes opera en sintonía con esa función prefijada, sin verdadera carnadura ni complejidad. Lo mismo sucede con las relaciones amorosas, las incipientes amistades y las alianzas circunstanciales. Todos esos vínculos parten del capricho del guion que mueve a sus personajes hacia el erotismo o al misterio según convengan.
Pese al corsé del que parte, la serie mejora en tanto abraza el universo gótico: la escena de una muerte ritualizada, las huidas por los sótanos del caserón, la incidencia del pasado medieval y sus mitologías. Algunas de las referencias son por demás mecánicas y ciertas recreaciones algo kitsch –sobre todo los flashbacks de una joven sin memoria-, pero por lo menos en esos momentos consigue escapar de ese manual de secundario para chicos “con problemas”.



Mirada a la carrera espacial
M. S. 



(The Right Stuff, Ee.Uu./2020). creador:
Mark Lafferty. elenco: Patrick J. Adams, Jake Mcdorman, Colin O’donoghue, Patrick Fischler, Eric Ladin, James Lafferty, Shannon Lucio, Eloise Mumford, Nora Zehetner. disponible en: Disney+

En el final de los créditos del primero de los ocho episodios de Los elegidos de la gloria se advierte que lo visto se inspiró en la película del mismo nombre dirigida por Philip Kaufman y estrenada en 1983, además del texto de Tom Wolfe que le dio origen. Esa mención desaparece en los episodios posteriores y solo queda la mención de Wolfe.
Dejar de lado la cita del largometraje es un acto de sinceridad. La nueva versión en clave de miniserie de la crónica de los comienzos de las misiones espaciales norteamericanas se conecta con el largometraje de Kaufman solamente desde su temática. En todo lo demás las diferencias son notorias. En la película de 1983, una obra excepcional merecidamente reivindicada y que refuerza con el paso del tiempo su condición de clásico, la historia de esa carrera por llegar al espacio que en tiempos de la Guerra Fría enfrentó a estadounidenses y rusos tuvo coel mo primer protagonista a Chuck Yeager, el temerario piloto que por primera vez en la historia rompió la barrera del sonido.
La nueva versión, en cambio, empieza con una atención preferencial a la rivalidad entre John Glenn y Alan Shepard, los dos pilotos más dotados del grupo de siete astronautas (los Mercury Seven). Separados por casi todo (mentalidad, formación, creencias, ideas y hasta su relación con las mujeres) son puestos frente a frente como ejemplo y modelo de una narración maniquea, chata, sin vuelo. Cuando lo esencial pasa por la exposición de contrastes tan elementales y básicos, sin otro motivo que la afirmación enfática de tales diferencias, todo lo demás tiene un límite bastante estrecho en materia de imaginación.
Esa torpe mirada sobre el conflicto humano se replica en los otros aspectos sobre los que trabaja la obra: las complicadas relaciones conyugales y familiares de los pilotos (planteadas con la lógica del más pedestre de los teleteatros) y las necesidades políticas del momento, tanto domésticas como internacionales. Aquí, las grandes decisiones se toman siempre en las sombras y aparecen representadas por las únicas figuras atractivas del relato, los dos reclutadores muy bien interpretados por Patrick Fischler y Eric Ladin.
Queda como único atractivo la curiosidad de volver a seguir a través de la serie el desarrollo de la misión y sus múltiples avatares, pero cualquier documental y, demás está decirlo, la película de 1983 resultarán mucho más interesantes que esta desteñida miniserie protagonizada por actores igual de apagados.




Un policial clásico en el que todos mienten
P. V. P. 



(Luxemburgo/2019). creador: Thierry Faber. elenco: Luc Schiltz, Sophie Mousel, Claude De Demo, Jules Werner, Konstantin Rommelfangen, Jil Devresse, Julie Kieffer. disponible en: Netflix.

Las nuevas formas del noirparecen alojarse en cualquier geografía. En este caso, en los confines de un bosque que rodea al pueblo de Manscheid, al norte de Luxemburgo. Allí llega el inspector Luc Capitani (Luc Schlitz), enviado desde la ciudad para resolver el crimen de una adolescente. Tanya y Jenny, gemelas de 15 años, se ausentaron de su hogar la noche anterior; Tanya está desaparecida y el cuerpo de Jenny esconde las claves del misterio que las involucra. Cada pieza de ese rompecabezas se pone lentamente en acción: la madre de las chicas y su nuevo marido, un profesor del colegio; el padre y sus negocios de construcción en el bosque; la presencia de un campo de entrenamiento militar; una subtrama de tráfico de drogas.
Si en el escandinoir las claves son en clima gélido y la atmósfera sombría de la naturaleza, en la Luxemburgo de Capitani arrecia una ola de calor y el bosque se configura como un extraño laberinto, con sus pistas falsas y sus trampas escondidas. La puesta en escena es clásica y sin demasiados riesgos, con su imagen siempre sobreiluminada y su progresión temporal organizada según la férrea convención de los días del calendario. Pero lo que más le interesa a la serie creada por Thierry Faber es la construcción de ese pueblo en el que “todos mienten”, como asegura Elsa Ley (Sophie Mousel), la policía local promovida a asistente de Capitani. Es ella quien construye la mirada más interesante, justamente porque está inmersa en ese territorio idílico, que hoy se convierte en un nido de víboras.
Como ocurre en todos los policiales contemporáneos, el atractivo está en el crimen como detonante de una serie de secretos que ese pequeño pueblo parecía tener bien guardados. Quizás en ese mismo afán de sumar oscuridades se pierda algo de fuerza: infidelidades cruzadas, un pedófilo con prontuario, corrupción militar, una historia del pasado que persigue a Capitani, un reemplazo expeditivo del alcalde del pueblo. En el final de la cuenta, más no siempre es mejor.
Sin embargo, lo que en última instancia sostiene el interés de la serie es aquello que se esconde detrás de los rostros conocidos. Por ello antes que la mirada del outsider que modela Capitani, desconfiado de las alianzas del pueblo, creído de su superioridad citadina, la figura de Elsa ofrece un recorrido interno inquietante. La consciencia de un peligro latente en su comunidad, la certeza de que detrás de lo familiar se encuentra el horror y esa creciente convicción de que, efectivamente, todos mienten es lo que impulsa su arriesgado camino hacia la verdad.

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